miércoles, 26 de junio de 2013

Velarde y el pregón de la feria de 1976


El 5 del 5 de 2005 recibí una carta que decía:

Mi querido Pepe:

Las fotocopias que te envío de parte de la obra de J. Velarde, no tienen continuidad, pues se ve que lo que elegí en mis lecturas en la Biblioteca Nacional (Madrid) fué una selección de lo que me gustó más.
Está todo incompleto, pero no tiene "desperdicio".
Me alegro de vuestra iniciativa por "hacer justicia" a nuestro ilustre paisano
Un abrazo

Juan Basallote de Alba

En dicha carta venían, además de los poemas incompletos que me decía, el pregón de la feria de Conil del año 1976 y en cuyo margen derecho decía:

Año 2005 - A Pepe Gil, pues pienso que no conoció mi Pregón de la Feria de Conil y en el que "recuerdo" siempre a JOSÉ VELARDE. Un abrazo

El pregón decía así:

Por aquello de que "nadie es profeta en su tierra" entiendo que no debo romper tan augusta tradición, y, consecuentemente, no aspirar a dicho título. Por otra parte, ser hoy profeta en su pura acepción tal vez no sea rentable ya que presiento que puesto de trabajo tan especulativo se halla desactualizado frente a la pragmática y moderna figura del futurólogo, dispuesto a vaticinar con un ligero coeficiente de error qué equipo de futbol quedará campeón en la Primera División de la Liga española o qué nuevo ciclón con nombre de mujer, asolará el día D a la hora H, tal o cual archipiélago de la lejana polinesia.

Vengo simplemente a un acto de auténtico servicio en favor de Conil y de su gente, y ojalá no sea yo el primer defraudado.

No creo preciso afirmaros mi gran cariño por nuestro pueblo. Esta es la gran razón por la cual, estimo haber sido elegido. A pesar de mi alejamiento, (una constante desde que cumplí los trece años); está tan arraigado en mí que su compleja carga de vivencias, éxitos, frustraciones y reivindicaciones, que constituyen su vida cotidiana en una perspectiva general, la hice siempre cosa mía, y legado principal para mis hijos.

Manolo Calderón, con su larga letanía de cálidos elogios ha inflado sobremanera el globo de mi pobre vanidad. Estimo que, o es un gran pintor surrealista, o ese personaje por él descrito es fruto de una ignorada reencarnación preocupante.

Me vais a permitir que rompa moldes en este tipo de ceremonia, por lo demás para mí desconocida. Con el fin de hacerlo lo más soportable posible, elegían estilo más o menos costumbrista, tratando de compendiar con un número muy limitado de pinceladas, y a través de distintos rincones del pueblo, cuál sea parte de su idiosincrasia.

Para tal empresa me he valido de un excepcional “cicerone”: de nuestro gran poeta JOSÉ VELARDE, ese gran desconocido, quien demuestra a lo largo de toda su obra un especial cariño hacia Conil. En cada momento, apelaré a su refrescante cita, pues en muy pocos versos os dirá él de manera acertada lo que yo no lograría en largas y premiosa parrafadas. Lástima de homenaje perdido en la coyuntura del primer centenario de su nacimiento. José Velarde nació en el año 1849, para morir en 1892. perteneció a la escuela de Zorrilla y de Núñez de Arce..

En la tercera parte de su leyenda “Teodomiro o la cueva del Cristo”, y que tituló “La Batalla”, que debió tener lugar en las proximidades de nuestro pueblo, describe cómo cae a tierra el caudillo de los godos, Teodomiro, con lo cual huyen sus huestes de las hordas africanas, éstas al frente de su jefe Tarik. El infame traidor que a espaldas de Teodomiro llega y le asesta a mansalva un tremendo golpe en la cabeza,

“… y a Tarik gritas:-“¡A Mergablo
o a Conil, cual tú la llamas,
y al mismo tiempo cumplan
tus sueños y mi venganza!”

En vísperas de la cruenta confrontación entre los implacables enemigos, el general Tarik había dicho a Muza, impresionado ante la belleza de la costa cuyo dominio ansiaba:

“Sube a la cumbre del monte
Frente tienes a Mergablo,
Que ha describirla no alcanza
El rico idioma que hablamos.

De allí vengo; por hermosa
LUGAR DE PLACER la llamo,
Y ha de llevar ese nombre
Cuando la haya conquistado…”


Esto abona la teoría que defiende la sinonimia entre el vocablo Conil y la expresión de “Lugar de placer” o “Lugar de deleites”

De cualquier modo, Conil, Callet, Cymbilis, Cymbis, o Mergablo, asentada en el fondo de una extensa ensenada orlada por los Cabos Roche y Trafalgar (del árabe Tarif-al-Ghar o “promontorio de Juno”), muestra su blanco caserío en continuo reto al enamorado invasor de épocas remotas, conservando su nombre moruno para recordar siempre como la huella de una experiencia.

Después de este pórtico histórico que nos servirá de punto de partida nos dejamos llevar por el dicharachero repique de las campanas que esta mañana han vuelto a sonar triunfalistas “a turrón y avellana”. Pregoneras ideales de las fiestas se han volcado de alegría desde lo alto del románico campanario del Convento. Velarde ya lo dijo a su manera


Qué alegre acento
El de aquella campana del convento
Que de mi pueblo se alza en la alta loma
Cuando repica por su virgen bella
¡Ni en San Pedro de Roma
Hay campana que suene como aquella!

Y junto al convento, la plaza del Ayuntamiento. Un buen lugar para iniciar nuestro periplo. Es serena y recoleta. Llamada también “La Azoteilla” como su nombre indica es magnífica atalaya que cada amanecer conquista infinitos y luminosos horizontes, para retenerlos avariciosamente por miedo a perderlos. Es dueña y señora de “la gran playa baja”, en expresión de Ernesto Hemingway. Y , al atardecer, la gran apoteosis de los rojos violáceos del ocaso.

Buen lugar para la reflexión, cuando acaba en Conil una nueva singladura. Cuando deja de ser babel, y se dispone a volver a lo suyo: el orden y la calma. Es brusco el contraste, pero deseable. Se impone una reordenación del loco verano poniendo en él nuestros cinco sentidos, porque es auténticamente un interesante polo de desarrollo, tanto en lo que se refiere al capítulo económico como en lo relacionado con un constante perfeccionamiento de nuestra bellezas naturales.

Desde “La Azoteilla sentimos tentación de descender por la empinada calle “De la Virgen”…Siempre nos llamó la atención esta incompleta invocación…”De la Virgen”… no cabe duda que en Conil no podía ser otra que la Virgen de la Virtudes…Por antonomasia…en una discriminación de títulos a la Madre común que no entendimos nunca, y que fueron un elemento más de dispersión entre las pequeñas geografías vecinas, debilitadas casi en permanencia por insignificantes pero continuas batallas dialécticas.
¡Qué gran comunidad de pueblos se hacía con los que integran esta maravillosa comarca!¡Cuánto poder de reivindicación y cuanta garantía de éxito!

Si los objetivos que nos marcamos en el principio de los tiempos están todavía muy verdes e inalcanzables, tal vez sea por esa falta de unidad y de coordinación; ¿por qué no formar pequeños consorcios, eficaces cooperativas en todos los órdenes económicos, afirmando esta voluntad de unión y de común esfuerzo? Sería una excelente forma de luchar y desterrar así terribles males como el de la emigración, únicamente justificada ésta como manifestación inequívoca e independiente de la verdadera libertad del hombre al elegir, como, primordial derecho, el punto de residencia para sí y para los suyos.

La calle de la Virgen tuvo en otros tiempos, dentro de las fiestas patronales, un papel preponderante. Era la arteria principal del ferial que, partiendo de la gran explanada adyacente a “La Azoteilla”, y hasta la Puerta de la Villa, se llenaba materialmente de guirnaldas, farolillos de todos los colores, puestecillos y rifas de toda índole, ruletas de la …”mala suerte” en las que estaba y sigue estando programado que debe “tocar” una de cada cien veces. Poco a poco nuestros bolsillos entraban en peligroso “picado” anestesiados con el venenillo del premio que nunca llegaba…Pero eso es y será la feria… Se trata de adquirir un poco de alegría al precio que sea. Es lo de menos.

La calle de La Virgen era, como decía, la gran “vedette”. Para ella, toda la iluminación. Asombrados, contábamos los chiquillos en las vísperas la riada de bombillas multicolores. Se hacía inevitable que admirásemos a esta calle como la elegida, la gran favorita. Dos auténticas instituciones se asentaban en ella: el puesto de turrón de Eugenia y la “positiva”

¿Qué habrá sido de tan simpática señora? ¡Qué anzuelo tenía para vender sus turrones! Terminaba la Feria,, recorría el pueblo entero, casa a casa, “colocando” sin problema alguno todas las existencias. Los conileños, ya contaban con esta grata visita, adquiriendo los padres la dosis suficiente para prolongar las fiestas unos días más en la intimidad de sus hogares. De esta forma no se hacía tan rígida la fría frontera entre la prodigalidad veraniega y la sobriedad del invierno, porque hay que aclarar que prácticamente no existían las estaciones intermedias.

En cuanto a la “positiva”, el otro fenómeno que anualmente se repetía en dicha calle consiste en un tinglado fácilmente improvisado, un negocio verdaderamente “positivo” que atraía a las masas – al igual que las tómbolas de hoy – hasta desplumarlas despiadadamente, a cambio de una macilenta muñeca o de un vulgar salero que hacían las delicias del afortunado de turno… Pero, eran tan sugestivas aquellas tiras de papel multicolor con su interminable escalera de tentadores numeritos de la suerte… ¿Quién no probaba?
Más, por encima de todo, la vida aparecía grata y riente, envuelta en el halo del ensueño y de la fantasía. Extraña mescolanza de puestecillos frágiles y coloristas, ofreciendo su heterogénea mercancía. Grandes espuertas de con garbanzos químicamente blancos; piñonates luciendo un inequívoco rebozo de polvo callejero: qué importancia tenían esos microbios más, unas invisibles miasmas…¡Estaba tan rico! Y el pirulí de la Habana, azúcar hecha caramelo, con forma cónica y envuelta en sugestivos papeles de color.
Y el vaho de los incomparables tejeringos de la inefable Bernarda…

No podía concebirse la feria sin este puestecillo de madera pintado de verde… ¡Anda, que estás más visto que el mostrador de Bernarda…! ¿Quién no oyó alguna vez esta sentencia?

Pero, volvamos de nuevo aunque sea brevemente, al punto de partida: a la gran explanada del Convento y la Laguna, cuartel general de las atracciones. Allí se montaban los famosos caballitos de la empresa Moreno, durante muchísimos años. Eran el epicentro de toda la feria: toda ella giraba a su alrededor. No recuerdo otros caballitos más bonitos ni mejor hechos. Blancos, lustrosos con las crines al viento, pudiendo más velocidad, se movían sin embargo cadenciosamente a los suaves sones de un viejo organillo, y aprovechando la energía motriz de una paciente e incansable mula, familiarizada con todos nosotros. Era todo un acontecimiento en las vísperas de las fiestas presenciar el montaje de los caballitos, que, repito marcaban la pauta y abrían fuego para todo lo demás. Para las vecinas “cunitas” que nos elevaban a espacios siderales… Para el tren… Había añorado siempre Conil poseer una estación de ferrocarril… Este pequeño pero sugestivo tren también de la misma empresa, que ejercía entonces un autentico monopolio, había llenado ese hueco aunque de manera perentoria. En nuestra infantil fantasía hacíamos largos recorridos, cerrando los ojos para hacernos a la falaz idea de un cambio en los horizontes… El estridente silbato rompería el encanto anunciándonos el final de recorrido.

A título anecdótico recordaré que por aquel entonces se inauguraba en Conil el cine sonoro…Mi abuelo le llamaba “los cuadros”… Bueno, no iba muy descaminado pues al fin y al cabo es la correcta traducción de la palabra inglesa “Picture”… En aquella feria que recuerdo, ponían una de las primeras películas con sonido se llamaba “Mercedes”, y nos legó una canción sentimental y pegadiza. Otra se titulaba “Susana tiene un secreto”, protagonizada por una de las estrellas de moda, Rosita Díaz Gimeno… y así tuvo lugar una verdadera avalancha de este nuevo y revolucionario invento, que mucho más tarde se perfeccionaría con la técnica del color. Poco antes habíamos tenido, como precursores del cine sonoro, una serie de Films que ofrecían determinados sonidos, no registrados en bandas sonoras, sino a base de discos grabados y sincronizados con las correspondientes imágenes: en esta línea estaba el “Capitán Blood” , atronando la sala con el estampido de los cañones; o la interminable serie de las películas del oeste americano, con las fabulosas galopadas del caballo de Ton Mix o de Tom Tyler… Esto era el no va más para nosotros, pequeños muchachos que despertábamos a la vida. Y no creáis, Reina y Damas aquí presente, que os hablo de los tiempos de María Castaña, simplemente, pertenecen a la generación de vuestros padres, los chiquillos de entonces… Por aquellos días moría en accidente aéreo el genial Carlos Gardel, rey de los tangos, poco después de protagonizar aquella película suya “Luces de Buenos Aires”…

Bueno, no es correcto que me haya salido de los anales de la historia de Conil para entrar descaradamente en la Historia Universal del cine.

Dejando atrás viejos recuerdos de ferias ya lejana, nos tomamos un respiro en la bonita glorieta que llamamos Puerta de la Villa, que conecta con la zona intramuros a través del arco de su nombre.

Puerta de la Villa… ¡Cuánto honor! Porque París y Madrid también tienen el titulo de Villas…

Con el “Postigo”, al otro lado del pueblo, el Arco de la Villa era una de las cuatro puertas que tenía el recinto amurallado, defendido por un sólido u grueso cinturón de piedras, a manera de diminuta “muralla china”, como tantas otras vigentes aún por esos mundos de Dios, por aquello del “hombre lobo para el hombre”, nada menos que columna vertebral de la teoría absolutista de Tomas Hobbes en su esperpéntico “Leviathan”.

La vía de penetración del Postigo se orientaba hacia el mar, lugar por el que surgieron las diferentes incursiones musulmanas.

Es la Puerta de la Villa, vanguardia conileña. Con su variopinto e incesante bullir está constantemente dando la bienvenida al forastero que nos visita. Es a manera de síntesis y condensación de la vida conileña; autentico mentidero y colector de todos sus latidos. De ella, de su ya insuficiente mercadillo, parte del torrente circulatorio que llevará los más variados productos de la mar y del campo hasta la más lejana y modesta economía. Una rica gama de variedades indígenas, en cantidad y calidad suficientes como para enarbolar orgullosos el estandarte de una auténtica autarquía culinaria.

Finalmente, la Puerta de la Villa era, y no sé si lo sigue siendo, lugar instituido por la costumbre, como fuente natural del Derecho, para centro de libre contratación laboral: por el mero hecho de permanecer en ella, en posición expectante, se estaba en situación de recibir la más peregrina oferta de trabajo.

De ella, parte la “Carrera Larga”, amplia y llena de posibilidades.

Dos grandes edificios le dieron caché: la todavía llamada Casa del Duque y la Capilla de la Misericordia con el hospicio.
La "Carrera Larga", prolongada hoy considerablemente, excitaba también fácilmente nuestra infantil imaginación; nos traía a la memoria estampas relativas a la vida romana; pretenciosos y exhibicionistas patricios discurriendo por ella, como si de la Vía Veneto o la Vía Apia se tratara, con toda su carga de "potestas et imperium".
Su final era la estratégica "Peñita", paraje de inusitada belleza paisajística, también vigía de los mas amplios y hermosos horizontes gracias a su privilegiada altitud... Repetidas veces jugamos a ser unos Pérez de Tudela, descolgándonos en tres mil peripecias tragi-cómicas hasta bajar al "Pozuelo", buscando el rio convertido ya en ría en aquel punto, en un cambio de sexo obligado por el cercano mar. En sus aguas acabaríamos refrescándonos como Dios nos echó al mundo, cual auténtico pioneros del actual nudismo escandalizante.

Obligado es hacer una parada cuando del Duque me dispongo a hablar.


No hace falta que determine a que Duque me refiero. Indefectiblemente, al señor de Medina Sidonia, monopolizador en exclusiva de todos los resortes del poder y de su obligada aliada la propiedad. La Casa del Duque; la Torre del Duque; las Almadrabas del Duque… Era el “leit motiv” y símbolo plenipotenciario de toda una época que echó largas e imperecederas raíces. “A CONIL VOY, A POR ATÚN Y A VER AL DUQUE”… Era inconcebible ir a la Villa y no visitar al dueño absoluto de vidas y hacienda. Cuando los dones están tan irregularmente repartidos, falla la ley física de los vasos comunicantes fácilmente surge la figura adusta, centralizadora y absolutista de un Duque cualquiera, que en aquella coyuntura histórica le tocó ser al de Medina Sidonia, siendo por tanto el título mero accidente, pura circunstancia…

En lo que atañe a las famosas Almadrabas de Duque, de la lectura del libro de Pablo Antón Solé, “los pícaros de Conil y Zahara” he llegado al conocimiento de que las mismas eran las mas famosas, no sólo por la preferencia que por aquellos lugares manifestaban los atunes, sino también por el número de picaros que acudían a realizar en ellas sus hazañas. Fenicios, romanos y árabes habían hecho famosa estas almadrabas, en unión de las de Aguas Amarga, Cabo de Gata, Balerna, Tarifa, Tuta y Castilnovo. La mayor pesca de la que hay noticias fue de 140.000 atunes en el año 1541. En los días que duraba la pesca se daba ocupación a unos mil trabajadores, cuyos jornales variaban desde tres hasta diez reales diarios. La industria del atún fue entregada a Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, entre otros privilegios y mercedes que le otorgó el rey Don Sancho el Bravo. A los descendientes de guzmán se les concedió posteriormente los títulos de Conde de Niebla y Duque de Medina Sidonia.”

De tanto emporio, sólo quedan ruinas y recuerdos.

Andando los siglos, la figura del almadrabero y el chanquero no se extinguirían fácilmente. Suprimidas las almadrabas de nuestras aguas y enriquecidas en desigual coyuntura otras poblaciones vecinas, se hizo obligado el periódico éxodo de familias enteras que tendrían que asentarse durante unos meses lejos de sus hogares. No tanto como lo pareció dada la escasez de medios de locomoción que impedían valorar debidamente las distancias. Luego, se verían compensados con el alegre retorno cual eternas golondrinas repatriadas; felices y contentos, aprovechaban los más peregrinos medios de transportes para reintegrarse a sus blancas casas del barrio de Pescadores, desde cuyos miradores seguirían contemplando el anchuroso mar de sus destinos.

La polifacética del conileño, es ancestral pluriempleo, quedó ya plasmada en estos versos de Velarde:

Pero sé hacerlo todo
Regar un huerto, arar el secano;
Lo mismo a hocino que a tijera podo,
E igual desmonto la dehesa,
Que a arreglar las salinas meto mano
O llevo al arrecife una calesa.

¡Que bella panorámica la del Molino Viento
¡Y qué pena no haber conservado y restaurado los Molinos de Conil!

Llenarían de luz y color las eternas marinas conileñas. De acuerdo a que son vestigios de técnicas hoy superada, pero ello no debe ser motivo de olvido, pues, desde estas líneas, al Ayuntamiento de Conil, para que anote en la agenda de sus proyectos.

Y, haciendo camino al andar, cual diría Machado, hemos llegado a la Plaza. No haría falta añadir de España, porque en Conil decir la Plaza es suficiente. En unión de la Puerta de la Villa, con la que conecta a través de un gracioso arco de medio punto, constituyen un complejo sociológico que se nos escapa en su justo y entero contenido.

En los difíciles tiempo de posguerra, hizo de autentica torre vigía o de control. En aquella sociedad desconcertada y desesperada surgieron rumores malignos: el fraude y el estraperlo. Y no era infrecuente que asomaran por los pueblos en visita de inspección, multitud de agentes de la Administración Central, cuya misión oficial era la de descubrir ciertas irregularidades en el comercio y distribución de los llamados artículos de primera necesidad. Cualquier tipo extraño, llegado en el coche correos, era acogido con la mayor reserva, divulgándose tal acontecimiento en un periquete por todos los meridianos de la población, alertando así a todas aquellas persona afectadas, y que eran protegidas paradójicamente por sus propias víctimas, en un holocausto absurdo e incomprensible. Es obvio decir que era entonces la Plaza la única vía de penetración, ya que prácticamente no existían vehículos privados que pudiesen filtrarse por la retaguardia.

Es también la Plaza, mentidero y lugar de citas y reuniones.

Fue y sigue siendo el paseo por excelencia, con su incesante ir y venir, para madurar, en su flujo y reflujo, ideas y proyectos los más dispares. Una auténtica institución, púes hubo un tiempo en que incluso llegó a marcar impersonalmente la hora del comienzo de la sesión de cine, ya que al parecer, el conileño necesitaba dar un número determinado de vueltas y revueltas en el simpático recinto, para saturarse, en una palabra, y estar a punto de admirar o repudiar más tarde el inminente espectáculo cinematográfico.

Fue (que ya no es), lugar recoleto, de observación y de relajamiento, pasados los rigores de las horas más calurosas del día. Quien, por otra parte tuviera necesidad de ver a alguien o de ser visto, resolvería fácilmente la cuestión, sentándose en la terraza de alguno de sus bares. Por la Plaza (exagero tal vez), tenía que pasar el conileño al menos una vez al día… Un autentico rito… O simplemente una necesidad… La puntual llegada del llamado por eso “Coche de la hora”, era un espectáculo solemne lleno de colorido, al mismo tiempo que salpicado de cierto suspense porque gustaba saber quién viajaba y por qué… La pregunta afectiva aunque aparentemente indiscreta no se hacía operar, quedando así satisfecha tan oficiosa curiosidad.

¡Que variopinto espectáculo la llegada del coche la hora!

Hoy ya no es igual. Ya no hay sólo coche de la hora. El titulo repartido entre varios, ha perdido interés. Tantas llegadas salidas, tanto trafico desordenado y caótico están contagiando a mis paisanos de indiferencia y vanidad, dos terribles males del siglo… ¡Lástima que les esté atacando el mismo virus de las grandes poblaciones…!

Hoy se llama “Plaza de España”: un título que además será conflictivo, pues el nombre de la Patria es algo indiferente a las cambiantes ideologías de los sucesivos poderes. Mas no ocurría así en otros tiempos cuando recibió otros nombres políticamente caducos.

También José Velarde plasmó, con su ingenio esta curiosa circunstancia:

Afluye del lugar la vida toda
A la plaza en que está el Ayuntamiento
Plaza cuyo dictado se acomoda
Al partido de más predicamento
Si el poder el retrógrado conquista
El nombre lleva de Isabel Segunda
Y de La Libertad, si el progresista
Coge el látigo y suelta la coyunda
En vista de lo cual los grandes hombres
Que gobiernan el pueblo han acordado
Poner en una tabla los dos nombres, uno por cada lado
A fin de que si ocurre una revuelta
Con volver la tablilla pronunciado se quede el pueblo
Y la cuestión resuelta

Contrariado por la falta de tiempo para seguir penetrando en los lejanos y gratos recuerdos de nuestro pueblo, pongo punto y final a estos apuntes con la esperanza de no haber sido pesado verdugo vuestro que convierta nuestras alegres fiestas en odiosa cámara de tortura; pero no sin antes decir a la Reina, nuestra Soberana, que con todo este rollo no he pretendido otra cosa que dar a conocer algo de los que en un momento dado fue Conil pueblo que vais a regir durante todo un año: una gente honesta, leal y responsable.

Os pido que no lo gobernéis a la manera ya caduca de los reyes absolutistas; sino más bien apoyada en una nueva y prometedora concepción de la monarquía.

Que vuestras Damas sean para vos un auténtico Consejo Regio. Y, juntas todas, sumando tanta belleza y vitalidad, sepáis ser a manera de diosas de una mitología, que colméis a este pueblo de satisfacciones en todos los órdenes, velando por la fecundidad de sus campos y el enriquecimiento de nuestro mar, ambos presupuesto para la esperanza y la realidad de esta querida geografía.

4 comentarios:

  1. Que interesante pregón no solo por las menciones que hace de Velarde sino por los recuerdos de otros tiempos del pueblo

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  2. Bonitos pasajes de la fisonomía y de la historia de nuestro querido pueblo.

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  3. Muy interesante la descripción que hace de Conil, incluyendo textos de José Velarde. Me ha encantando el recorrido del pueblo a través de su historia.

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  4. Muy interesante este pregón, que a pesar del tiempo transcurrido, por su contenido, nunca envejecerá, y fabulosos los puntales poéticos de Velarde. Gracias Pepe por esta entrada.

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