martes, 22 de octubre de 2024

A S. A. R. la Infanta Mercedes de Orleáns



A S. A. R. LA INFANTA
DOÑA MERCEDES DE ORLEÁNS
CON MOTIVO DE SU BODA

De esmeraldas, diamantes y rubíes
Te ofrecerán espléndido atavío;
Y yo tan sólo lirios, alelíes,
Purpúreas rosas, campesinas flores
Aun bañadas de gotas de rocío,
Donde la luz se quiebra en más cambiante,
Y vividos colores
Que en ópalos, zafiros y diamantes.

En vez del esmaltado pebetero
Donde arde rica esencia, del romero
Que recogí en el monte y del tomillo
Te traigo un hacecillo,
Que te envuelva al arder en mil cendales
Perfumados y azules;
Que en medio de sus blancas espirales
Parecerás un ángel entre tules.

Y por ser, aunque rica, muy pesada
Corona de oro de diamantes llena,
Traigo, para adornar tu sien nevada,
Una de verde mirto y verbena
Por pastoriles manos fabricada.

Que la sonora trompa
Cante tu excelsitud y tu grandeza;
Yo, prescindiendo de la regia pompa,
En mi cantar sencillo
Alabaré tu gracia y tu belleza,
Imitando en el tosco caramillo
El trino del pintado pajarillo
Que anida con su amada en la maleza.

Y en tanto que te diga mil primores
La muy pulida lira cortesana
Del trono, del poder y los honores,
Yo, la humilde aldeana,
Con ruda lengua te hablaré de amores;
Te diré lo que dice a la paloma
Al seguirla el pichón de loma en loma,
Lo que gime la ola en la ribera,
Lo que piensa la luna
De la mansa laguna
Donde su faz de plata reverbera;
Por qué el botón de oro
Abre la flor al beso de la aurora;
En dónde guarda el gnomo su tesoro;
Dónde nace la fuente bullidora;
Por qué busca el milano la alta sierra,
Y el colorín pintado la espesura,
Y cómo, hinchada, rompe su clausura
La semilla en el seno de la tierra.

Y llegará mi voz hasta tu oído,
Blanda como el halago
Con que llega a la flor la onda del lago;
Más amante y más grata que el balido
De la tímida oveja,
Y más dulce y sentida que la queja
Que la paloma enamorada exhala
Batiendo triste y temblorosa el ala
Cuando su tierno amor el nido deja.

¡Y cantaré tu amor! Ama, querube;
El amor es la fuente de la vida
Y todo a amar convida.
La creación es un cántico de amores
Que en cadencioso ritmo al cielo sube;
Ama la errante nube
El espacio en que flota y se dilata;
El espacio se enciende en mil fulgores
A los besos del sol, que se retrata
Con amor en los lagos tembladores;
A los lagos parece que se inclina
La ondulante colina
Para mirarse en líquidos espejos,
Y la estrella sus tímidos reflejos
A otra estrella encamina
Que los suyos le manda desde lejos.


La crisálida se hace mariposa
Cuando el dardo de amor le aguijonea,
Sirviéndole de tálamo la rosa
Que en el erguido tallo se cimbrea;
Con torcido pámpano se enlaza
La vid al olmo, que le presta arrimo
Y lasciva la abraza
Columpiando el dulcísimo racimo;
Es la cóncava gruta
Mansión de amores de la fiera hirsuta.
Pero, ¿qué más, si hasta a las toscas piedras
De muros derruidos,
Amorosas se abrasan verdes yedras
Y van las aves a formar sus nidos?

¡Eres tan bella! Tiene tu mirada
Destellos del lucero de la tarde,
Sonrisas de la luz de la alborada,
Rayos de sol cuando en el cenit arde,
Según miras al triste acongojada,
O sueñas inocente,
O sonríes de amor enajenada.
No cruzan por el cielo de tu frente
Las nubes borrascosas,
Sino esas nubecillas vagarosas
Que cuando toca el sol el horizonte
Se mecen en la cúspide del monte
Cual ramillete de carmíneas rosas.
Y será igual tu dicha a tu hermosura,
Si en el hogar sagrado
Cifras sólo tu bien y tu ventura;
Que es tanta su virtud, que la amargura
Del triste corazón atribulado
Se trueca en él, en plácida dulzura.
¿Ser feliz quieres? Mira el avecilla
Con qué amoroso afán forma su nido:
El esparto, el granzón, la blanda arcilla
En el hueco del tronco carcomido
Une, enlaza y coloca
Trinando alegre y revolando loca;
Para dar a sus hijos blando lecho
Arráncase las plumas de su pecho
Que son todas sus galas;
¡Y después con qué gozo
De sus hijuelos mira el alborozo
E hinchándose los cubre con sus alas!


Ten de amor y virtud el alma henchida;
La virtud purifica los amores,
Y el amor es la esencia de la vida
Como la miel la esencia de las flores.


Sevilla 1878




JOSE VELARDE

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