sábado, 15 de junio de 2013

Toros y Cañas

TOROS Y CAÑAS

I

Todo en la ciudad es fiesta,
regocijo y algazara,
y ecos de guzlas, clarines,
atabales y dulzainas.

Verdes juncias y romero
alfombran calles y plazas,
en terrados y alminares
hay banderas desplegadas,

y colgaduras de seda
con rapacejos, y franjas,
y bordados y divisas
engalanando las casas.

En apretados cordones
ó en tropel las gentes ganan,
luciendo vistosos trajes,
la plaza de Vivarambla,

donde moros y cristianos,
el hierro trocado en gala,
hoy con júbilo celebran
fiesta de toros y cañas.
Titus Bar y Fuente Nueva


II

Tal se llenan los andamios
que crujen bajo la carga,
y en los altos miradores,
azoteas y ventanas

ó en riquísimos estrados
de telas adamascadas,
venciendo al sol se presentan
las huríes africanas.

Cuadro de tal hermosura
jamás se ha visto en Granada,
tan famosa por el brillo
de sus torneos y zambras.

El cielo sin una nube,
templado el sol, tibia el aura,
que se impregna del aroma
de las flores y del ámbar;

en huecos y graderías
la multitud apiñada,
vestida de mil colores
que la luz aviva y cambia;

los rostros todos alegres,
las aposturas gallardas:
tal la escena, que no hay pluma
ni pincel para pintarla.

Los hombres lucen emblemas
en capellares y adargas,
en bonetes y turbantes,
en plumas, joyas y magas;

y las damas terciopelos,
y tafetanes, y gasas,
recamos de pedrería,
volantes, vivos y randas.

Aquí flotan alquiceles
guarnecidos de esmeralda,
los albornoces, las tocas
y los lazos de las bandas;

allá los ojos deslumbran
del oro el reflejo gualda,
el brillo de los diamantes
y el fulgor de las miradas.

Junto al negros de Etiopía,
el beduino de Arabia;
entre el marroquí y el turco
el moro de la Alpujarra;

al lado del sibarita
el guerrillero almogávar;
y entre libres andaluzas
hermosas griegas esclavas.

Y á tal cuadro que el sentido
suspende, deleita y pasma,
se junta el loco concierto
del aire de las sonatas,

el relincho de los potros,
el redoble de las cajas,
y requiebros, y suspiros,
y gritos y carcajadas.

III

Suena el clarín, y el concurso
como por ensalmo calla
y lleva ansioso la vista
a las brillantes escuadras,

que salen de pronto al cerco
tan lujosas y bizarras,
que hacen prorrumpir á todos
en vítores y alabanzas.

Miden y parten los jueces
el sol, el campo y las armas,
y ordénanse las cuadrillas,
y frente a frente se paran.

Rigiendo va la moruna
el arrogante Abenaya,
jinete en potro morcillo
con la crin desmelenada.

Membrudo, la tez curtida,
rubia y sedosas la barba,
apretado el entrecejo,
altanera la mirada,

abierto al desdén el labio,
y voz recia y dura el habla,
todo en el moro es firmeza,
gallardía y arrogancia.

Lleva en bonete leonado
plumas negras y moradas,
como anunciando tristeza
ó marchitas esperanzas;

capellar y toca azules
con que sus celos delata,
marlota color de sangre
que lo es también de venganza;

y en el adarga esta letra
entre hierros y guirnaldas:
He de ser correspondido
por fuerza, si no de gracia.

IV

Todos le aseguran el laureo,
que es de león su pujanza
y muy señor, aunque fiero,
de sí mismo y de las armas;

pero en la tierra andaluza
no goza de menos fama
el denodado caudillo
de la cuadrilla cristiana.

Mozo, y esbelto y forzudo,
la cabellera castaña,
trigueño, y los ojos pardos
que acarician ó amenazan,

con la sonrisa enamora,
y seduce con la gracia,
y rinde su cortesía,
y su altivez avasalla.

Viste, en señal de agasajo,
de los moros á la usanza,
pero defiende su pecho
con la cruz de Calatrava.

Verdes, porque mucho espera,
lleva el bonete y la manga,
y asimismo la marlota
de oro y piedras recamada;

el capellar amarillo
y por cifra en el adarga
un pájaro y este mote:
Tan libre como mi alma.

Más con la voz que con hierro
rige una yegua alazana,
que el jaez lleva cuajado
de campanillas de plata;

de tal sangre y tan airosa,
que si el jinete la para,
sacude la crin, relincha,
se encabrita, bufa y piafa,

y al andar, encorva el cuello,
de espuma el petral se mancha,
y en vivo tropel las manos
hasta la cincha levanta.

V

Hacen señal los clarines,
pífanos, trompas y cajas,
y veloces como el viento
se arremeten las escuadras.

Corren, huyen, se revuelven
unas con otras se traban,
y todo es polvo y estruendo,
y confusión y algazara.

Más bien que juego, parece
que se riñe una batalla,
tal ofenderse procuran
hierro haciendo de las cañas.

Con una hirió el castellano
al arrogante Abenaya,
mas no se le vio la sangre
por llevar marlota grana;

y en tanto que se repone
del golpe que le malpara,
ve descender una toca
del estrado de su dama,

y que el joven nazareno,
al correr de su alazana,
la recoge de la arena
y se la pone por banda.

Correr quisiera a vengarse;
mas gritando - ¡Aparta, aparta!
los jueces dan fin al juego
y echan un toro a la plaza.

VI

Colorado, cervigudo,
negra y agudas las astas,
fruncida y hosca la frente,
espesa la cola y larga,

finos y cortos los remos
y de fuego la mirada;
jamás vio tan brava fiera,
Guadalquivir en sus aguas.

Ligera sale, y embiste,
y atropella y desbarata;
y párase, y desafía,
y babea, y bufa, y brama.

Los cobardes se retiran,
los valientes se recatan,
el concurso se impacienta
y el toro la arena escarba.

Al ver tal, el caballero
de la cruz de Calatrava,
toma un rejón, y a la fiera
con paso sereno marcha.

Acállase el vocerío,
tiemblan medrosas las damas,
mírale el toro suspenso
y la multitud pasmada.

La fiera atrás se retira
para acrecer su pujanza,
tuerce la cola, y embiste
ciega y bufando de rabia.

Por tres veces acomete,
otras tres se ve burlada,
y rompe en un alarido
la muchedumbre otras tantas;

hasta que al fin el mancebo
el hierro agudo le clava,
quiebra el rejón, y da el toro
en la arena ensangrentada.

Ensordece el vocerío
con que celebra su hazaña:
las mujeres le saludan,
los caballeros le aclaman;

pero el mozo no desea
más premio que una mirada
de aquella hurí de los cielos
de cuya toca hizo banda.

Mas ¡ah! la ve sin sentido
en el seno de Abenaya,
que, furioso, con el puño
y la vista le amenaza.

Entonces se enciende en ira,
en vivos celos se abrasa,
palidece, ruge, ciega,
y, herida de muerte el alma,

espolea los ijares
de su yegua jerezana,
que, partiendo como un rayo,
fuera del coso le saca.
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