Patio c/ Baluarte
A........
¿Conociste a la huérfana Leonora?
Pues era bella como tú, alma mía;
Pues, como tú, tenia
En las mejillas, tintas de la aurora
Algo del cielo en los azules ojos;
Ricas hebras de sol por cabellera,
Preciado almíbar en los labios rojos,
La seducción de la mujer primera
De formas y apostura esculturales
Y el sello de ideal melancolía,
Que guiado por las artes celestiales,
Dio murillo al semblante de María
II
Lo mismo que la tuya, su mirada,
Dulce como un halago, y luminosa
Como el tenue reflejo blanco y rosa
Con que se anuncia el sol en la alborada;
A todo ser por ella iluminado,
Le inducía a soñar cosas del cielo;
Y dotaba de mágica influencia
Llevaba la inquietud al desalmado,
A los tristes consuelos
Y confusión al fuerte y al osado;
Que cuando la inocencia
En unos bellos ojos resplandece,
Y esos ojos nos miran, nos parece
Que escudriñando está nuestra conciencia.
III
Al desplegar su boca la sonrisa
Con que el candor del alma la engalana,
Y que en la tuya siempre se divisa,
Parecía una flor de nieve y grana
Abriéndose a los besos de la brisa.
Y su voz, si es que es voz ese sonido
Que deleita, seduce y estremece,
Que se apaga en el viento y no fenece,
Pues vibra eternamente en nuestro oído,
Cantando una perpetua melodía
Que dulces notas llora,
En confusión armónica, reunía,
Al perderse en el aire un suave giro,
El fervor del acento del que ora,
La languidez de la amorosa queja,
La rítmica cadencia de un suspiro
Y el misterio de un eco que se aleja.
IV
Una palabra sola,
Una mirada amante,
Trocada en el color de la amapola
El rosado matiz de su semblante;
Y de bellas modelos,
En virtudes llevábase la palma,
Pues, sin ser niña, conservaba el alma
Con la pureza que bajó del cielo.
Sensible aún más hermosa,
De la brisa al rumor se estremecía,
Y saturada el alma de poesía,
Al ver una pintada mariposa
Libando en una flor, se sumergía
En gratos sueños de color de rosa.
V
Superaba a su clara inteligencia
El instinto, la fuerza sobrehumana,
Que presta a la mujer sobrada ciencia,
Para arrancar secretos al mañana
Y leer de corrido en la conciencia;
Que cual brota la flor y se abre al viento
En la selva escondida,
Al soplo misterioso de la vida
Que imprime a la creación el movimiento,
Brota en ella la luz del pensamiento
Radiante y virginal, como encendida
Del mismo Dios por el vital aliento.
VI
Esta aserción no extrañes en mis labios.
¿ Cuántas veces el sabio,
Tras una lucha ruda y fatigosa
En que sufre del alma los dolores,
No hallando la verdad apetecida,
La escucha de los labios de una hermosa
Que no ha aprendido más que a coger flores
En los bellos umbrales de la vida?
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Sí; la mujer es arte, y genio, y gloria,
Inspiración y aliento del profeta,
Sibila eterna, musa de la historia,
Corazón, vida y alma del poeta!
VII
Cuanto era angelical y soñadora
La huérfana Leonora,
Era adusta y sombría
La encanecida anciana
Que de escudo en el mundo le servía
Era aquélla el albor de la mañana,
Y ésta la sombra con que muere el día.
Contrarios en sentir sus corazones,
Cuando Leonora habla de ilusiones
Historiaba la anciana desengaños,
Siempre dispuesta a dar esos consejos
Helados por la nieve de los años
Que brotan de los labios de los viejos.
VIII
<< Es cuanto existe, para mí, -decía,
Teñido el rostro de carmín Leonora-
Música, luz, amores y poesía.
Cuando surge la aurora
Arrastrando su manto de escarlata,
En el movible espejo de los mares
Se mira el cielo azul y se retrata;
Canta el ave, y semejan sus cantares
Vibraciones de láminas de platas;
Halla la brisa flores a sus giros,
Y las mece y arrulla con suspiros.
La luz se quiebra en múltiples colores,
Las nubes se revisten de amaranto,
En pebeteros truécanse las flores,
Y en medio del concierto de esta vida
De luces, de sonidos y de amores,
Siento ansias de querer y ser querida;
Una tierna emoción me arranca llanto
Cual si fuese el placer pesar profundo,
Y postrada ante Dios, uno mi canto
Al coro universal que entona el mundo.
IX
Deja, abuela, por Dios, que me desvíe
De tu amarga doctrina. ¿ Acaso puedo
Mirar al mundo, como tú con miedo,
Cuando todo en la tierra me sonríe?
¡ Que te escuche¡ Se niegan mis oídos
Tu voz en mi alma a penetrar no alcanza,
Porque tengo ocupados los sentidos
Con sueños de ventura y de esperanza.
Tu ciencia, en vano con afán me advierte
Que he de ver mi ilusión desvanecida,
Que hallaré la verdad sólo en la muerte,
Que es un sueño la vida,
El placer una sombra, la ventura
Humo vano que el viento desvanece
Y el amor ¡ el amor ¡ luz que fulgura
Un instante tan sólo y desaparece;
Que yo abrasada por oculta llama
Y obediente a la voz de mi deseo,
Que me grita: - Mujer, espera y ama –
En el amor y en la ventura creo;
Y, como de desierto en lo profundo
La palma, al ondular su cabellera,
Da a la brisa, de amor beso fecundo,
Y la brisa en sus alas de topacio
Lleva el beso de amor a otra palmera
Por la senda invisible del espacio;
Con el dulce rumor de una plegaria,
En el silencio de la noche umbría,
Tiernos suspiros con la brisa envía
A otra alma solitaria,
Abrasada de amor el alma mía. >>
X
Y la abuela impasible,
A tales arrebatos de elocuencia
Opoína la lógica inflexible
De su amarga experiencia.
¿Quién venció en este duelo?
¡ Ay ¡ el ángel aquel de ojos de cielo,
Todo fe, todo amor, todo esperanza,
Sintió al fin en su pecho algo del hielo
Que engendra la cruel desconfianza.
XI
Tres años ha pasado, y ya Leonora,
Enfermo el cuerpo, el alma envejecida,
Meditabunda en vez de soñadora,
Piensa mas en la muerte que en la vida.
Pues cree la pobre joven – influida
Por los tristes consejos de la anciana,
Que en combatir toda ilusión se aferra, -
Que maldita de Dios la especie humana
Marcha sembrando males por la tierra.
Ya no ve en la mañana
Un concierto de luces y sonidos,
Ni alegremente engríe
Con sueños de ventura sus sentidos.
Ya, al sonreír el cielo, no sonríe,
Ni el llanto de placer su rostro baña,
Ni a Dios, cantando como el ave, adora;
Llora tan solo de pesar, si llora,
Y creyendo que el diablo la acompaña,
No por amor, por miedo reza y ora.
XII
Si alguna vez el pensamiento lleva
A los pasados años de ventura,
Y el placer en su alma se renueva,
Rechaza ese recuerdo con pavura;
¡Ay! Persuadida de que aquí en el suelo
Es un crimen gozar, y que es preciso
Vivir en el martirio y en el duelo
Para alcanzar después el Paraíso.
Y a sus instintos hace cruda guerra,
Dentro del alma la pasión sofoca,
En dura cárcel su razón encierra,
Desconfía del mundo y le maltrata,
Llora en la soledad como una loca
Y poco a poco su dolor la mata.
XIII
Y al ver que va a morir ¿qué hace la abuela?
<< << Ya llegaste al final de tu calvario.
¡Cómo ha de ser! >>-murmura- y se consuela
Repasando las cuentas de un rosario.
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XIV
Su conciencia se hubiera estremecido
Quizás, a haber leído
Estas frases de duelo y de amargura
Que escribió en un esfuerzo sobrehumano,
Casi al morir, la niña sin ventura
Y que aún estruja su crispada mano
Dentro de la espantable sepultura:
>> Contigo, a quien no he visto, y sé quién eres,
Espíritu del hombre a quien he amado,
Que tampoco me has visto, y que me quieres,
Pues cual yo te soñé, me habrás soñado,
Conversar un momento necesito
Para morir en paz, para dar calma
A la lucha moral en que me agito.
>> Tú eres alma gemela de mi alma,
Desmantelada nave que navega
En el mar proceloso de la vida,
Y nunca a puerto de ventura llega,
Por encontrados vientos combatida
>> Tú podrás sólo comprender mi duelo,
Espíritu invisible,
Tú que gimes cual yo, en el desconsuelo
Sosteniendo una lucha insostenible.
¿Es un crimen amar? ¿Es la esperanza
En las dichas terrenas torpe engaño?
>>¿ Es un bien la cruel desconfianza
Y una felicidad el desengaño?
>>¿La fe en los hombres, el afán de vida,
Las doradas risueñas ilusiones
Que el alma forja de placer henchida,
Envenenan quizás los corazones
Como frutos de planta maldecida?
>> ¿Se acercan mas a Dios quien en la tierra
Huye dichas, placer, encanto, amores,
Buscando del martirio los rigores,
O aquel que, sin luchar con el destino,
La vida goza en calma, en la creencia
De que es nuestra existencia
Inapreciable don del Ser Divino?
>> ¿Debemos sofocar dentro del alma
El ciego impulso que a gozar nos guía?
¿No hay en la tierra paz, dicha ni calma
Ni se pueden hallar en armonía
La razón y el instinto, y los deberes
Con el amor al mundo y sus placeres?
>> Lo ignoro; sólo sé que envenenada
Por la amarga ponzoña de la duda,
He vivido en la tierra desdichada,
De esperanza, de fe, de amor desnuda.
>>Que el alma, en las pasiones con que lidio,
Maltraté con rudeza abominable,
Y el martirio del alma es un suicidio,
Un suicidio moral imperdonable.
>>Sí; en el instante en que morir me siento,
Y en que el alma del cuerpo se separa,
Brilla con nueva luz mi pensamiento
Y mis dudas aclara.
>> Por la tierra a los cielos se camina
Si el amor nos alienta,
Si la dulce esperanza nos sustenta
Y la luz de la fe nos ilumina.
>> Sentir, soñar, creer; así se avanza
Hacia el trono de Dios: hace mas daño
Al alma la cruel desconfianza
Que el amargo dolor de un desengaño.
>>! Espíritu a quien hablo en mi deseo¡
Voy a morir; si en loco devaneo,
Ayer al recordarte maldecía,
Hoy te adoro con tal idolatría,
Que lo mismo que en Dios en tu amor creo.
>> Se unirán nuestras almas: está escrito;
Y tendrán al gozar tanta fortuna,
Su tálamo nupcial en lo infinito
Y a Dios por sacerdote que las una. >>
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XV
Intenta proseguir y ya no puede,
Y estrujando aquel pliego con firmeza,
Inclina la cabeza
Y otra vez al rigor de su mal cede.
¿La ves? Ya va a espirar. De su belleza,
De su encanto y su gracia peregrina,
Tan solo queda un sello de grandeza,
La triste majestad de una ruina.
¡ Pobre niña¡ es un ángel, y se muere
Como el malvado, que en horrible duelo,
Al recordar sus crímenes, infiere
Que no le puede perdonar el cielo.
Su cuerpo en tan raras perfecciones
Amarillo se encuentra y descarnado,
Cual si el fuego interior de las pasiones
Lo hubiese consumido y abrasado;
Márcanse las arrugas de la duda
En su empañada frente;
Late su corazón pausadamente
Sin sangre que a él acuda,
Inerte, débil, frío,
Y muerta ya para pensar la mente,
Truécase en estupor su desvarío.
Quiere ver, y sus ojos, que están ciegos,
Al girar con dolor derraman llanto;
Quiere oír, y oye voces de quebranto,
Quiere rogar, y sordos son sus ruegos;
Y aumentando su angustia y su agonía,
De su oprimido pecho surge un grito,
Y queda inerte la materia fría
Y el espíritu vuela a lo infinito¡
Julio 1876
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