A LA EXCMA. SEÑORA DUQUESA DE ALMODÓVAR DEL RIO
Juguete literario escrito con pies forzados
Doliente el cuerpo, la cabeza bomba,
El carácter más agrio que un caramba,
Y trocada la cítara en zambomba,
Llevo una vida zurda, tuerca y zamba,
Retirado en Conil, que es otro limbo,
Hecho rival de Cincinato y Wamba.
No descuelgo la péñola, no timbo;
Huyo de la política y del bombo,
Despreciando laurel, corona y nimbo,
Y hoy paloma, si ayer ladino rombo,
Al puerto del olvido pongo el rumbo,
Como a las Indias púsolo Colombo.
No ando como en Madrid, de tumbo en tumbo;
En mi oído el viento del rencor no zumba,
Ni ante el prestigio del poder sucumbo.
Y ajeno a lo que se alza o se derrumba,
Gozo aquí en plena vida de la sombra,
Soledad y silencio de la tumba.
Si abatido mi espíritu se asombra,
Fijo la vista en la campestre cumbre,
Del mar, la explayo en la ondulante alfombra,
O sin miedo a que airado me deslumbre,
La llevo al sol cuando al cénit se encumbra,
A encandecer el ánimo en su lumbre.
Mas de nuevo retorno a la penumbra,
Que adormeciendo el corazón del hombre
A la paz del olvido lo acostumbra.
De la gloria y poético renombre
Desengañado, se me da un cohombro
Y me enfada que el público me nombre.
De vanidades mi camino escombro,
Y dejo de inocentes al enjambre
Ir al Parnaso con la cruz al hombro.
La poesía, casada con el hambre,
Al mozo más viril convierte en hembra,
Me lo pone más flaco que un alambre,
Errores mil en su cerebro siembra,
Doblega su carácter como a un mimbre
Y la razón a palos le desmiembra.
No quiero por lograr excelso timbre
Que de la envidia el látigo me tunda,
El huracán de la ambición me cimbre,
El orgullo me amarre a su coyunda,
En sus redadas el error me prenda
O el rayo de las iras me confunda.
-Velarde -me dirás-no hay quien te entienda;
-¿Del arte, que es tu vida, renegando,
Vas a poner de ultramarinos tienda?>-
Señora, no; si blasfemé nefando,
Es porque siempre que me subo al Pindo
Como potro cerrero me desmando,
Sin freno corro, hasta que al fin me rindo,
Cuando ampararme de un peral pretendo,
Encuéntrome a la sombra de un mal guindo.
A lo sublime la subida emprendo,
Y sin querer en lo vulgar me hundo;
Ser dulce ansío y en furor me enciendo;
Y tanto me atropello y me confundo,
Que voy de un lado a otro cual zaranda
Por la cosa mas minima del mundo.
Sin andar el numen a mi pluma manda,
La carrera al mediar, vira en redondo,
Y lo que anduvo a su pesar desanda.
Si en derredor del pensamiento rondo,
Ante mi vista pertinaz se esconde,
Y dar no puedo en sus entrañas fondo.
Esta carta lo prueba; quien la sonde
De sentido común la hallará monda,
Pues a idea ninguna corresponde.
Quise hacerla expresión sentida y honda
Del vivo afecto que a tus pies me rinde,
Afecto del que mi alma se halla oronda,
Y tal atropellé por toda linde,
Que merezco, por bárbaro, que mandes
Que atado por la gola se me guinde.
¡Qué apuros paso al escribir tan grandes!
El hilo a cada paso se me trunca,
Cual cóndor volar quiero de los Andes,
Y sin un palmo levantarme nunca,
Sobre el haz de la tierra vuelo enclenque
Cual murciélago vil de una espelunca.
Dame al llegar aquí con el rebenque
Con que al forzado dábase en el anca
Y arrójame al poético palenque.
O si quieres mejor, coge una tranca,
Y porque más no escriba ponme renco,
Ya que escribo, señora, con la zanca.
No te importe si listo cual podenco
Huyo del tranco en el primer arranque,
Que pronto platáreme como un penco
Vuélveme a apalear cuando me atranque,
Y tu mano bandita me destronque
Para que nunca al escribir me estanque.
Ni temas que me duela ni me abronque
Aunque el cuerpo en mil partes se me trunque,
Que no hay a valeroso quien me ronque.
Haz de martillo tú, yo haré de yunque,
Y de mí escribírase con ahínco
Otra especie de cano arma virumque.
Al llegar a este punto doy un brinco,
Para ver si me salgo del atranco
En que mas hondo cada vez me hinco.
Quiero ponerme en cada pata un zanco,
Pero me sale la intención podenca,
Y los pelos de cólera me arranco.
Es mi musa una pícara mostrenca,
De vuelo tardo, de carácter bronco,
Merecedora de curtida penca,
Y yo un escribidor cansado y ronco,
Que a una rama me voy y a otra vengo,
Sin coger nunca el árbol por el tronco.
La desdicha me viene de abolengo;
Tal me va la salud que en tenguerengue
Por divino milagro me mantengo.
Soy feo, según dicen, como el mengue;
Donde quiera que voy sirvo de mingo;
Causo mas empalago que el merengue.
Desconozco el descanso del domingo;
La sartén jamás cojo por el mango,
Y me caigo de bruces si respingo.
Y aquí señora se acabó el fandango
De estos tercetos, cuya loca chunga
Demuestra que Velarde es un zanguango,
Sin arte, ni talento, ni sandunga.
Conil José Velarde
Este poema está recogido en la Ilustración Española y Americana
Juguete literario escrito con pies forzados
Doliente el cuerpo, la cabeza bomba,
El carácter más agrio que un caramba,
Y trocada la cítara en zambomba,
Llevo una vida zurda, tuerca y zamba,
Retirado en Conil, que es otro limbo,
Hecho rival de Cincinato y Wamba.
No descuelgo la péñola, no timbo;
Huyo de la política y del bombo,
Despreciando laurel, corona y nimbo,
Y hoy paloma, si ayer ladino rombo,
Al puerto del olvido pongo el rumbo,
Como a las Indias púsolo Colombo.
No ando como en Madrid, de tumbo en tumbo;
En mi oído el viento del rencor no zumba,
Ni ante el prestigio del poder sucumbo.
Y ajeno a lo que se alza o se derrumba,
Gozo aquí en plena vida de la sombra,
Soledad y silencio de la tumba.
Si abatido mi espíritu se asombra,
Fijo la vista en la campestre cumbre,
Del mar, la explayo en la ondulante alfombra,
O sin miedo a que airado me deslumbre,
La llevo al sol cuando al cénit se encumbra,
A encandecer el ánimo en su lumbre.
Mas de nuevo retorno a la penumbra,
Que adormeciendo el corazón del hombre
A la paz del olvido lo acostumbra.
De la gloria y poético renombre
Desengañado, se me da un cohombro
Y me enfada que el público me nombre.
De vanidades mi camino escombro,
Y dejo de inocentes al enjambre
Ir al Parnaso con la cruz al hombro.
La poesía, casada con el hambre,
Al mozo más viril convierte en hembra,
Me lo pone más flaco que un alambre,
Errores mil en su cerebro siembra,
Doblega su carácter como a un mimbre
Y la razón a palos le desmiembra.
No quiero por lograr excelso timbre
Que de la envidia el látigo me tunda,
El huracán de la ambición me cimbre,
El orgullo me amarre a su coyunda,
En sus redadas el error me prenda
O el rayo de las iras me confunda.
-Velarde -me dirás-no hay quien te entienda;
-¿Del arte, que es tu vida, renegando,
Vas a poner de ultramarinos tienda?>-
Señora, no; si blasfemé nefando,
Es porque siempre que me subo al Pindo
Como potro cerrero me desmando,
Sin freno corro, hasta que al fin me rindo,
Cuando ampararme de un peral pretendo,
Encuéntrome a la sombra de un mal guindo.
A lo sublime la subida emprendo,
Y sin querer en lo vulgar me hundo;
Ser dulce ansío y en furor me enciendo;
Y tanto me atropello y me confundo,
Que voy de un lado a otro cual zaranda
Por la cosa mas minima del mundo.
Sin andar el numen a mi pluma manda,
La carrera al mediar, vira en redondo,
Y lo que anduvo a su pesar desanda.
Si en derredor del pensamiento rondo,
Ante mi vista pertinaz se esconde,
Y dar no puedo en sus entrañas fondo.
Esta carta lo prueba; quien la sonde
De sentido común la hallará monda,
Pues a idea ninguna corresponde.
Quise hacerla expresión sentida y honda
Del vivo afecto que a tus pies me rinde,
Afecto del que mi alma se halla oronda,
Y tal atropellé por toda linde,
Que merezco, por bárbaro, que mandes
Que atado por la gola se me guinde.
¡Qué apuros paso al escribir tan grandes!
El hilo a cada paso se me trunca,
Cual cóndor volar quiero de los Andes,
Y sin un palmo levantarme nunca,
Sobre el haz de la tierra vuelo enclenque
Cual murciélago vil de una espelunca.
Dame al llegar aquí con el rebenque
Con que al forzado dábase en el anca
Y arrójame al poético palenque.
O si quieres mejor, coge una tranca,
Y porque más no escriba ponme renco,
Ya que escribo, señora, con la zanca.
No te importe si listo cual podenco
Huyo del tranco en el primer arranque,
Que pronto platáreme como un penco
Vuélveme a apalear cuando me atranque,
Y tu mano bandita me destronque
Para que nunca al escribir me estanque.
Ni temas que me duela ni me abronque
Aunque el cuerpo en mil partes se me trunque,
Que no hay a valeroso quien me ronque.
Haz de martillo tú, yo haré de yunque,
Y de mí escribírase con ahínco
Otra especie de cano arma virumque.
Al llegar a este punto doy un brinco,
Para ver si me salgo del atranco
En que mas hondo cada vez me hinco.
Quiero ponerme en cada pata un zanco,
Pero me sale la intención podenca,
Y los pelos de cólera me arranco.
Es mi musa una pícara mostrenca,
De vuelo tardo, de carácter bronco,
Merecedora de curtida penca,
Y yo un escribidor cansado y ronco,
Que a una rama me voy y a otra vengo,
Sin coger nunca el árbol por el tronco.
La desdicha me viene de abolengo;
Tal me va la salud que en tenguerengue
Por divino milagro me mantengo.
Soy feo, según dicen, como el mengue;
Donde quiera que voy sirvo de mingo;
Causo mas empalago que el merengue.
Desconozco el descanso del domingo;
La sartén jamás cojo por el mango,
Y me caigo de bruces si respingo.
Y aquí señora se acabó el fandango
De estos tercetos, cuya loca chunga
Demuestra que Velarde es un zanguango,
Sin arte, ni talento, ni sandunga.
Conil José Velarde
Este poema está recogido en la Ilustración Española y Americana
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