jueves, 30 de noviembre de 2023
Apunte de "Tres poetas de posguerra"
jueves, 23 de noviembre de 2023
Hogar con Hijos
HOGAR CON HIJOS
Con invisibles lazos nos sujetael hijo a nuestro hogar, le da armonía,
lo alumbra, lo perfuma y lo completa.
Ante su faz, radiante de alegría,
huye el dolor que nos devora y mata,
como la sombra ante la luz del día.
Nuestra madre su rostro se retrata
es de dos seres la divina esencia,
nuestro ser que en el tiempo se dilata.
Nos habla como Dios en la conciencia
al par que a las virtudes nos convierte,
nos toma por su augusta providencia.
Y nos presta el poder del hombre fuerte
que, haciendo un sacerdocio de la vida,
aspira a hallar el cielo tras la muerte.
José Velarde
martes, 7 de noviembre de 2023
Los Madriles, "Toros en el Puerto"
Toros en El Puerto
Sr. D. José Navarrete:Afirma usted que el trabajo del torero es ridículo. ¡séa todo por Dios, que la ha vuelto a usted la vista del revés! ¿Son más artísticos nuestros pantalones, más airosas nuestras levitas? Y si la moña le parece repugnante, por tener algo de femenino, ¿qué no debe parecerle nuestro clásico sombrero de copa alta, que a cada paso nos recuerda un mueble, llamémosle así, de inexcusable servicio?
Pero venga usted acá: ¿cómo quiere usted que tengan fuerza sus argumentos contra el toreo, si al lado les pone este bellísimo cuadro?
-Trenes y faluchos, diligencias y vapores, vomitaban millares de pasajeros en el Verjel y en la Victoria.
-Eran de ver, dos horas antes de ir a la plaza, el Colmado, la Fuentecilla, y, sobre todo, el patio y los comedores de la fonda de Vista Alegre, de bote en bote. Encontrábanse allí, y allí cambiaban abrazos y cañas, la gente de Cádiz, la gente de Sanlúcar, la gente de Jerez, la de Lebrija, la de Puerto
Real, la de Rota… todos en pie, todos en movimiento, en torno de aquellas mesas cubiertas de langostinos, debocas de la Isla, de ostiones de conchas, de botellas de vino… ¡Qué voces! ¡Qué ruido de cristal! ¡Qué atmosfera llena de vapores del menudo y del perfume del oloroso y de la manzanilla!-A las tres y media quedábanse desiertos los paseos, las tiendas de montañés y la fonda, e interminables hileras de almas iban para la corrida por las aceras de las calle de Palacio y de la Luna. Inundaban la plaza de la Iglesia, concluían formando una masa compacta, una columna inmensa en la calle de Santa Lucía, y continuaban hasta el circo entre las filas de puestos de abanicos de calaña que alternaban con las espuertas de avellanas, cuyos tíos desgañitábanse gritando: ¡A dos reales la grande, y a probarlas!