viernes, 14 de julio de 2023

Soliloquio



AL EGREGIO POETA (SEVILLANO) CONILEÑO JOSÉ VELARDE
QUE LE HONRÓ OBLIGÁNDOLE A LEERLE EN LA VELADA DEL ATENEO,
SOSTENIDA POR ÉL CON LOS DOS ILUSTRES POETAS MANUEL DEL PALACIO
Y RAMÓN CORREA, DEDICA EL AUTOR EL SIGUIENTE
SOLILOQUIO.
(De mi última brega.)


I

Ya voy, tal vez en horas, a abandonar la tierra;
Pasado he sesenta años con el trabajo en guerra,
Y siento que el trabajo más fuerte es ya que yo;
Aun arde en mi alma la inspiración se encierra;
Aun a mi ser mi espíritu con fe tenaz se aferra;
Luchar aún mi alma puede, pero mi cuerpo no.
Los años, ni el trabajo ni el vicio, le han gastado;
Aun el dolor soporta con brío ó con desdén;
Jamás a mí al espíritu la carne ha dominado;
Yo siempre por la tierra derecho he caminado
Del raudo torbellino social entre el vaivén.
Mas el pesar recóndito, la soledad del alma,
Mi extrañamiento injusto de mi paterno hogar,
La falta de cariño, que los pesares calma,
La sombra de la parra que da más que la palma,
La gloria sin la casa, la vida del azar´
Eso es lo que me falta y eso es lo que me sobra;
Eso es lo que mi cuerpo debilitó por fin,
Y eso es lo que me mata: la duda, la zozobra
De haber perdido el tiempo, que nunca se recobra,
En un afán estéril y en un trabajo ruin.
Sin hijos, sin hermanos, sin tierra, sin familia…
¿Qué soy? –Un paria, un hongo sin hoja y sin raíz;
Un ser, entre los suyos a quien ninguno afilia,
De quien se amparan muchos y a quien ninguno auxilia,
Que haciendo a mil felices no fue jamás feliz.
Un incansable ingenio que mina fue y tesoro
Que enriqueciendo a muchos él solo no explotó;
Un millonario imbécil sin un adarme de oro,
A quien los que explotaron desdeñan sin decoro
Porque explotar por ellos hidalgo se dejó.
Un átomo sonoro y en la aurea vagabundo,
Un son vibrante y claro de un ritmo musical,
Un loco que ha vagado cantando por el mundo,
Un hombre ayer famoso por su poder fecundo
De hacer un ritmo armónico de eco más banal.
Un sol de talco, un astro de azófar desbruñido
Que siempre giró a obscuras desparramando luz;
Tal vez, consuelo y guía del triste y del perdido,
Un redentor apócrifo, que a nadie ha rendido
Trepando a su calvario cargado con su cruz.

II

Se ha dicho… ¿a quién le importa lo que de mí se ha dicho?
¿Ni quién lo cierto sabe? Yo mismo no lo sé;
Algo hay que con mis restos se enterrará en mi nicho,
Y en el mundo cree mil veces lo que urde su capricho;
Mil veces es mentira lo mismo que se ve.
La sociedad, el mundo, esto es, la raza humana,
Compacta, en globo, en masa, no es más que multitud;
La multitud es siempre ó estúpida ó insana;
La gente siempre es vulgo, la noble y la villana,
Cuando a juzgar se mete la gloria y la virtud.
El vulgo cree tan sólo lo absurdo que él concibe,
Y solamente crédito a sus absurdos da;
Según él se los forja, sus ídolos recibe
No más; y le sucede lo que al que en el agua escribe;
Según lo va escribiendo, borrando se le va.
No hay hombres que en si mismo no lleve algo que ignora;
No hay sabio que no ignore lo que saber cree;
Nadie hay que algo no aprenda y olvide cada hora,
Ni quien del alma ajena, por ansia escrutadora,
No crea y no se engañe que la verdad posee.
Mas yo…¿qué en mi calvario no he visto y no he vivido?
¿Qué es hoy lo que en pie queda por donde yo pasé?
¡Se ha barajado el mapa, lo secular se ha hundido,
Los reyes se han fugado… y á todo se ha atrevido
El siglo, sobre todo poniendo audaz el pié ¡
Detente unos momentos ¡oh loca fantasía!
El paso de los siglos a contemplar aquí:
Dilucidemos algo más serio ¡oh alma mia!
Que los delirios bellos de vaga poesía
En que mis largos años desperdicié tras ti.

III

Dios dio al crearle al hombre la idea y la palabra;
Cuajada de elementos la creación le dio:
*cuanto hay en ella-dijole- estudia, explota y labra:
Adán, la tierra es tuya; que sus arcanos abra
Tu inteligencia: vive y se cual te hice yo.
*Serás, según el uso abuso que en ella hagas,
Inteligente espíritu ó estúpido animal:
Tú lábrate tu vida, mas crea y no deshagas;
Del bien te doy los gérmenes del mal entre las plagas;
Libre albedrio tienes, extrae el bien o el mal.*
La raza humana pronto se fue multiplicando,
Y a ser llego, extendiéndose, confusa multitud;
Después, partida en castas, se fue desparramando,
Las unas comprendiendo, las otras olvidando
De su celeste origen la prez y excelsitud.
Las unas fabricaron espléndidas ciudades
A margen de los ríos y a orillas del mar,
Tras si dejando huellas blasón de sus edades;
Las otras se esparcieron por vastas soledades,
Viviendo abyectas, nómadas, ignaras y al azar.
Las unas, explicando su noble inteligencia
A dirigir su espíritu del Creador en pos,
Con grandes creaciones sellaron su existencia;
Las otras, olvidadas de su celeste esencia,
Su raza deshonraron avergonzando a Dios.
La humanidad es bestia; los hombres nacen brutos
A quienes donan luego la ley y educación;
El páramo salvaje no da ni mies mi fruto;
Los pueblos no educados no tienen atributos,
Derechos, ni virtudes, ni nombre de nación.
Los siglos la derrota de su época regulan
Según los elementos que a andar les estimulan
Los unos lentamente y en laboriosa paz,
Los otros con vaivenes que fuerzas acumulan;
Más todos traen sus hombres que en ellos inoculan
Su espíritu, su idea, lo que les presta faz.
El nuestro, en el misterio de sus revueltos años,
Entre cien mil delirios y amargos desengaños,
Entre sus mil utopías y descarríos mil,
Sembró sobre la tierra, tan nuevos como extraños,
Principios, fuerzas, gérmenes y luz, que, en vez de daños,
Bienes del mundo extrajo de su materia vil.
El hizo á centenares novísimos inventos,
Locuras que resultan de utilidad portentos,
De ciencia maravillas, prodigios de poder;
Y aplicaciones nuevas de viejos elementos,
Han sometido al hombre los mares y los vientos,
Y á todo nuevos rumbos han dado y nuevo ser.
El nuestro trae consigo cien genios portentosos,
Campeones de la idea y arcángeles de luz,
Que de la tierra exploran los senos misteriosos,
Y de su seno extraen motores poderosos
Que a sus misterios quitan su singular capuz.
El nuestro trae con Edisson la chispa luminosa
Que de las centurias la voz á atesorar,
Guardando en los fonógrafos la onda sonorosa,
Que a voluntad repite con precisión pasmosa
Lo que los ya pasados dijeron al pasar:
Irrefutable prueba palpable y milagrosa
De que es la inteligencia la luz maravillosa
Con que a los siglos nuevos va el nuestro a iluminar.
El, tras de lento y arduo, mas pertinaz trabajo,
Juntó el carbón y el agua que de la tierra extrajo;
Y encalderando aquélla y encandeciendo aquel,
Rompiendo la onda el buque y el tren salvando el tajo,
Borró distancia y tiempo, lo lejos cerca trajo,
Y se llevó a los pueblos tras de la luz con él.
Y con su luz los pueblos alumbra y civiliza;
Y las ideas dándoles de su progreso actual,
Les da la vida nueva, la ley populariza,
De su cerril instinto la asperidad suaviza,
Y postra el ser del bruto bajo del ser moral.
La luz, que incierta y trémula surgía ayer muy lejos,
Cual chispa fugitiva, sin fuerza y sin reflejos,
La chispa era del rayo; cogióla el siglo al fin,
La puso en un alambre, palabra dio a su vida,
Y hoy a través del globo, del rayo desprendida,
Va a hablar con los antípodas en su último confín
Tal es el siglo nuestro; tal es del diez y nueve
La marcha, el ser, la fuerza, la vida singular;
Y hasta los astros fijos a tantear se atreve;
Y todo lo corrige, lo cambia y lo remueve,
Robando sus misterios a cielo, tierra y mar.
Su evolución es ruda, difícil, trabajosa;
Mas radical, profunda, contante, pertinaz;
Lo viejo ataca y roe como polilla añosa,
Y acaso de las viejas en pie no deje cosa,
Según es de lo viejo derrumbador tenaz
El siglo trae consigo desordenes ignoto,
Fenómenos de climas y tiempos remotos;
Se ve cuánto le cuesta su actual evolución,
Y las montañas tumba con triples terremotos,
Los cráteres vacía de los volcanes rotos,
Y en la aura arremolina ciclón tras ciclón.
Pero a la par que arruina, que borra y que destruye
Como bisonte ciego que arranca de testuz,
Inventa, crea, funda, y espléndido construye,
Y el rayo en sol convierte, y al hombre restituye
Su dignidad, y a su alma y a su mansión da luz.
El trajo entre tormentas de incendios y de estragos,
Entre otros cien, al uno y al otro Napoleón,
Que hicieron en Europa de sangre humana lagos;
Mas trajo, de aire y cielo por los espacios vagos
A desgarrar los velos, a Secchi y Flammarion.
El siglo trae consigo fenómenos sociales
Que escudriñar rehúsa la ciega humanidad
Derechos para todos no quiere nunca iguales
Los que en los pueblos gozan derechos personales
Por leyes y costumbres y vicios de otra edad.
La tierra rueda empero y el tiempo no se para,
Y el siglo avanza siempre de todos a pesar;
Lo sólido se rompe, lo unido se separa;
Y aunque lo trague todo por fin la muerte avara,
Las sociedades siguen su rumbo secular.
En vano los que díscolos de todo controversan,
Cuestiones enmarañan, principios tergiversan,
Y leyes interpretan en son de su ambición,
En su provecho todo lo juntan o dispersan
Los pueblos perturbando sin fe y sin convicción.
En vano, como el búho metido entre las tejas,
La multitud que guarda supersticiones viejas
Que ver ni que se vean no quiere a nueva luz,
Los ojos avizora y aguza las orejas
Y augura grandes males y exhala grandes quejas,
Hipócrita amparándose de la cristiana Cruz.
De nuestro siglo activo la acción no desvirtúa
Lo que a la tierra vino del Redentor en pos;
Su evolución el siglo cumpliendo continúa,
Y ante el poder del siglo ni escila ni fluctúa
Lo que brotó en la tierra por el poder de Dios.
En vano en fieras luchas se empeñan hoy naciones
Que, más que arrebatarse de tierra algún jirón,
Borrar del mundo anhelan su gloria y sus blasones,
Por odios insensatos de razas y tradiciones,
Con rabia de serpientes y saña de león.
En vano de este siglo los grandes elementos
Titánicos inventos y luz intelectual
Con fiero afán aplican a enormes armamentos,
De destrucción a máquinas y a horribles instrumentos
De universales talas de guerra universal.
En vano de la guerra loa héroes feroces,
De fama, sangre y oro con sed y afán rapaz,
Titularán hazañas a crímenes atroces;
Que cuando más desoigan de la razón las voces,
La inteligencia, su ímpetu de dominar capaz,
Recordará a los pueblos de la alma paz los goces,
Y un día a los fusiles destrozaran las hoces,
Y cuando no haya ejércitos se endiosará la paz.
En vano los hipócritas y los soberbios juntos,
De Krupp tras los cañones planteando su asuntos
O alzando por pantalla de su ambición la Cruz,
Entenebrar la tierra querrán por muchos puntos;
Podrá la luz del siglo de muerte dar barruntos,
Podrá surgir un caos… mas volverá la luz.

EPÍLOGO

¿Soy yo hombre de este siglo? Ya yo su fin no alcanzo,
Y lo que en él no he sido no lo podré ya ser;
Mi siglo ante mi corre, y aunque tras él me lanzo,
El corre con el rayo y yo a traspiés avanzo,
Y a cuestas con mis años no puedo ya correr.
Mas me pregunto a solas: ¿Se va la poesía
Con este siglo nuestro, si el de las ciencias es?
¿La ciencia debe a fuerza matar la fantasía,
Y todo bajo el cálculo se va a amoldar un día,
Y a dar va con las Musas el siglo de través?
¿El siglo poesía no tiene por ventura,
Por ser el del progreso, las ciencias y la luz?
¿Las ciencias, el progreso, la gloria, la cultura
No tiene fe, esperanza, ni Dios, ni edad futura?
¿No es luz la fe? ¿Es antípoda la ciencia con la Cruz?
¡Blasfemia¡ ¿Irá la ciencia sin fe y sin esperanza
En pro de la materia de la verdad en pos?
Dios es la verdad suma, el fiel de la balanza
Nivel del universo: si hacia otra el siglo avanza,
¿Tras qué verdad va el siglo si la de Dios no alcanza?
¡Yo nunca he comprendido la negación de Dios!
Dios es quien día a día los siglos encadena,
Quien trae a lo futuro detrás de lo que fue,
Quien de vivientes átomos el universo llena;
Dios es no más quien juzga, quien salva y quien condena,
Porque es quien lee en las almas y las conciencias ve.

IV

¿No hay quien del siglo evoque la poesía muerta;
Y hay luz sin poesía en el que yo viví?
¿Quién tal problema aclara? ¿Quién tal enigma acierta?
Yo ya me voy del mundo, mi tumba está ya abierta:
Si ya no hay poesía, ¿qué va a quedar de mí?
Ferrari, Núñez de Arce, Shaw, Campoamor, Velarde,
Echegaray, Zapata y cano, en quienes arde
La inspiración y el estro y a quienes dejo en pos,
¿Habremos a la tierra venido todos tarde?
Sin fe y sin poesía, ¿Qué luz es la que arde
En nuestro siglo?-¡Halladla: cantad la luz!... y … ¡adiós!

 José Zorrilla

Fuente: Internet  archive

Foto; Pepe Oportiums

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