lunes, 29 de junio de 2020
jueves, 25 de junio de 2020
Pensamiento en La Publicidad
Gabriel de la Riva
PENSAMIENTO
¿Has visto cual toman, Carmen,
del mismo terrón a un tiempo,
amargura la retama,
esencia rica el cantueso,
saludable jugo el quino
y la cicuta veneno?
Pues así del amor toman
los ardientes el deseo,
la estimación los sensatos,
el rencilloso los celos,
la paz el noble y alegre,
y el loco o necio el infierno
Tú en él hallarás la dicha,
pues si fueras planta, a un tiempo
tomarías de la tierra,
de la vid el sacro fuego,
la dulzura de la caña,
y la aroma del romero
José Velarde
sábado, 20 de junio de 2020
¿Vivimos en África?
Diego Gil Román
¿Vivimos en África?
Los
crímenes y atropellos en los ferro-carriles se suceden de una manera
escandalosa.
Tras
el descarrilamiento de Antequera, y el asesinato de Mme. Henrion, la modista
parisiense, ha sido víctima de una escandalosa expoliación en el tren de Andalucía
el célebre y distinguido poeta D. José Velarde, al regresar a Madrid con su esposa
e hijos, al cabo de prolongada ausencia.
Detuviéronse
todos en las Cabezas a pasar algunas horas con un individuo de su familia, y al
llegar a
aquella capital han tenido el disgusto de encontrar casi vacíos,
aunque cerrados, los mundos y baúles, que contenían sus ropas y objetos de
valor, como cubiertos y alhajas.
Los ladrones solo les han dejado los vestidos de los niños de corta edad, sin duda por no servirles para nada.
Este hecho, y otros de su índole y de aun mayor importancia, indican la necesidad absoluta de que las empresas ferroviarias vigilen su personal, tomen precauciones extraordinarias para evitar su repetición, y entreguen a los jueces los que resulten culpables.
Al Sr, Velarde y a su consorte no les han dejado sino lo que llevaban puesto, desapareciendo lo mismo la ropa blanca que la interior.
Las empresas de las vías férreas y las autoridades están igualmente interesadas en el descubrimiento y castigo de los criminales que nos deshonran con sus fechorías a los ojos del mundo civilizado.
Los
ladrones solo les han dejado los vestidos de los niños de corta edad, sin duda
por no servirles para nada.Este
hecho, y otros de su índole y de aun mayor importancia, indican la necesidad
absoluta de que las empresas ferroviarias vigilen su personal, tomen
precauciones extraordinarias para evitar su repetición, y entreguen a los
jueces los que resulten culpables.
Al
Sr, Velarde y a su consorte no les han
dejado sino lo que llevaban puesto, desapareciendo lo mismo la ropa blanca que
la interior.
Las
empresas de las vías férreas y las autoridades están igualmente interesadas en
el descubrimiento y castigo de los criminales que nos deshonran con sus fechorías
a los ojos del mundo civilizado.
El Popular Diario granadino de la tarde' - Época Tercera Año V Número 1164 17 03 1891
jueves, 18 de junio de 2020
martes, 16 de junio de 2020
Alegría canto por canto en "La Ilustración Española y americana"
lunes, 15 de junio de 2020
El campo Santo (La Publicidad, Granada)
sábado, 13 de junio de 2020
Homenaje a Velarde en el Ateneo Gaditano
Juani Amaya
Velarde.- Dice “La Dinastía:”
El Ateneo de Cádiz ha acordado dar el próximo Jueves una velada en honor de la memoria del insigne y malogrado poeta Velarde, que como se sabe estudió Medicina en nuestra facultad. Aquí contaba con muchos y buenos amigos y está indicado que se honre su recuerdo.
Se leerán varias poesías originales del finado y algunas otras que compondrán distinguidos vates de esta ciudad, entre otros los Sres. Ortega Morejón y Julia.
Uno de los socios del Ateneo se encargará de pronunciar el elogio al poeta.
El Guadalete periódico literario y de interés general' - Año XXXVIII Número 11025 01 03 1892
lunes, 8 de junio de 2020
Indice del Almanaque de la Ilustración para 1880
Castilnovo, Gabriel de la Riva
PRELIMINARES:
Año religioso y santoral, por D. Pedro de Alcántara Suarez.
Año
astronómico
Las Estrellas, por D. José J. Landerer.
ALMANAQUE
LITERARIO – Prologo.- Juan de Joanes.- Alonso Sánchez Coello.- Dominico
Theotocopuli (El Greco).- Jusepe de Rivera (El Españoleto).- Francisco de
Zurbarán.- Don Diego Velazque de Silva.- Alonso Cano.- Bartolomé Estéban
Murillo.- Don Juan Carreño de Miranda.- Claudio Coelo.- D. Francisco de Goya y
Lucientes, por D. Pedro de Madrazo.
Va
a venir; monólogo, por D. Eusebio Blasco.
La Niña de Gómez Arias;
leyenda, por D. José Velarde.
Don
Juan de Austria y Antonio Perez, por D. Adolfo de Castro.
La
visión de Fr. Martin (Witemberg, 15 …), por D. Gaspar Nuñez de Arce.
Las
Cenizas de los Comuneros (capítulo de un libro inédito), Por D. Cesáreo
Fernandez Duro.
Doña
María de las Nieves, por D. José Fernandez Bremon.
La
Copa de Oro (tradición), por Don Manuel Reina.
Los
diarios de Madrid leídos fuera de España, por D. Ángel Fernández de los Rios
Cuento
de un Gigante, por D. Leopoldo Cano y Masas.
Las
Fiestas de mi pueblo, por Don Emilio Castelar.
LA
LIRA MEJICANA- El Rústico y el Monarca (romance morisco), por D. J.J. Pesado.
Las
Aves viajeras.- Temítocles.- El Cólera morbo, por D. Manuel Carpio.
La
piedad divina, por D. Alejandro Arango y Escandon.
Hernan
Cortés, por José María Roa Bárcena.
La
guerra civil, por D. José peon Contreras.
El Guadalete periódico político y literario - Año XXV Número 7275 24 12 1879
miércoles, 3 de junio de 2020
Fernando de Laredo en "El Guadalete" de Jerez
Castilnovo, Gabriel de la Riva
Variedades
EL
NUEVO POEMA
En
el ateneo obtuvo el domingo una entusiasta y merecida ovación el joven poeta
sevillano* D. José Velarde, con la lectura de su nuevo poema Fernando de Laredo. Es esta una
producción donde abundan, no solo brillantes descripciones llenas de vida y
colorido, sino pensamientos sublimes, trascendentales, que revelan en su autor
u profundo espíritu de observación y análisis.
El
Sr. Velarde, a leer su último poema donde se muestra muy superior a sus
anteriores trabajos literarios, trae a la memoria aquellos modelos notables de
sencillez y corrección que formaron el
sello distintivo de la clásica escuela sevillana.
El
joven poeta fue entusiastamente aplaudido y con ardoroso cariño felicitado por
el distinguido auditorio que asistió a la velada literaria del Ateneo.
He
aquí ahora tres descripciones que escogemos entre otras no menos delicadas y
perfectas del nuevo poema, oído con extraordinario aplauso y celebrado por
todos en la velada.
Ya
de la choza en el ahumado techo
su
nido abandonó la golondrina
de
barro, plumas y granzones hecho.
Sólo
el abrojo de acerada espina
crece
en campos que azotó el ventisco,
y
los rebaños cuando el sol declina,
famélicos
retornan al aprisco.
Ya
gárrulo, al volar, no mece el viento
hojas,
flores y espigasen los prados,
y
en vano pugna el sol sin ardimiento
por
disipar las brumas y nublados.
La
raíz de las plantas se soterra
sin
encontrar el jugo de la vida
congelado
en el fondo de la tierra,
y
arranca por raudo torbellino
muere
al fin la hoja seca, convertida
en
alfombra crujiente del camino.
El
ave teme desplegar el vuelo,
en
la colmena enciérrase el enjambre,
el
hombre en el hogar busca consuelo,
y
trocados, en fin, la hartura en hambre,
en
páramo el verjel, el agua en hielo,
la
luz en sombras y en fragor la calma,
parece
que gravitan sobre el alma
los
nublados que cruzan por el cielo.
…………………………………………
………………………………………....
Huido,
en tanto el sol tras de la sierra,
la
oscura noche, del malvado asombro,
va
tendiendo un manto por la tierra.
Sigue
el lebrel, latiendo y rastreando,
al
labrador que, con la azada al hombro,
alegre
torna hacia el hogar cantando.
Deja
al pasar en el brumoso ambiente,
resoplando
la acémila cargada,
anchas
columnas de vapor hirviente.
Camino
del establo, la boyada,
que
siente libre la cerviz del yugo,
ramonea
en los árboles sin jugo,
sacudiendo
la esquila destemplada;
el
mochuelo en el nido se imcorpora,
abre
los ojos, a silbar empieza,
y
la alondra, que oyéndolo se azora,
esconde
bajo el ala la cabeza
y
se duerme soñando con la aurora.
…………………………………….
…………………………………….
Acechando
la presa, en la espadaña
rompe
el ave nocturna en un silbido,
al
que responde el lastimero aullido
del
perro del pastor en la montaña.
Lenta
se ensancha al declinar la luna,
perdiendo
en luz lo que en tamaño crece,
como,
menguando en hora, se engrandece
quien
baja al lodazal de la fortuna.
Todo
queda después en calma
que
más miedo produce y más espanto
que
las grandes tormentas en el alma.
Ni
vierte el cielo su nocturno llanto,
ni
luce un resplandor, ni el viento zumba;
denso
nublado el horizonte cierra,
y
al modo de la losa de una tumba
cubre
de sombras y de horror la tierra
………………………………………..
………………………………………..
Por
no apartarse de la iglesia santa,
el
cementerio humilde de la aldea
en
medio de los vivos se levanta.
De
negro barro y de ladrillo rojo
un
muro sin reboque le rodea.
que
ya del tiempo destructor despojo,
a
trechos está unido por bardales
de
apisonada tierra, donde crecen
la
pita, la chumbera y los zarzales,
y
donde en verano florecen
espinos
majoletos y rosales.
La
puerta, sin pintura y carcomida,
al
abrirse o cerrarse para el muerto
parece
que solloza dolorida,
exclamando:
“Venid, que este es el puerto
donde
acaban los males de la vida.”
Dentro,
la vanidad aparatosa
las
cenizas en mármoles no encierra,
pues
dulcemente el campesino posa
en
el regazo de la madre tierra
sin
sufrir ni aun el peso de una losa.
Cubierto
por el césped de verdura,
aquel
paraje destinado al duelo
no
lleva espanto al alma ni amargura.
A
no ser por la cruces de madera
que
señalan las fosas en el suelo,
un
huertecillo alegre se creyera,
pues
cubren los sepulcros y el osario
el
limonero, el brótano y la higuera;
y
no hay más ciprés, que se eleva con anhelo
por
encima del mismo campanario,
para indicar la senda que va al cielo*Donde pone sevillano debe poner: Conileño
'El Guadalete periódico literario y de interés general' - Año XXVII Número 7625 09 021881
lunes, 1 de junio de 2020
Fray Juan en "El Guadalete" de Jerez
CANTO
SEGUNDO
Diez
años han transcurrido desde que Fray Juan abandonó su patria buscando olvido a
la pasión que abrasaba su alma; ni los rudos trabajos, ni la larga ausencia,
hicieron mella en su vivir, ni acallaron los ímpetus de aquella pasión pura y
fugaz que una vez traspasó su corazón y al retornar a los campos de verde
esmeralda de olivares, donde negrea la aceituna pendiente de sus aromas que el
mirlo picotea silbando al posarse entre ellas; vislumbra a su través el terruño
y la iglesia parroquial.
En
este templo cristiano
Todos
cumplen sus deberes;
A
requebrar la mujeres
No
va ante Dios el liviano
El
curioso busca en vano
Esplendores
y grandezas;
Sólo
inspira su pobreza
Recogimiento
y ternura
Y
sólo en su nave oscura
El
pecador llora y reza.
Llega
el fraile a su aldea natal, su cobijo es la iglesia bajo cuyas naves dióle el
bautismo el nombre de cristiano y en la penumbra del atardecer cae de hinojos a
los pies de un Niño Dios, de cera, cubierto de arrebol la faz que el pueblo
venera y lo encuentra más bello que el sol; así como a Madona del Carmelo,
vestida de terciopelo tachonado el manto de lentejuelas.
La
iglesia casi en ruinas
Ostenta
como primores
En
sus altares las flores
Que
llevan las campesinas.
Y
coronado de espinas
Lleno
de sangre y sudor,
Se
ve en el altar mayor,
De
una lámpara a la luz,
Agobiado
por la cruz
Al
Divino Redentor.
A
Fray Juan, calada su capucha, se le oye quedo, muy quedo rezar; la luz de la lámpara
que esta próxima a espirar, reverbera a intervalos sobre la severa faz del Cristo y no se nota
otro rumor que el del vendaval que azota los ventanales.
De
repente aquella calma se interrumpe; lamentos de dolor violento arrancan del
fondo del alma del fraile y una mística embriaguez se convierte en desvarío del
mal que creyó vencido.
Vuelvo
después de diez años
Ya
tranquilo el corazón
Y
ahogada aquella pasión
En
un mar de desengaños.
Y
otra vez sueños extraños
Exalta
mi fantasía
Y
elevado a idolatría
Mi
amor ha vuelto a estallar,
Solamente
al contemplar
La
reja donde la veía
En
vano sus fuerzas ya agotadas, sus carnes demacradas por el ayuno y el cilicio
que la fustigó; en vano de implorar sobre la tumba de su difunta madre podía
deshacerse de una infiel que a su pesar lo abandonó por su padre.
La
fiebre devoradora
Invade
su cuerpo yerto
Y
exánime, casi muerto,
Le
sorprende allí la aurora.
Poco
a poco se incorpora
Al
volver en su sentido.
Y
al arrastrarse aturdido
Buscando
el confesonario
La
esquila en el campamento
Rompe
en fúnebre tañido
Rechina
lentamente la pesada puerta del templo dejando entrever por sus resquicios los albores
matutinos, y en esa semiluz del amanecer entra en la nave desierta hermosa
mujer de altiva frente, esbelto porte y quebrado color; penitenta que fija en
Dios sus negros ojos orlados de círculos morados que solo el dolor dale tinte.
Oculta
la feligresa
Su
triste faz bajo el manto,
Besa
el hábito del santo
Y
se arrodilla a sus pies.
Padre,
murmura después;
Pecadora
contumaz,
Vengo
aquí a buscar la paz:
Y
es de su voz el murmullo
Aun
más dulce que el arrullo
De
la paloma torcaz
Y
entre sollozos y amargos pesares que embargan el alma de la penitenta, deposita
arrodillada a los pies del confesor los secretos del dolor que agudo puñal
traspasó su corazón y el ansiado remedio que busca, le pide para sosegar su
intranquila existencia.
Aun
no era, Padre, mujer
Cuando
un hombre conocí,
Y
al conocerle sentí
Mis
alas de ángel caer.
Era
cuando empieza a ver
La
niña por otro prisma
Y
su alma en sueños se abisma
Y
sin motivo está triste
Y
a su muñeca no viste
Para
vestirse a si misma.
Tras
breve pausa, para dar tregua a enjugar las lágrimas que a raudales vencían sus
ojos, enjugándolas en fino pañuelo de rico olan y reprimir los gemidos de su
pecho, indecisa y con dolorido acento, prosiguió su confesión.
Mi
padre, como una esclava
En
un claustro me encerró,
Y
en matrimonio me dio
A
un hombre que yo no amaba.
Mi
amor en la guerra estaba
En
aquel terrible instante
Y
habrá ¡oh Dios! Quien no se espante
Pensando
en lo que he sufrido
Al
hallar que mi marido
Era
el padre de mi amante.
Al
fraile le invade el terror; los gemidos luchan en lo hondo de su ser; titánicos
esfuerzos hace para no gritar en la tortura inmensa que le oprime, ¡Clara sois vos! Viene el deber en pos y quebrando por el dolor en alto
grado fija su vista en Dios,
Y
sigue: Al hombre aquel
A
ver no he vuelto jamás
De
pena murió??, quizás!!!
Creyendo
a su amada infiel
Yo
impura sueño con el
Vos
santo y de vos tan dueño
Decid;
¿cómo una pasión
Se
arranca del corazón
Y
se destierra del sueño?
Sientése
el fraile ahogarse en su desventura… huye… le faltan brios… y pronunciando el
nombre de Dios rueda exánime y sin vida a los pies del altar.
“Socorro”
quiso gritar
La
penitenta angustiada,
Mas
fijando su mirada
En
el semblante del Santo
¡Es él! Gritó con
espanto
Y
dio en tierra inanimada.
En
tanto escarbando el suelo
La
casa el gallo alborota
Sale
del surco la alondra
Cantando
al alzar el vuelo;
El
obscuro azul del cielo
Se
trueca en vivo arrebol
Mira
a Oriente el girasol
Suena
la esquila en el monte
Enciéndese
el horizonte
Y
surge radiante el sol.
Por
la transcripción,
Isabel
García Pérez
Jerez,
Agosto, 1929
El Guadalete periódico literario y de interés general - Año LXXVII Número 24440 18 08 1929
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