jueves, 21 de septiembre de 2023

La Poesía y el Poeta

Detalle Cruz de Moreno
A la memoria del insigne poeta D. Gabriel García Tassara

I

Ciega a los rayos de la luz del día,
La imbécil muchedumbre
Dice, Gabriel, que ha muerto la poesía,
Cual si pudiera el sol perder su lumbre,
Su canto el ave, el aura su gemido,
Su nieve la alta cumbre,
La flor su aroma y su calor el nido.

II

¿Acaso los instintos, las pasiones,
La fe y el amor tierno
Se han helado en los tristes corazones
Bajo la nieve de aterido invierno,
Y ya no tiene el corazón humano
El movimiento eterno
Y el ronco rebramar el Océano?


III

¿Qué hay, pues, en el estático embeleso
De una dulce mirada?
¿Qué de la madre en el amante beso?
¿Qué en la trova que, oculta en la enramada,
Entona el ave al anunciar el día
La aurora sonrosada,
Sino belleza y celestial poesía?

IV

Existe en cuanto vive, en cuanto ha muerto
Sin que jamás sucumba.
Es pasmo en la grandeza del desierto,
Recuerdo en lo que ha sido o se derrumba,
Fervor ante el altar del santuario,
Gran problema en la tumba,
Y doloroso drama en el calvario.

V

En tanto que los necios le hacen guerra,
El árbol carcomido
Bebe savia en el seno de la tierra,
La abeja hace miel, el ave el nido;
En la noche por verse en la laguna
Asoma al monte erguido
El argentado disco de la luna;

VI

Sueñan las mariposas con las flores,
Con Dios los inocentes,
Las vírgenes con cándidos amores;
Arrostran por la gloria los valientes
Peligros mil en apartadas zonas,
Y al borde de las fuentes
Cruce el laurel para tejer coronas.

VII

Tan grande es su valor, que quien la niega
O la mira con mofa,
-No por maldad, por ignorancia ciega,-
Enmudece si el labio le apostrofa
Entonando el Cantar de los cantares
O tu viril estrofa
Rugiente cual las olas de los mares.

VIII

Un día llegará que, arrepentida,
Te aclame con anhelo
La sociedad ingrata que te olvida
¿Cómo a tu altura remontar el vuelo
La que es del goce terrenal esclava?
¡Tu reino está en el cielo,
Que el poeta empieza donde el hombre acaba!

IX

¡Su vida terrenal, lucha terrible!
Su sueño deseado,
A fuerza de ser grande es imposible;
La realidad le tiene encadenado,
Y aunque su mente lo infinito encierra,
Se arrastra desalado
Sobre espinas y abrojos por la tierra.

X

¿Qué es en el mundo? Imagen del Quijote,
Virtud, gloria, heroísmo,
Siempre cayendo de la lanza al bote;
Locura, que es locura el idealismo,
¡Ay! en la tierra donde el premio alcanza
El grosero egoísmo
Que representa al vulgo en Sancho Panza

XI

¡Triste poeta! Si a la altura llega,
El huracán le azota,
La luz le abrasa, el resplandor le ciega;
Con fe persigue la verdad ignota,
Lucha impotente en la contienda ruda
Y al fin vacila, flota,
Y rueda a los abismos de la duda.

XII

Él no está donde vive; el ¡ay! profundo
Que le arranca su duelo,
Parece que nos llega de otro mundo.
Y nunca encuentra a su dolor consuelo,
Porque es el malestar que su alma inquieta
La nostalgia del cielo;
Del cielo, que es la patria del poeta.

XIII

Le quema el mismo fuego que le inflama;
Sufrir es su destino
Al pintar las catástrofes del drama,
Los horribles tormentos de Ugolino,
A Nerón, que es la hiena en el osario,
Al lascivo Tarquino
O a Dios, al mismo Dios en el Calvario.

XIV

Con ellos llora, ruge, crece, vacila,
Es débil, es atleta;
Sufre la convulsión de la Sibila;
Goza el místico arrobo del asceta;
Columbra la verdad en el delirio,
Locura de profeta,
Y ciñe la corona del martirio.

XV

Lleva, al par que en la frente la aureola,
En el alma el estrago,
¿Quién dijera que guarda la amapola
Que en los rastrojos mece el viento vago,
En su encendido cáliz el veneno,
Y que es límpido el lago
Porque tiene en su fondo tanto cieno?

XVI

No olvidéis, no, su victoriosa palma;
La gana en una guerra
Que deja herida y desgarra el alma.
¡Dichoso tú en la tumba que te encierra!
¡Ya tu cuerpo halló paz, tu alma consuelo!
¡Yo aun habito la tierra,
Pero mirando sin cesar al cielo!

10 abril 1878

José Velarde

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