Aldaba C/ José Velarde
5 Diciembre 19, [18]81, Madrid
Mi querido Velarde: recibí a tiempo una cariñosa carta, y dolores de vejez, que ya me acosan, y negocios de familia, que me traen a mal traer, me han impedido ir a ver a V., porque no quería contestarle por escrito.
En primer lugar mil y mil gracias por haberme dedicado sus preciosos romances de la Ilustración. V. en su carta me llama maestro, pero con sus romances da al maestro cuchillada. Nunca he hecho yo en las mías descripción tan exacta, tan rica y tan verdadera al tratar asunto campestre ni cortesano. Me doy, pues, por muy honrado y favorecido con su dedicatoria, y declaro, sin que nadie a ello me obligue, que cedo el paso y me quito el sombrero ante el nuevo poeta que viene a quitarme el puesto en el género descriptivo. Un ¡viva! Cordial y un ¡gracias! Sincero y a otra cosa.
Antes de ayer fui a ver a Luis Vidart, a quien supliqué que reuniera a V., a Fernández Flores y a Bremón con él para convenir en la fórmula más adecuada para que yo diera a Vms. Por escrito un testimonio público de mi gratitud: supongo que aún no se ha podido por algo efectuar esta reunión, y hoy escribo a V. esta, porque he recibido una por el correos que tal vez me obligue a salir de Madrid dos o tres días antes de lo que creía.
He aquí lo que yo quería exponer ante V. y los tres citados, a quienes considero por mis mejores amigos, puesto que tan desinteresadamente abogan por mi causa.
Creo que caen Vms. En un error, hijo del cariño en que me tienen, que me perjudica inconscientemente en vez de favorecerme.
Dicen Vms. Que soy un gran poeta, una gloria nacional, un genio que merece bien y protección de la patria, etc., etc. Esto, mi querido Velarde, ofende y da celos a todos los que han hecho versos, aunque no sea más que una décima para dar los días a su abuelo, publicada en un periodicucho que haya vivido veinte días. Tal es la condición de nosotros los Españoles, y todos estos ofendidos de quienes voy hablando se creen poeta como V. y más que yo, y acreedores a vivir en la holganza pensionados y mimados por el gobierno. Yo creo que mi cuestión es otra, que nadie quiere entender: mi cuestión mi derecho a la protección es de números y no de letras: V. y Campoamor y Núñez de Arce y otros valen más que yo, porque vienen Vms. Tras de mí con su nuevo germen de ciencia y de poesía, que a mi me faltan; pero yo tengo la desventura de haber vivido más de lo que creí, y ahora de aquí mi problema, que es el que hay q[u]e resolver.
Zorrilla produjo dos o tres mercancías literarias que bajo los títulos del Zap[atero] y el rey, Sancho García y Don Juan Tenorio, entraron en circulación capitalizadas en diez a doce mil rs. cada una; Zorrilla produjo estas mercancías literarias antes de la promulgación de la ley de la propiedad teatral, es delirantes de 1847, y las vendió como antes se vendía estas cosas, cada una de las cuales ha producido legalmente a sus compradores 30, 40 y 50 mil duros. Ahora bien, como la ley no tiene efecto retroactivo, como no acuerda a las obras de ingenio la lesión enorme, Zorrilla mantiene en la Iª quincena de no[viem]bre, con Don Juan Tenorio, a todos los cómicos y los empresarios de España y America, y está expuesto, si llega por maldición de Dios a la decrepitud, a morir en el hospital o en el manicomio, o a pedir limosna en aquellos días en que su obra mantiene a tantos. Y dicen sus amigos a los «legisladores»: «Puesto que la ley no puede amparar a Zorrilla obligando a los que legalmente compraron su obras a partir con él sus enormes ganancias, no dejen morir de hambre en la vejez al que con tales obras creó estos capitales mantiene tantas empresas». Esta es mi cuestión y mi derecho, no mi mérito que es discutible, ni el número innumerables de mis poesías, entre las cuales hay cinco buenas por cinco mil malas; no el favor de la opinión errónea o de la amistad parcial que me llama gran poeta y poeta popular y todo eso a que hay otros que tienen tanto derecho como yo.
A un diputado comerciante, positivo y prosaico, un senador magistrado, o blasonado, ¿qué le importa un poeta?, pero si le explica que una comedia que ha producido cien mil duros al editor no produce un real a su autor, que ha vivido cuarenta años trabajando para comer, mientras su editor ha podido pasearse en coche, y que ahora es ya viejo pide pan para no morir en el hospital, a vista de aquel editor a quien he enriquecido, de aquellos empresarios a quienes sostiene y de aquel pueblo que paga por aplaudirle, aquel diputado y aquel senador comprenderán la justicia con que reclama pan y paz para morir aquel que tanto dinero ha puesto y continúa poniendo en circulación.
Creo, mi querido Velarde, que es el verdadero punto de vista de mi demanda de pensión.
El pueblo ve y aplaude a Don Juan, pero no sabe lo que produce, ni a quién; sabe no más lo que le divierte y es preciso que se le diga lo que vale su dinero y lo que cuesta al autor el divertirle con su [desgracia] Sic Vos non vobis, y lo demás de los cuatro exámetros virgilianos.
Yo no sé, mi querido Velarde, si tendré que marcharme sin verles, pero reúnase V. con Flores y Vidart, formulen mi acción de gracias como les acomode, que yo la firmaré sin leerla, y si [se] les ocurre un modo de procurarme trabajo, sea de periódico u otra cosa, se lo agradeceré, porque todo me vendrá bien, y yo estoy dispuesto a morir sobre el trabajo. De los míos quería hablarles.
Estaré en Madrid hasta el 22, y volveré probablemente del 4 al 10 de enero, pero me volveré a ausentar tal vez para siempre. Y por falta de papel, siempre suyo
J. Zorrilla
Boletín de la Real Academia Española Tomo LXXXVIII Cuaderno CCXVIII Julio-Diciembre de 2008
Cartas de José Zorrilla al poeta José Velarde (1881-1891).
Marta Palenque
No hay comentarios:
Publicar un comentario