jueves, 30 de marzo de 2023

Consejos a Carmen en "La Familia"

A Carmen

I

No me taches de necio o presumido

Si me ves, siendo joven, dar consejos;
Que los que sufren como yo he sufrido,
Antes de ser adultos ya son viejos.

Ni menos pienses que al hablar del mundo,
Lastime con sus males tu inocencia;
Pues sé que no hay delito más inmundo
Que manchar de una virgen la conciencia;

Dentro de poco tiempo, convertida
En hermosa mujer, de niña hermosa,
Entrarás en el campo de la vida,
Como el capullo que se trueca en rosa.


Hoy anhelas que llegue tal momento,
Mintiéndote ilusiones la esperanza;
Cuando llegue verás con sentimiento
Que ese sueño dorado no se alcanza:

Todos se duelen ¡ay! de lo presente,
Viendo la dicha al porvenir unida,
Y esperando un mañana que inclemente,
Mata las ilusiones con la vida.

Juzgando el mundo de delicias lleno,
-Yo quiero ser mujer – dices ahora,
Sin ver que esas delicias son veneno
Que te harán, siendo un ángel, pecadora.

¡Ser mujer! ¡Ay! no sabes lo que quieres,
Por la inocencia tu razón velada:
En el mundo en que sólo ves placeres,
Es, Carmen, ser mujer, ser desgraciada.

Su destino es amar, y el desengaño
Queda tan solo al fin de los amores,
Cual quedan las espinas que hacen daño,
Al deshojarse las marchitas flores.

Si una falta comete, siempre el mundo,
Que se fija en el mal y el bien olvida,
A la pobre mujer burla iracundo
Gozándose en mirarla envilecida.

No ve que es culpa suya aquel delito,

Pues de mil seducciones la rodea,
La empuja, y al caer, da siempre el grito
De -<< ¡Maldita mujer, maldita sea! >>

Y a veces, siendo pura, inmaculada,
La mancha con calumnia fementida,
Robándole la joya más preciada;
Pues la vida sin honra ya no es vida.

El hombre, siempre de malicia lleno,
Busca como el insecto una flor pura,
Liba en ella, le deja su veneno,
Y acaba con su vida o su ventura.

Y el mundo entonces con horrible saña,
Con maldad que a los cielos estremece,
Llama conquistador al vil que engaña,
Y a la inocente victima escarnece.

Ser mujer, es vivir en el martirio,
Sostener fiera lucha de titanes
Con una sociedad, que en su delirio,
Desprecia su virtud y sus afanes.

Ser mujer, es hallarse siempre expuesta
A caer en el fondo de una sima;
¡La vida a veces no caer le cuesta!
¡Y en cayendo, no hay ya quien la redima!

No hay más felicidad que la inocencia,
Que te hace vivir hoy en dulce calma,
Sin recuerdos que agiten tu conciencia,
Sin mas que sueños de oro allá en el alma.

Crisálida, no te hagas mariposa,
Permanece en tu asilo reservado;
No te trueques, capullo, en bella rosa,
No te deshoje el huracán airado.

II

Mas como al fin mujer pronto has de verte,
De practicar estos consejos cuida,
Porque sólo se vence de esta suerte
Las fieras tempestades de la vida.

Huye de la ignorancia, que es el lazo
Donde queda prendida la inocencia;
Y entrando del estudio en el regazo,
Busca la luz, que es Dios, y á Dios, que es ciencia.

Nunca el trabajo te parezca frío,
Si vivir placentera te propones;
Que tras la ociosidad viene el hastío,
Y brotan del hastío las pasiones.

No tengas la humildad en menoscabo,
Que el alma vale más que la materia,
Y el rico en la riqueza es tan esclavo
Como esclavo es el pobre en su miseria.

Ni el sacrificio por el bien te asombre,
Ni un bien pequeño te parezca vano;
Espera mucho en Dios, poco en el hombre,
Y en el más infeliz mira a un hermano.

Entre el instinto y su febril violencia,
Y la razón y su frialdad notoria,
Ten por único juez a la conciencia,
Que da siempre a lo justo la victoria.

Como la vida sin amar no es vida,
En ti el amor asomará riente,
Como de grana y oro revestida
La deseada aurora por Oriente.

Pero no olvides que a la vista un velo
Cubre, cuando el amor el pecho inflama,
Y que aparece como luz del cielo,
La que a veces del infierno llama.


Cuida de no entregar cándidamente,

El tesoro de amor de tu alma pura,
Que puede haber un hombre que, inclemente,
Te arrebate con él dicha y ventura.

Pero no hagas, en cambio, de manera
Que desprecies al verte bien amada;
Pues si desprecias al que bien te quiera,
Serás por el que quieras despreciada.

Como el primer amor es más profundo,
Procura que también sea el postrero;
Que amarga la conciencia en el segundo,
La memoria imborrable del primero.

Huye del coquetismo, que es temible
Por manchar la honradez más esplendente;
Pues todos tienen por mujer posible
A la que a todos corresponde o miente.

Que pierda la coqueta, en sus prolijos
Vanos amores de mentida gloria,
Hasta el amor sagrado hacia sus hijos,
Que después se avergüenzan de su historia.

Y las que así una vez han delinquido
De este fallo veraz nunca se eximen:
<< Todo aquel que una falta ha cometido
Más cerca está de cometer un crimen. >>

Si alguna vez, para vivir honrada,
Necesitas matar el sentimiento,
Lo matas; que es mejor verse apenada,
Que herida por mortal remordimiento.

No te mueva a faltar, de un Dios fecundo,
El perdón que prodiga a manos llenas,
Que no siempre perdonan Él y el mundo,
Los errores de tantas Magdalenas.

Ten un amor tranquilo, dulce, blando;
No pasiones que estallen con estruendo;
Ama como la tórtola, arrullando,
Y no como el león, que ama rugiendo.

(España)  José Velarde

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