martes, 31 de enero de 2023

José Velarde en La Literatura Española en el Siglo XIX


LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX

 

Y el reverso también de D. José de P. Velarde (1849-1892), que, por amor a las musas renunció a la política y a su profesión. No debió costarle magno sacrificio abandonar la medicina, por la que no sentía 
pizca de inclinación, así como debió experimentar dolor agudo al volver la espalda a sus principios políticos. Republicano federal ardiente, aunque de la fracción en 1873, apellidada *los benévolos*, fundó y dirigió en Sevilla El Estado Andaluz, diario donde escribió fondos admirables y defendió sucesivamente la política de Pi y Margall, de Salmerón y de Castelar. Después de la restauración contrajo intima amistad con Juan Antonio Cavestany, entusiasta Alfonsino, y auxiliado por él, se trasladó a Madrid, e, imitando a Blasco y a Palacio, peco de inconsecuencia, acercándose a la situación constituida después del golpe de Sagunto. Una afortunada lectura de poesías en el Ateneo y un artículo de glorificación en el Globo, le crearon en veinticuatro horas una reputación que su mérito no tardó en consolidar. Algo le perjudicó el prurito de mezclar en su arte fantástico ciertos asomos de importuna docencia, pero no hubo sombra que no desvaneciera el esplendor de sus imágenes, la opulencia de su verbo, la múltiple armonía de si ritmo.

Con tales condiciones, se comprende que debía ser un poeta descriptivo como Ferrari, aunque más elevada inspiración y mayor corrección y riqueza de lenguaje, dote indiscutible de la tradición andaluza. Entre sus líricas, descuella Consejos a Carmen, y entre sus poemitas, ¿Pasión o locura?, Meditación ante unas ruinas, Fray Juan, La venganza, y Fernando Laredo.

Fuente: Internet Archive

sábado, 28 de enero de 2023

José Velarde, Solidario

El alcalde de Madrid, en representación del ayuntamiento y con acuerdo unánime de la corporación municipal, ha girado a Sevilla 4.000 duros para que se apliquen a reparar en lo posible las desgracias ocasionadas por el desbordamiento del Guadalquivir.

El poeta (sevillano) conileño D. José Velarde, cuyas poesías han sido tan aplaudidas en el Ateneo, ha entregado a la comisión organizadora del concierto de la Zarzuela 500 ejemplares de su poema Fernando de Laredo, para que sean vendidos durante los intermedios y se aplique su producto en beneficio de los pobres de Sevilla.

También los alcaldes de barrio del distrito de Buenavista han acordado recaudar por sus barrios respectivos los recursos que le sea posible del vecindario con destino a los inundados de Sevilla, pensamiento laudable y digno de ser imitado. 

 Fuente Biblioteca Virtual de Prensa Historica

Foto: Pepe Oportiums

miércoles, 25 de enero de 2023

Velarde testigo de boda de la hija de la Duquesa de Almodóvar

 

           

Ya en estos días está la Sra. Duquesa de Almodóvar repartiendo a sus amigos tarjetas de invitación para ver el equipo de su bellísima hija Isabel, que como es sabido, se casará el 8 del próximo Diciembre con el Marqués de Hoyos.

            Para esta ceremonia vendrán de Madrid, como testigos del novio, el Marqués de Santillana, el Marqués de Villalobar, el Duque de Nájera y D. José Quiñones, agregado a la Embajada de España en Paris.

            Por parte de la novia, serán testigos el Duque de Hornachuelos, hermano de la Duquesa, el Marqués de Bertemati, José Velarde y Manuel A. de la Riva.

            Con este motivo los Duques de Almodóvar darán una comida a los pobres del asilo y docientas raciones de cocido con carne, tocino, morcilla, ensalada, fruta y vino, en las cocinas del Salvador, a doscientos pobres.

            El día 3 de diciembre entregará la señora Duquesa una tarjeta firmada, con la cual se presentarán al Pbro. Monseñor D. Juan Pedro Sánchez Romate, para que dicho señor entregue la papeleta de la ración a cada pobre.


Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa Historica

martes, 24 de enero de 2023

A...

Palomas en La Chanca
A….


¿Sabes, bien mío, lo que es un alma,
Como la tuya, falta de amor?
Canto sin ritmo, flor sin aroma,
Ave sin alas, cielo sin sol.

Todo lo anubla, hiela y acaba,
Falto de amores, un corazón,
Como el silencio, como la sombra,
Como la duda, como el dolor.

José Velarde

Esta poesía se publicó en La Ilustracion Española el 22 de diciembre del 1891

martes, 17 de enero de 2023

Baturrillo de FRAYCANDIL


BATURRILLO

O lo sé de fijo; pero por ahí se dice que el Sr. Velarde ocupará el sillón que dejo vacante en la academia D. Antonio Arnao (q.e.p.d.). También he oído decir que doña Emilia Pardo Bazán será quien sustituya al autor de las Gotas de rocío, lo cual sería una honra para la Academia. Pero recuérdese lo que ha pasado con Galdós. Yo no sé si el Sr. Velarde tendrá méritos suficientes para entrar en la asendereada Corporación oficial de la Lengua. Cuando entró Commeleran, por el mero hecho de saber declinar musa, musae, bien puede entrar Velarde, que, si no es un poeta de fuste, tampoco es un zoquete, ni mucho menos. Claro que Cañete le pone por las nubes; pero Cañete no sabe lo que se dice, y eso que cita a Zola a menudo.

            La Academia estará todo lo desacreditada que se quiera (¡Vaya que sí lo está!); pero yo noto que todo el mundo casi quiere ser académico, incluso aquellos que para nada lo necesitan. La gente que menos falta hace en la Academia son los literatos. Con menos literatos y más hombres científicos acaso no hubiera resultado tan defectuoso el último Diccionario… que es deplorable, la verdad por delante.

            Los más de los literatos no saben una palabra de derecho, ni de fisiología, ni de química, ni de botánica. Véanse las definiciones científicas del léxico oficial, última edición ¿Cómo se ha de definir con claridad y exactitud lo que no se conoce? Cada vez que pienso en los académicos (y pienso muy de tarde en tarde), me viene a la memoria aquel saladísimo artículo de Figaro <<D. Timoteo ó el literato.>> Si, los académicos tienen fama de ser unos Licurgos, y resulta que no saben de la misa la media.

            Valbuena, a vuelta de algunas exageraciones y acrimonias, les ha probado que ignoran el significado de las voces más usuales, ó por lo menos, si no lo ignoran, le trabucan y confunden. Y, á pesar de estas críticas, en el fondo justas y discretas, aún hay quien desea ardientemente figurar entre los inmortales.

            Pasa con los escritores originales que se hacen académicos, lo que con las mujeres hermosas que se casan, que pierden la frescura, la gracia y la esbeltez de las formas. Y así como el matrimonio impone a la mujer sagradas obligaciones, por ejemplo la sumisión y fidelidad al marido, la Academia impone su criterio rancio al escritor, sometiéndolo á la despótica servidumbre del pensar y del sentir oficiales. Es perder el tiempo buscar en los escritos académicos la circulación de la sangre, la savia de la originalidad, la audacia del pensamiento, las expansiones de un corazón que late sin hipocresías ni cortapisas, los arrebatos del dolor humano, los gritos del sensualismo; en una palabra, la explosión de la vida psíquica y fisiológica en todas sus manifestaciones. Representan en el arte el vetusto clasicismo, así en el fondo como en la forma; en el retroceso ideológico y morfológico el empantanamiento de la vida intelectual. Si escriben comedias las subordinan á un fin moral, a la manera de Moratín; si se echan a novelistas, no aciertan á pintar pasiones ni a bosquejar siquiera un carácter; si presumen de poetas líricos, garrapatean odas sesquipedales, imitando a Horacio, elegías y silbas calcadas en las de los líricos del siglo XVI Y XVII. Quieren ser castizos y resultan arcaicos y pedantescos; pretenden ser sobrios y floridos y resultan secos, espartosos y vulgares. Ya se sabe: al hablar de unos ojos femeninos, los comparan con los luceros; al hablar de una boca con la amapola; de un talle gentil, con el junco; de unos cabellos rubios, con los rayos del sol, etc. No saben ahondar en la naturaleza:una descripción clásica del campo recuerda esos paisajes cursis que figuran en algunas cajas de pasas ó de tabacos. La emprenden á ripio limpio con los arroyos, con las flores que nacen a sus márgenes, con la selva tupidas, con los montes escarpados, con las estrellas y la luna(con la luna sobre todo), la casta luna, castidad de la cual se burlaba, si mal no recuerdo, Byron, en su Don Juan.

¿Son críticos? Pues juzgan con la retorica en la mano, sin tener en cuenta para nada los adelantos y transformaciones del arte; mucho citar a Horacio y a Boileau y recomendar a los principiantes la asidua lectura de los clásicos antiguos. Para ellos la moderna literatura francesa no vale un grano de anís. Zola es un indecente, un novelista pornográfico. Esa Tierra (que, dicho sea de pasada se está publicando en  Paris  con excelentes ilustraciones), es un montón de porquerías, de inmundicias, capaces de enrojecer a un carromato. Demás está decir que hablan por boca de ganso, porque ellos no leen a Zola. La antipatía que profesan a Daudet está justificada hasta cierto punto. ¿Quién, si no el autor de Safo, les ha dado el golpe de muerte, la puntilla, como si dijéramos?

No tengo para qué decir que no todos los académicos son dignos del eterno desdén. ¡Cómo he de meter en la colada a Valera, á Campoamor, á Menéndez, Pelayo a Echegaray, y tantos otros que son honra y prez de las letras castellanas! Mi crítica, mi sátira, ó lo que sea, va contra los Cañetes, los Guerra y Orbe, los Cheste… y a propósito de Cheste: ¿Han leído ustedes la oda que publica este señor en La Ilustración Española, contra el amor puro, el amor profano? Declaro que cuando leí aquellos esdrújulos disparatados, sentí la tristeza que se siente cuando se ve a un hombre en ridículo, es decir a un hombre que, presumiendo de serio y formal, opina que se están riendo de él.

Por supuesto que Cañete, al hallarse con Cheste en la Academia, le habrá dicho:

-He leído su oda en La Ilustración. Eso es hermosísimo. ¡Oh! ¡Usted es un gran poeta!

Y asi viven los académicos: engañándose los unos a los otros.

¡Los pobres, que Commeleraán les sea leve!

FRAYCANDIL

Fuente: Internet Archive

miércoles, 11 de enero de 2023

José Velarde en la revista LOS MADRILES

Toros y Chimborasos. 

Escrita por el insigne poeta José Velarde.
    Cada uno de estos tomos vale una peseta. De modo que a los que abonen nueve pesetas; por todo el año 90 le regalamos valor de tres pesetas, y a los semestres valor de dos pesetas, con lo cual resulta que la suscrición viene a salirle a ¡DOS REALES AL MES! o no hay matematicas.
NOTAS. Para obtener estas ventajas es preciso hacer las suscriciones directamente a esta administración, acompañando su importe.
De estos regalos solo disfrutarán  los suscritores de Madrid y provincias.
Fuente: Internet Archive

sábado, 7 de enero de 2023

Fin de Año

                    Fin de Año 
¡Oh, cuánto nombre de grandeza vana 
que se creyó inmortal, desvanecido 
al extinguirse el ultimo tañido
con que anunció la muerte la campana!
¡Cuánto magnate de hoy polvo mañana
que barrerá la mano del olvido,
como barre el Simoun embravecido
la huella de perdida caravana!
¿Qué gloria, que poder que no sucumba?
Cuanto más alto el muro, menos fuerte,
y con mayor estruendo se derrumba.
Todo, al fin en cenizas se convierte,
y atados deja iguales en la tumba
el nivel del olvido y de la muerte.
José Velarde

1896/04/15 Diario de Tenerife, Periódico de intereses generales, noticias y anuncios fin del año

viernes, 6 de enero de 2023

La Academia Española

En la Academia Española

La sesión últimamente celebrada por esta docta Corporación fue presidida por el conde de Casa-Valencia, y a ella asistieron 21 académicos.

El Sr. Cavestany leyó un favorable informe acerca del libro de D. José Velarde Teodomiro ó la Cueva del Cristo.

            El conde de Casa-Valencia designó al señor Picón para que informe acerca de la obra de D. Enrique Corrales, enviada por el ministerio de Instrucción púbica, e intitulada Arte de callar en prosa y verso.

            Se examinaron, para la próxima edición del Diccionario, papeletas del académico Sr. Mir.

Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa Historica

miércoles, 4 de enero de 2023

La España Moderna


LA ESPAÑA MODERNA

Otro poeta joven figura en primer término entre los contemporáneos. José Velarde versifica con elegante facilidad, y aunque el asunto de sus composiciones es limitado, no pinta ni describe sino escenas campestres y paisajes; en esto es tan grande y maravilloso, que bastan las producciones que ya tiene publicadas para asegurarle preferente y distinguido puesto en la posteridad.

El Sr. Velarde posee el idioma castellano en toda su extensión. La riqueza de su vocabulario es infinita, y un gusto supremo para elegir los más adecuados, hacen de sus páginas verdadera acuarela. Más que la  palabras que indica el color, es el color mismo lo que Velarde pone bajo el tipo de su pluma.

Su poema Alegría es una de las mejores pruebas, y a un modo de síntesis de las condiciones distintas que palpitan en el espíritu del vate. Admirador de la naturaleza andaluza en que se ha criado, entusiasta paladín de sus méritos, se prosterna como ante un altar ante un jardín: las flores son para él como divinidades que merecen el holocausto, y ante las que, en nombre de la religión a lo bello, hay que descubrir la cabeza.

Tiene Alegría escenas en que admirablemente se representa la naturaleza en diversos estados y situaciones: ya es el verano con sus rigores meridionales, cuando la era se halla llena de mies, que cruje bajo la planta y brilla como si fuera oro. Velarde describe el girar monótono y lento del trillo; que va separando la espiga de la paja; hace danzar ante los ojos del lector las briznas doradas que, a impulsos del aire, flotan en el espacio; y en medio de esta atmósfera luminosa se destacan las siluetas vigorosas de los gañanes andaluces, de negros ojos, alta estatura y esbeltos talles; el paso tardo del buey que arrastra el trillo; el alegre paso castellano; el caballo del emperador, que llega con el avío de la semana en las anchas alforjas; la noche misteriosa y estrellada en que aquellos labriegos entonan al compás de las guitarras las endechas de amor; el amanecer con sus tintas rosadas y pálidas, y la aparición del sol, astro refulgente y poderosísimo, que inunda de rayos el espacio y viertes sobre Andalucía sus torrentes de oro derretido, son otros tantos asuntos para Velarde, que retrata, no sólo la las grande síntesis naturaleza, sino que, con amor especialísimo, con vehemencia apasionada, va añadiendo detalle a detalle, y pintando con pacienzudo y colorista pincel aquello que ha visto en su juventud.

<< Mon verre est tres petit,

Mais je bois dans mon verre>>

 

Así dijo Alfredo de Musset en unas inspiraciones más espontáneas y admirables. En efecto: muy pequeño es el vaso en que bebe Velarde, pero es del más fino cristal, y llénale el líquido dorado de las bodegas jerezanas, que nació, sin duda, un día en que el sol se metió a cosechero de vinos; y así el liquido que saborea el vate, como la refulgente copita de cristal que lleva a sus labios, son tan suyos, tan propios, tan personales, que no podría pasar a otras manos sin romperse y derramarse.

            Estos poetas, que, no por falta de inspiración, se circunscriben a un asunto y eternamente lo están sintiendo, son en el arte de la literatura lo que el especialista en la ciencia: en fuerza de examinar siempre iguales escenas y personajes semejantes, la atención produce un aumento en las facultades perceptivas, que hace que los ojos del escritor penetren a través de la materia en el fondo de las cosas y extraigan de ese fondo la quinta esencia maravillosa del arte. Es más; la grandeza del asunto no tiene nada que ver con la grandeza artística de la obra.

           

Tal poeta, entonando sus himnos de triunfo y recordando las proezas de Alejandro Macedón, acaso no acierte sino a producir insignificante e insustancial fárrago rimado. En cambio, otro poeta, cantando las desdichas de un niño ciego y huérfano, que ni tuvo nombre en la sociedad ni fatigó jamás a la historia con los hechos de su triste y corta vida, eterniza la propia inspiración, dejándola perdurablemente arraigada en el corazón de los lectores. Así como el arquitecto vulgar que construye edificios modernos morirá con sus obras y nadie tendrá curiosidad en saber como se llamaba, así también el artífice prodigioso que esculpió un sepulcro como el del cardenal Talavera de Toledo, tanto vivirá en la imaginación de las gentes cuanto viva el sepulcro mismo, y aun después que las ruinas le anonaden, en la historia de las artes figurará con excelsos resplandores su apellido.