jueves, 21 de septiembre de 2023

Fray Juan

Campanario desde el Campanario

Canto Primero

I

Noche horrible! El noto zumba,
Rompe la nube en granizos
Y en relámpagos rojizos,
Y sordo el trueno retumba:
El torrente se derrumba
Convertido en catarata;
Troncha el viento y arrebata
El roble añoso en la sierra,
Y se estremece la tierra
Y el rayo fulgura mata.

II

Al batir la choza el viento
Teme el pastor por su vida;
Aúlla el lobo en su guarida
Al par medroso y hambriento;
La campana del convento
Conjura la tempestad,
Y alza la comunidad
Arrodillada en el coro
El canto ó más bien el lloro
Que mueve el cielo a piedad.

III

Sin que la furia bravía
De la borrasca le asombre,
A caballo corre un hombre
Camino de la abadía;
Y cuando con más porfía
El huracán la combate,
Aplica el duro acicate
A la ijada del caballo,
Que afirma en la tierra el callo
Y vence al viento en su embate.

IV

Del relámpago a la lumbre,
Del templo la masa enorme
Parece un peñasco informe
Desprendido de la cumbre;
Tras penosa incertidumbre
A hallarle el jinete acierta,
Desmonta, llama a la puerta
Con el puño de la espada,
Y da en tierra desplomada
Su cabalgadura muerta.

V

Desencajado y convulso,
Con la borrasca en pelea,
Grita y la puerta golpea
Hasta perder voz y pulso:
Su espíritu sin impulso
Cede en la lucha rendido;
Apagándose el latido
De su pacho, desfallece
Y como muerto amanece,
Junto a su potro tendido.

VI

Aunque en la tierra yace inmoble,
Denota por su apostura
Que une a gentil hermosura
La fortaleza del roble:
Y atestiguan de que es noble
Y muy rico caballero
La montura del acero,
Los bordados del justillo,
Y preso en áureo cintillo
El blanco airón del sombrero.

VII

- ¿Qué os trajo? – Dolor Profundo.
- Vuestro nombre... – Lo he Olvidado.
- Pero sois... – un desdichado
Que viene huyendo del mundo.
Así dijo el moribundo
El caballero al Abad,
Y éste le repuso: -  Entrad
De Dios en la santa casa,
Y el llanto que el rostro abrasa
Enjugue la caridad.

VIII

Aun se ignora que pasión,
Qué crimen, qué pena impía
Le llevó a aquella abadía
En tan terrible ocasión.
Sólo de su confesión
Se ha sabido la sentencia:
-Tan pura está tu conciencia,
Que para ganar el cielo,
Más te hace falta consuelo
Que la amarga penitencia.

IX

Pudo su sangre de mozo
Devolverle la salud,
Pero no la juventud
Ni del alma el alborozo.
De entonces extraño el gozo,
Inclina sumiso el cuello
Al dolor, que en él su sello
Imprimiendo pertinaz,
Llena de arrugas su faz
Y de nieve su cabello.

X

Creyendo cicatrizada
La herida que le hizo el mundo,
Dejó con desdén profundo,
Por la cogulla la espada.
¿Más cómo, si fue callada,
Dar una pena al olvido?
¡Ay, en su celda escondido,
En el coro, en el altar
Le persigue si cesar
La sombra de un bien perdido!

XI

Cuanto más olvidar quiere,
Más el recuerdo le hostiga,
Y en aguzar se fatiga
El puñal con que se hiere.
Huyendo lejos, infiere
Que ha de poner un abismo
Entre sí y el espejismo
Del sueño que le tortura,
¡ Y en alas de la locura
Huyendo va de sí mismo!

XII
-Adiós, el abad le dice;
Recio combate es la vida,
Sé fuerte; que no hay herida
Que el tiempo no cicatrice;
Y llorando lo bendice,
Al corazón le sujeta,
Y cuando el joven le objeta:
-¿Y dónde hallar fuerzas, dónde?
- En el dolor, le responde;
Sé mártir, serás atleta.

XIII

-Os vais a escandalizar,
El joven llorando exclama
¡Aun está viva la llama;
No la he dejado de amar!
¡Padre! La quiero olvidar,
Odiarla, ¡vanos antojos!
¡Si ante Dios rezo de hinojos
Ella surge entre los dos,
Y es con ella y no con Dios
Con quien se encuentran mis ojos!

XIV

- Combate ese amor sin calma,
El abad contesta triste,
Ya que el hábito vestiste
Sin arrancarlo del alma.
- ¿Mas cómo lograr la palma,
Clama el joven; qué poder
El amor puede vencer,
Si se pierde la razón
Y hacen temblar a Sansón
Los ojos de una mujer?

XV

- Al oírte me consterno,
Dice el abad; calla, calla,
Que en tus palabras estalla
La cólera del infierno.
Parte, pues, y el Eterno
Venza en tu alma a Satanás;
Y al separarse, a compás
Dijeron con amargura:
El anciano: ¡Qué locura!
Y el joven: ¡No amó jamás!

XVI

Va a partir. Se alza la brisa,
La ola encrespa la melena
Y viene a besar la arena
Como una esclava sumisa;
La luz del sol ya indecisa
Tiñe el cielo de arrebol,
Y oro hirviendo en el crisol
Parece el agua al bullir,
Cuando en el mar se va a hundir
Engrandeciéndose el sol.

XVII

Lanzando alegre graznido
La gallarda gaviota,
La espuma del agua azota
Volando en busca del nido;
El pescador atrevido
Rema ansioso hacia el hogar,
Y se escucha el rechinar
De los hierros de una nave,
Que zarpa y va como un ave
Internándose en el mar.

XVIII

- Adiós, patria, te perdí,
Llorando el fraile murmura.
¡Qué vida tan sin ventura
La vida lejos de ti!
¡Oh muerte, cébate en mi
Como el simún en la palma!
Más ¿qué digo? Calma, calma,
Corazón, tu lucha impía;
¡No te dejo patria mía,
Te llevo dentro del alma!

XIX
¡Hogar que me diste abrigo,
Madre que me diste el ser,
Horas de luto o placer,
Os llevo a todos conmigo!
¡Y como fiero enemigo
Que la dicha me arrebata,
El amor a aquella ingrata
Que aún es vida de mi vida,
Y que es feliz, y me olvida
Y sin saberlo me mata!

XX
¡Pero siempre a mi albedrío
Sentirá, oh pasión, tu azote?
¿Hasta cuándo el sacerdote
Será impuro y será impío?
No más: te ofrezco, Dios mío,
Que si con firme tesón
No mato en mí la pasión,
Tanto y tanto lloraré
Que en lágrimas la ahogaré
Dentro de mi corazón.

XXI

Dijo el fraile con vehemencia,
En tierra cayó de hinojos
Y cerró triste los ojos
Para ver en su conciencia.
La piadosa penitencia
Mitigó su amargo duelo,
Y aun fue mayor su cosuelo
La vista ansiosa al fijar
En lo profundo del mar
Y en lo infinito del cielo.

CANTO SEGUNDO

I

De los campos de esmeralda
No queda ya ni el rastrojo,
Y seco el pámpano rojo
Pierde la vid su guirnalda:
Con su haz de leña a la espalda
Vuelve el rustico al hogar,
Y hay sólo por cosechar
La aceituna que negrea
Y que el mirlo picotea
Silbando en el olivar.

II

Tan oculto como el nido
Que el ave cauta soterra,
En el riñón de la sierra
Hay un pueblo en el olvido.
Parece un yermo su ejido,
Es su asiento un peñascal,
Y blanqueadas con cal
Las casas del vecindario
Circundan el campanario
De la iglesia parroquial.

III

En este templo cristiano
Todos cumplen sus deberes,
Y a requebrar las mujeres
No va ante Dios el liviano.
El curioso busca en vano
Esplendores y grandeza;
Sólo inspira su pobreza
Recogimiento y ternura,
Y sólo en su nave oscura
El pecador llora y reza.

IV

Hay pintado de arrebol
Un Niño de Dios de cera,
Que el pueblo quiere, venera
Y halla bello como el sol.
Tres bancos y un facistol
En medio, forman el coro,
No habiendo allí más tesoro
Que una Virgen del Carmelo
Vestida de terciopelo
Con lentejuelas de oro.

V

La iglesia casi en ruina
Ostenta como primores
En sus altares, las flores
Que llevan las campesinas;
Y coronado de espinas,
Lleno de sangre y sudor,
Se ve en el altar mayor,
De una lámpara a la luz,
Agobiado por la cruz
Al divino Redentor.

VI

Es de noche; ante el altar,
Y calada la capucha,
Se halla un fraile, y se le escucha,
Bajo, muy bajo, rezar.
La luz próxima a espirar
A intervalos reverbera,
De cristo en la faz severa
Y otro rumor no se nota
Que el del vendaval que azota
Y empuja la vidriera.

VII

De repente aquella calma
Interrumpe hondo lamento
Que arranca el dolor violento
De lo profundo del alma.
- ¿Cómo he de alcanzar la palma,
Exclama el fraile, ¡ oh Dios mío!,
Si es mi fuerza desvarío
De una mística embriaguez,
Que pasa, y torna otra vez
Al mal, como al cauce el río?

VIII

Vuelvo después de diez años,
Ya tranquilo el corazón
Y ahogada aquella pasión
En un mar de desengaños;
Y otra vez sueños extraños
Ocupan mi fantasía,
Y el amor, que yo creía
Ya muerto, vuelve a estallar,
Solamente al contemplar
La reja en que la veía.

IX

Inútil es que minore
Las fuerzas ya desmayadas
De mis carnes demacradas,
Y que ayune, rece y llore;
En vano, ¡oh Dios! Que te implore
En la tumba de mi madre
Y que mi cuerpo taladre
Con el cilicio cruel;
¡Aun no he olvidado a la infiel
Que me dejó por mi padre!

X

- ¡Es santo, es santo! - murmura
El pueblo al verme pasar,
Queriéndose disputar
Un beso en mi vestidura,
Y a mis pies con alma pura
Viene a arrojarse el cristiano,
Cuando ruge el océano
De la pasión en mi seno,
Y hay en él mucho más cieno
Que en el fondo de un pantano.

XI

El viento en las rejas zumba,
Muere la luz de repente,
Y el fraile da con su frente
En la losa de una tumba:
Con sordo rumor retumba
El golpe en la cripta hueca,
Y mientras que a sí se impreca
El triste lleno de espanto,
Corre la sangre y el llanto
Por su faz hundida y seca.

XII

La fiebre devoradora
Invade su cuerpo yerto,
Y exánime, casi muerto,
Le sorprende allí la aurora;
Poco a poco se incorpora
Al volver en su sentido,
Y al arrastrarse aturdido
Buscando el confesionario,
La esquila en el campanario
Rompe en fúnebre tañido.

XIII

Rechinando y lentamente
Se abre del templo la puerta,
Y entra en la nave desierta
Una hermosa penitente.
Esbelta, de altiva frente
Y de pálido color,
En Dios fija con amor
Sus negros ojos orlados,
De esos círculos morados
Que sólo pinta el dolor.

XIV

Oculta la feligrés
Su triste faz bajo el manto,
Besa el hábito del santo
Y se arrodilla a sus pies.
- Padre, murmura después,
Pecadora contumaz
Vengo aquí en busca de paz,
Y es de su voz el murmullo
Aun más dulce que el arrullo
De la paloma torcaz.

XV

- Aun no era padre, mujer,
Cuando a un hombre conocí,
Y al conocerle sentí
Mis alas de ángel caer:
Era cuando empieza a ver
La niña por otro prisma,
Y su alma en sueños se abisma,
Y sin motivo está triste,
Y a su muñeca no viste
Para vestirse a sí misma.

XVI

Mi padre como a una esclava
En un claustro me encerró
Y en matrimonio me dio
Á un hombre a quien yo no amaba.
Mi amor en la guerra estaba
En aquel terrible instante.
¿Y habrá, ¡oh Dios! quien no se espante,
Pensando en lo que he sufrido
Al hallar que mi marido
Era el padre de mí amante?

XVII

Respondiendo a su amargura
Se oye un gemido tan hondo,
Cual si vibrara en el fondo
De una hueca sepultura.
Es que el fraile en su tortura
Va a decir -  ¡Clara, sois vos...!
Y viene el deber en pos,
Y con quebranto infinito,
El infeliz ahoga el grito
Y fija la vista en Dios.

XVIII

Y ella sigue: - Al hombre aquel
No he vuelto a verle jamás;
¡De pena murió quizás
Creyendo a su amada infiel!
Yo, impura, sueño con él,
Aunque en no soñar me empeño.
Vos, santo, y de vos tan dueño,
Decid: ¿Cómo una pasión
Se arranca del corazón
Y se destierra del sueño?

XIX

Sintiéndose el fraile ahogar,
Quiso huir le faltó brío,
Y murmurando ¡Dios mío!
Dio muerto al pie del altar
¡Socorro! - quiso gritar
La penitente angustiada;
Mas fijando la mirada
En el semblante del santo:
¡Es él!  gritó con espanto
Y dio en tierra inanimada.

XX

En tanto, escarbando el suelo
La casa el gallo atolondra,
Sale del surco la alondra
Cantando al alzar el vuelo;
El oscuro azul del cielo
Se trueca en vivo arrebol,
Mira a Oriente el girasol,
Suena la esquila en el monte,
Enciéndese el horizonte
Y surge radiante el sol.

10 comentarios:

  1. Hola Jose, mi padre nos dejó esta poesia: pero no savia de quien era, he leido que podia ser de Juan Luis de León, seguro que sera el mismo, de Juan poemas.
    Un saludo

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  2. Yo conocí esta bellísima obra de pequeño, gracias a una persona maravillosa que me transmitió el gusto por la literatura. Gracias a ella, y gracias a José Velarde Yusti...!

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  3. Desde que tengo uso de razón, escuché a mi psdre recitando partes de esta hermosa obra que engalana las letras castelallanas, Es tan florido el verso y tan rica la experiencia de quien la escribe que invita pensar que en la tierrs no hsy nejor lengusje.

    au

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  4. Nuestra madre siempre la ha recitado desde que yo recuerdo, y ahora que le va fallando con la edad la memoria, sigue acordandose de esta bella poesia que le enseño su padre. Ahora la recitamos de vez en cuando y poco a poco la aprendemos de nuevo. Es una poesia que con su belleza une generaciones.

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    1. es verdad ...yo la recito como una oracion para mi ...llevo mas de cuarenta años recitandola ...y ..para mi es un placer . gracias a mi padre q me la enseño .
      saludos.

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  5. César : 13 de Julio 2016. Un maravilloso poema. Lo encontré en un cuaderno de poesías de una tía, hermana de mi madre. Me impresionó el fondo del tema y el estilo del poeta. Lo leo y lo recuerdo con frecuencia. Felicitaciones!!!

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  6. Hola,saludos.Hermoso poema mi madre recordaba fragmentos me pidio que lo buscara y cuando lo encuentro ya ella murio,pero igual lo leo mucho y no deja de emocionarme.Gracias por subirlo

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  7. Yo también lo conocí a través de mi mamita cada vez que miramos el mar en verano nos vienen las letras ...la ola encrespa su melena y viene a besar la arena como una esclava sumisa....Nos llena de emoción haberlo encontrado y revivir un amor tan apasionado, profundo y desventurado

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  8. Es la poesía más hermosa que he escuchado a mi mamá. Desde niño me la recitaba y me aprendí muchas estrofas.

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  9. Es una poesía muy linda que mi abuela recitaba. Me alegro finalmente conocer el nombre de su autor: José Velarde, muchas gracias!

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