sábado, 25 de agosto de 2012

Pedro el bastardo

Torre de Guzmán
DRAMA EN TRES ACTOS Y EN VERSO ORIGINAL DE
DON JUAN ANTONIO CAVESTANY Y DON JOSÉ VELARDE

Estrenado en el TEATRO ESPAÑOL el 4 de diciembre de 1888
__________-------____________

A los Excmos. Señores
Conde de Toreno y Don Francisco Silvela

Dedican esta obra
Los Autores

PERSONAJES
_______

AURORA
IRENE
RODRIGO
EL CONDE
BERNARDO
BELTRÁN
MENDO
NUÑO
DON ALVAR
GARCÉS

Escuderos, hombres de armas, servidores del castillo
_________________________

Época de acción, siglo XII

ACTO PRIMERO
___________

Glorieta en medio de una selva. A la izquierda una cabaña. Paisaje agreste. Peñas y árboles

ESCENA PRIMERA

NUÑO, GARCÉS.

(Garcés aparece en escena. Nuño sale al levantarse el telón

Garcés.-- Hola, Nuño. ¿Ya de vueltas?

Nuño.-- Amigo Garcés, adiós,
que á la aldea llegar quiero
antes que se ponga el sol.

Garcés.-- ¿A qué tal prisa? Es temprano.
¿Vienes del castillo?

Nuño.-- No.
¿Qué nuevas por aquí corren?

Garcés.-- Aquí no hay más que temor,
al saber que vino el Conde
con sus huestes de Aragón.

Nuño.-- ¿Nos temen estos villanos?

Garcés.-- Al Conde; á nosotros no.

Nuño.-- Aquí le tendrán en breve.

Garcés.-- ¡Si dicen que vino!

Nuño.-- Error.

Garcés.-- ¿Adonde le habéis dejado?

Nuño.-- Prisionero se quedó.

Garcés.-- ¡Bah! Me engañas.

Nuño.-- Prisionero
en dulces lazos de amor,
por Irene, la heredera
del señorío de Alós.

Garcés.-- ¡Hembra noble y poderosa!

Nuño.-- Por eso la pretendió.

Garcés.-- ¿Y ella al cabo ha consentido?...

Nuño.-- Al Conde nuestro señor,
á nada de lo que pide
hay quien le diga que no,
pues llevando con el ansia
aparejado la acción,
no bien algo ha pretendido
cuando ya lo consiguió.

Garcés.-- O se lo toma por fuerza
para saciar su ambición;
testigos, Nuño, sus pueblos,
á quienes temo que hoy,
les arrebate lo poco
que al partir se les dejó.

Nuño.-- No pienses que tales quejas
me ablandan el corazón
es cualidad del villano
denostar á su señor.

Garcés.-- Cuando es codicioso...aleve...

Nuño.-- Y lo mismo cuando no.

Garcés.-- ¡Oh pecheros infelices!

Nuño.-- Mira, Garcés, el mejor,
si como nació sin uñas
nacido hubiera león
con sus zarpas y sus dientes
llenara al mundo de horror.

Garcés.-- Ninguno igualara al Conde.

Nuño.-- De cobarde condición
el villano, sus acciones
no esmalta con el valor,
las rebaja y las enloda
con la astucia y la abyección.

Garcés.-- No bien los conoces, Nuño.

Nuño.-- Por siempre líbreme Dios
de villano engrandecido
y de pacato señor.

Garcés.-- Si vieras los sufrimientos...

Nuño.-- ¿Acaso no sufro yo?

Garcés.-- Pero tu vives...

Nuño.-- Luchando
con la morisma feroz,
mientras ellos en la plaza
murmuran tomando el sol.

Garcés.-- ¿Ha sido dura la guerra
según parece?

Nuño.-- ¡Pues no!
De trescientos que allá fuimos
hemos vuelto ochenta y dos.

Garcés.-- ¿Y ganasteis?...

Nuño.-- Casi un reino.


Garcés.-- Pues el que allí no quedó
buen botín habrá alcanzado.

Nuño.-- En estos lances de honor,
con sacar libre el pellejo
me contenté siempre yo.

Garcés.-- ¿Pero el botín?...

Nuño.-- Si lo hubo
fue todo para el león.

Garcés.-- ¡Ya te duele!

Nuño.-- No me duelo.

Garcés.-- Te dolerás, vive Dios,
bien pronto, de haber servido
á ese bastardo feroz.

Nuño.-- ¡Es tan brioso... tan fuerte!...
Si le vieras como yo
arremeter a los moros,
le tomarás afición.

Garcés.-- Tan sólo tú le defiendes.

Nuño.-- Me entusiasma su valor.

Garcés.-- Eres un mozo inexperto;
ya le odiarás

Nuño.-- Eso no.

Garcés.-- ¡Quiera Dios que nunca tengas
que deplorar tu adhesión!

Nuño.-- ¡Que el Conde no te halle al paso,
buen Garcés, pídele á Dios!

ESCENA II

DICHOS, MENDO


Mendo.-- ¡Garcés el pastor y Nuño!...

Garcés.-- Bien venido.

Nuño.-- ¡Bravo Mendo!
¿Tú por aquí?

Mendo.-- De mal grado.

Nuño.-- Yo, en cambio, lo estoy de bueno.

Mendo.-- Cuando pensé en el castillo
regalo dar á este cuerpo,
que aporrearon los moros
y los caminos rindieron,
molido y roto le traigo
por las peñas de estos cerros.

Garcés.-- ¿A qué bueno?

Mendo.-- ¿Lo sé acaso?
Pregúntalo al majadero
que me ordenó que estuviese
esta noche en este puesto.
¿Y tú á qué vienes? (A Nuño.)


Nuño.-- A holgarme
con mi familia en el pueblo.

Mendo.-- ¡Buenas albricias te aguardan!
De quien me manda reniego
pasar al raso la noche
en tan agrios viricuetos.

Garcés.-- Este sí que es de los míos.

Mendo.-- ¿De los tuyos? No comprendo.

Garcés.-- Que eres más franco que Nuño.

Nuño.-- ¡Qué ha de ser!

Garcés.-- Y de más seso.

Mendo.-- Hablad claro, ¡vive Cristo!
pues maldito si os entiendo.

Garcés.-- Se trata...

Mendo.-- ¿De qué?

Nuño.-- Pues dice
Garcés, como todo el pueblo,
que es nuestro Conde un tirano.

Mendo.-- ¿Dice tal?

Nuño.-- Y yo lo niego.

Garcés.-- ¿Quién tiene la razón?

Mendo.-- Más vale
que tal discusión dejemos.

Garcés.-- El temor tus labios sella

Mendo.-- No sé si lo odio o le temo.

Garcés.-- ¿Y de valiente haces gala?

Mendo.-- Sólo con él no me atrevo.

Garcés.-- ¿Te hechizó acaso?

Mendo.-- ¿Quién sabe
á lo que debe el imperio
que sobre todos ejerce?
Yo sólo sé que el más terco
y arrebatado del mundo
es á su vista un cordero.

Nuño.-- No hay hombre más atrevido
ni hazañoso en todo el reino.

Garcés.-- Dios le hizo bravo, por darle
algo de fiera, hasta en eso.

Nuño.-- Espanto causa á las gentes
menguadas de nuestros tiempos
ver en un cuerpo de bronce
una voluntad de hierro

Garcés.-- Una cosa es ser valiente
y otra traidor y perverso.

Nuño.-- ¿Te atreves?

Mendo.-- (Aparte) (Razón le sobra)

Garcés.-- Y lo que digo lo pruebo.

Nuño.-- El pastor es atrevido.

Mendo.-- Es un tirano en efecto.

Garcés.-- ¡Si como yo conociérais
de su grandeza el secreto!...

Mendo.-- ¿Cuál es?

Nuño.-- Dila

Garcés.-- Os diré sólo
que para lograr el feudo
que rige hace cuatro lustros,
cometió un crimen horrendo.

Nuño.-- ¡Si se lo otorgó el Rey mismo!

Garcés.-- ¡Lo usurpó!

Nuño.-- Voces del pueblo.

Garcés.-- El pueblo no sabe nada.

Nuño.-- ¿Y tú sí?

Garcés.-- Lo sé de cierto.

Nuño.-- Pues me presumo que caro
te ha de costar el saberlo.

Mendo.-- Basta de murmuraciones.

Garcés.-- ¡Un odio á muerte le tengo!

Mendo.-- ¿Qué te hizo el Conde?

Garcés.-- Bien poco.
Por orden de ese perverso
vi a mi padre en la picota.
¡Aun de espanto me estremezco!

Nuño.-- ¿Fuele traidor?

Garcés.-- Fue tan sólo
sabedor de aquel suceso

Mendo.-- Loco estás cuando murmuras,
después de tamaño ejemplo.

Nuño.-- Señores voime á la aldea.
Adiós Garcés; adiós Mendo.

Mendo.-- Espera, me voy contigo
á estar de aguardo en mi puesto.
(Vánse Nuño y Mendo)

Garcés.-- (Viéndoles irse) Vengarme del Conde.... ¿Cómo
Si á los suyos tiene ciegos?

ESCENA III

GARCÉS, AURORA

Aurora.-- ¿Con quién hablabas?

Garcés.-- Con gentes
que de guerrear han vuelto
con el señor.

Aurora.-- (Aparte) (Quizá sepan
algo esos hombres de Pedro)
(Alto.) ¿Quiénes son? ¿Cómo se llaman?

Garcés.-- Nuño el uno : el otro Mendo.

Aurora.-- ¿Y vienen?

Garcés.-- Pues de la guerra.
¡Ha habido allí una de muertos!

Aurora.-- ¡Dios mío!

Garcés.-- ¿Qué tienes?

Aurora.-- Nada.
He andado por mucho tiempo
en espera de mi hermano
y fatigada me siento.

Garcés.-- ¿Al cabo vuelve Rodrigo?

Aurora.-- Esta tarde. Mensajero
de su venida fue un monjeque con él de Oriente ha vuelto.

Garcés.-- Pues voy a ver el ganado
é iré á salirle al encuentro.

Aurora.-- Gracias, Garcés

Garcés.-- A avisarte,
si llega, vendré al momento. (Vase Garcés)


ESCENA IV
AURORA

Aurora.-- ¡El corazón se me oprime;
la cabeza se me va!...
¡Y mi Pedro que no llega
á librarme de este afán!...
En cambio vuelve mi hermano
para robarme la paz...
Su mirada en mi conciencia
cual rayo penetrará;
el secreto de mis culpas
él y mi padre sabrán,
y moriré de vergüenza
si no muero á su puñal.

ESCENA V

AURORA, EL CONDE. El Conde lleva traje de soldado

Conde.-- ¡Aurora!

Aurora.-- ¡Pedro!

Conde.-- ¡Bien mío!

Aurora.-- ¡Pensaba no verte más!

Conde.-- ¿Cómo así?

Aurora.-- ¡Tardabas tanto!

Conde.-- Pues aquí me tienes ya.

Aurora.-- ¡Maldita, maldita guerra;
maldito Conde, además!...

Conde.-- Abrázame, Aurora, y cesa
de maldecir e increpar,
que todo lo que no es beso
me suena en tus labios mal.

Aurora.-- Pues júrame que en la vida
á la guerra volverás
con ese Conde maldito
que tantas penas me da.

Conde.-- ¿Y que haré? ¿Con una rueca
ponerme contigo á hilar?
Soy soldado

Aurora.-- Hazte labriego
y viviremos en paz.

Conde.-- ¡Inocente!

Aurora.-- Tú no sabes
cuán terrible es el afán
que el corazón me desgarra
cuando a la guerra te vas
Hambre, frío, hierro, peste,
amenazándote están...
¡No quiero, pedro, no quiero
que á la guerra vuelvas más!

Conde.-- Te daré gusto, bien mío,
más ven conmigo á gozar
en un retiro ignorado
de eterna felicidad.

Aurora.-- ¡Pedro!...¡Por Dios!... ¿Y mi padre?

Conde.-- Empeñado como está
en casarte con Rodrigo,
¿qué puedes de él esperar?
Y luego, ni le vi nunca,
ni me conoció jamás.

Aurora.-- Echémonos á sus plantas.

Conde.-- ¿Para qué? No has de lograr...

Aurora.-- ¡Me propones un delito!
Hartas culpas tengo ya
que reprocharme.

Conde.-- ¿Y si viene
Rodrigo y vuestra hermandad
convertir pretenden ambos
en lazo matrimonial?

Aurora.-- ¡Ay, Pedro, si tu supieras!...

Conde.-- ¿Qué ocurre?

Aurora.-- Que ha venir va;
que acaso ha llegado...

Conde.-- Aurora,
¿y aun te atreves á dudar?

Aurora.-- ¿Y mis padres?

Conde.-- ¿Y nuestra dicha?

Aurora.-- ¡Afligir su ancianidad!

Conde.-- ¿Y amas tú? De amor no sabes,
ni has sabido, ni sabrás.

Aurora.-- Pedro ¡me partes el alma!

Conde.-- ¿Ni cómo puedes pensar
que he de permitir que otro hombre
te mire amante á la faz?
Antes murierais á un tiempo
uno y otro á mi puñal;
él, por haberte mirado,
tú por dejarte mirar.

Aurora.-- ¿Qué hacer, qué hacer, Virgen santa?
Sé prudente por piedad....
Rodrigo es arrebatado.

Conde.-- ¿Te atreves a comparar
á ese villano conmigo?
Ante mi vista no más,
como perro apaleado
á mis plantas se echará

Aurora.-- ¿Pero quién eres que así
le pudieras fascinar?
¿Quién eres que así me arrastras?

Conde.-- Quien tan alta te pondrá
que alas de azor necesite
para poderte alcanzar.

Aurora.-- Entonces me has engañado,
me has perdido...

Conde.-- ¿Por qué tal?

Aurora.-- ¡Y soñaba en ser tu esposa!...

Conde .-- Si me sigues, lo serás.

Aurora.-- Tú no eres simple soldado:
lo he debido adivinar.

Conde.-- Si te quiero, ¿qué has perdido?

Aurora.-- ¿Me quieres, di? ¿No es verdad?

Conde.-- ¿Lo dudas, Aurora mía?

Aurora.-- Si me dejaras de amar
me moriría; soy tuya,
y como el hierro al imán,
á donde quiera que vayas
contigo me arrastrarás.

Conde.-- Pues bien, esta noche...

Bernardo.-- (Desde dentro) ¡Aurora!

Aurora.-- ¡Mi padre! (Con terror.)

Conde.-- (¡Voto a Satán!)

Aurora.-- ¡Huye!

Conde.-- Al toque de oraciones
volveré; dispuesta está
para partir.

Aurora.-- ¡Eso nunca!

Conde.-- ¡No me hagas desesperar!
A la oración: no lo olvides.

Aurora.-- No; no me esperes.

Conde.-- (Aparte al irse.) (Vendrá)


ESCENA VI

AURORA, BERNARDO

Aurora.-- ¿Me buscabas padre mío?

Bernardo.-- ¿Qué tienes hija del alma?

Aurora.-- ¿Qué he de tener? Nada tengo.

Bernardo.-- Tú has llorado... ¿Qué te pasa?

Aurora.-- Como no viene mi hermano... (Turbada.)

Bernardo.-- ¿Y tanto por que se tarda
te acongojas? ¡Qué locura!
Aun la noche no es llegada.
Acaso más impaciente
que tú, su padre le aguarda
y, ya ves, no desespera
ni llora, ni se amilana.
Tus llantos y tus angustias
en estos días me extrañan...
¿Lo que alegrarte debiera
te aflige y te sobresalta?
Bien sé que el placer profundo
nunca rompe en carcajadas,
sino que en hondos suspiros
y en lágrimas se desata,
más no produce en el pecho
las acongojas y las ansias
con que la pena traidora
el corazón nos desgarra.
Es dulce como el rocío
de purísima alborada;
no triste como el azote
de la nocturna borrasca.

Aurora.-- No te aflijas, padre mío;
ya lo ves, no tengo nada;
sino que soy tan cobarde...
(¡Se me está partiendo el alma!)

Bernardo.-- Vamos, temores desecha.

Aurora.-- (¡Ah! Si yo le confesara...)
¡Padre!...(Deteniéndose al ir a hablarle.)
(¡No puedo!)

Bernardo.-- ¿Decías?...

Aurora.-- Rodrigo...

Bernardo.-- Tanto te exaltas
al nombrarle, que en los labios
se te mueren las palabras.
Aurora, los ojos quita
de las tristezas pasadas
y al porvenir lisonjero
que nos espera los alza.
¿No vuelve Rodrigo al cabo
vencedor en cien batallas?
¿Recuerdas lo que nos dijo
aquel monje de su audacia?
Bien sabes, aurora mía,
que predije sus hazañas
desde que niño, muy niño,
amparo le di en mi casa.
Siempre fue valiente, noble..
¿Recuerdas cuando luchaba
allá en Galicia con todos
sus compañeros de infancia?
¡Con qué rejo los vencía!
Y de mozo, ¡qué gallarda
presencia ¡ Vamos; no hay otro
que igualarle pueda en nada
¿qué digo en este condado?
En ningún reino de España.
¿No es verdad?

Aurora.-- Si, padre mío.

Bernardo.-- Ya me apura su tardanza...
pero no llores, no llores...
Vendrá, me lo dice el alma...
sino que tiene este cerro
una subida tan agria...
Además, en la abadía
Debe haber hecho parada,
y como saben los monjes
que mejor que un ángel canta,
<< una trova >> le habrán dicho...
y ahí tienes porque se tarda.


Aurora.-- ¡Si le cogiera la noche
en medio de la montaña!
(¡Ay, si con Pedro se encuentra!)

Bernardo.-- La conoce mata a mata:
no temas que se extravíe...
¡Oh, qué días nos aguardan
de ventura!... Ya tu sabes
cuáles son mis esperanzas.
¡Y las he de ver cumplidas!
Ese llanto te delata.

Aurora.-- (¡Dios mío!)

Bernardo.-- Diez años llevo
De soñar en la unión santa
Del hijo por mí adoptado
Con la hija de mis entrañas.

Aurora.-- (Preciso es decirle...) (Alto) Padre...

Bernardo.-- No tienes que decir nada.
Evítate esa vergüenza.
Lo sé todo

Aurora.-- (Con espanto) ¿Qué?

Bernardo.-- Que le amas.

Aurora.-- Pero si yo te decía...
Oye...

Garcés.-- ¡Aurora! (Desde dentro.)

Bernardo.-- ¿Quién te llama?


ESCENA VII

DICHOS, GARCÉS


Garcés.-- ¡Aurora!

Aurora.-- ¿Qué pasa di?

Bernardo.-- ¡Habla, por Cristo, Garcés!

Garcés.-- Un jinete..

Bernardo.-- ¡Mi hijo es!

Garcés.-- ¡Corriendo viene hacia aquí!

Aurora.-- (Aparte) (¿Qué es lo que va á suceder?)

Bernardo.-- Ya acabaron mis enojos.

Aurora.-- Vamos.

Bernardo.-- ¡Felices los ojos
que van á volverlo á ver!
(Vánse corriendo los tres.)





ESCENA VIII


EL CONDE BELTRÁN, entrando en escena apenas han desaparecido
Aurora, Bernardo y Garcés

Conde.-- ¿Ha venido Mendo?

Beltrán.-- Si:

Conde.-- ¿Dónde está que no lo hallo?

Beltrán.-- Se quedó con tu caballo
A unos cien pasos de aquí.

Conde.-- ¡Vive Dios!

Beltrán.-- Cálmate.

Conde.-- Creo
que la vida he de perder
si hoy mismo satisfacer
No consigo mi deseo

Beltrán.-- Si cedes a la pasión...

Conde.-- ¡Que vana palabrería!
Hoy Aurora será mía...

Beltrán.-- ¿Cuáles tus proyectos son?

Conde.-- Si de agrado no me viene
conmigo, robarla intento.

Beltrán.-- Señor ¿en este momento?...
¿Qué se dirá?... ¿Doña Irene?...

Conde.-- ¿Qué me importa á mí, Beltrán,
lo que el mundo entero diga,
con tal de que yo consiga
ver satisfecho mi afán?

Beltrán.-- ¿Doña Irene no es la estrella
de tu fortuna?

Conde.-- En Aurora
busca mi alma lo que adora;
lo que ambiciona en aquella

Beltrán.-- No hay razón que te dispense;
piensa bien...

Conde.-- ¡Necio reclamo!
¿Cuándo te digo que amo
vas á decirme que piense?

Beltrán.-- ¡Oh, terquedad inaudita!..

Conde.-- Todo mi anhelo lo inmola:
es mi voluntad la ola
que en los tropiezos se irrita.

Beltrán.-- La más grande se domeña
y acaba en cinta de plata.

Conde.-- Pero se hace catarata
al chocar contra la peña.

Beltrán.-- Al cabo viene a parar
en espuma...


Conde.-- Aquella sí,
pero esta que ruge aquí
es mayor que las del mar.

Beltrán.-- Una desdicha preveo
si sigues por tal camino.

Conde.-- Hoy, como siempre, el destino,
vendrá atado a mi deseo.
No hubo ni habrá quien lo tuerza:
lo dicho, si no consigo
hacerla venir conmigo,
me la llevaré por fuerza.

Beltrán.-- ¿Y habremos lucha?

Conde.-- Quizás

Beltrán.-- ¿Con muchos?

Conde.-- ¡Cobarde!

Beltrán.-- ¿Yo?

Conde.-- Sí, que el bravo no contó
á sus contrarios jamás.

Beltrán.-- No soy digno de tal mengua.
¿Yo cobarde?

Conde.-- ¡Gritos vanos!
El que confía en sus manos
no mueve tanto la lengua.

Beltrán.-- Te quisiera aconsejar..

Conde.-- No te oiré

Beltrán.-- Tengo derecho.

Conde.-- Si acrecientas mi despecho
la lengua te he de arrancar.

Beltrán.-- (Con voz firme, y mirándole fijamente.)
Cuando un pacto de tirano
en ti veo, á la memoria
se me viene aquella historia...

Conde.-- (Con viveza y gran energía)
¿Quieres callarte, villano?

Beltrán.-- Señor... (Dominado á su pesar por el Conde)

Conde.-- ¡Silencio! ¡Ay de ti
si vuelves á recordar
lo que debiste olvidar!
(Viendo á Mendo que aparece)
¡Hola, Mendo; ven aquí!


ESCENA IX

DICHOS, MENDO


Conde.-- ¿Tienes ánimos?

Mendo.-- Señor...

Conde.-- Pues conmigo y con Beltrán
vas á empeñarte en un plan
que exige audacia y valor.

Mendo.-- ¿Qué mandas?

Conde.-- De aquí á una hora...
- ¿entendéis?- en mi poder
quiero que esté la mujer
que en esa cabaña mora.

Mendo.-- ¡Estará!

Conde.-- Si resignada
se viniera de mí en pos
os limitaréis los dos
á cubrir mi retirada:
mas si posible no es
esta aventura lograr,
á la fuerza, de su hogar
la arrancaremos los tres.
Para asegurar la empresa
no reparéis en el modo...
¡matad si es preciso!.. ¡todo..
menos quedar sin la presa!

Mendo.-- Señor...

Conde.-- Premiaré al leal.

Mendo.-- A tus órdenes me humillo.

Conde.-- ¡Horcas hay en mi castillo
para quien las cumpla mal (Vase el Conde)

ESCENA X

BELTRÁN, MENDO


Mendo.-- ¡Siempre la muerte en sus labios!

Beltrán.-- ¡Oh que aventura tan loca!

Mendo.-- ¡Y la amenaza en su boca!

Beltrán.-- (Me enloquecen sus agravios.) (Aparte)

Mendo.-- ¿Qué haremos?

Beltrán.-- Lo que ordenó
á eso vinimos aquí.

Mendo.-- ¿Sabes quién es ella?

Beltrán.-- Si.

Mendo.-- ¿Conoces la casa?

Beltrán.-- No

Mendo.-- Entonces a ciegas vamos..

Beltrán.-- Gente viene.

Mendo.-- ¡Una mujer! (Mirando al interior)
¡Esa Beltrán, debe ser!

Beltrán.-- ¡Que no nos vean ¡ ¡Huyamos!
(Vanse Beltrán y Mendo)


ESCENA XI


AURORA, RODRIGO, BERNARDO


Aurora.-- ¡Hermano!

Bernardo.-- ¡Bendito Dios
que me da tanta alegría!

Rodrigo.-- ¡Padre, padre! ¡Aurora mía!
¡Dadme otro abrazo los dos!
¡Cuántos duelos al marchar!
¡Cuánto horror al combatir!
¡Al volver cuánto sufrir!
¡Cuántas ansias por llegar!
¡El corcel que me traía,
sin ayuda de acicate,
del huracán al embate
en su carrera vencía!
¡Volaba el potro, volaba
cual si mi afán conociera
y adelantarme quisiera
la dicha que me aguardaba!

Bernardo.-- ¡Hijo mío!

Rodrigo.-- Mas yo creo
que por verme donde me hallo
le prestaba a mi caballo
las alas de mi deseo.
Mientras corría sin tino,
esta tierra tan querida,
á darme la bienvenida
me iba saliendo al camino.
A poco -¡bendita sea!-
rompiendo en dulce clamor,
saludóme con amor
la campana de la aldea.
Corrí más llegué y os vi...
y menos ardiente fue
la ventura que soñé
que la dicha que sentí.
¡Riqueza, poder, loor...
todo es humo, todo escoria,
no hay bien, fortuna ni gloria,
que valgan lo que el amor!
¡Anhelos dejando atrás,
en el vuestro mi bien fundo!..
¿No hay nada, nada en el mundo
que para mí valga más!

Aurora.-- (Se me hace el pecho pedazos (Aparte)
al oírle..) (Alto) ¡Hermano mío!

Bernardo.-- ¡Ya eres feliz!

Rodrigo.-- ¡Solo ansío
verme siempre en vuestros brazos!
¡Aurora, Aurora querida!...

Aurora.-- ¡Hermano!

Rodrigo.-- ¡Qué hermosa estás!
¿No es cierto padre?...¡Tu harás
la ventura de mi vida!

Aurora.-- ¡Hermano!

Rodrigo.-- Dime Rodrigo.
En tus labios – no te asombre, -
mejor me suena este nombre
desde que sueño contigo.

Aurora.-- (Aparte con ansiedad.)
(¿Qué querrá decir?...(Alto.) Tu gusto
será una ley para mí.

Rodrigo.-- Toda el alma puse en ti:
no harás más que lo que es justo.

Bernardo.-- ¡Tres años, hijo, sin verte!
¡Cuánto por ti hemos sufrido!

Rodrigo.-- ¡Cuántas veces he creído
que me iba á acabar la muerte
antes de llegar la hora
de verme por ti abrazado,
y de nuevo retratado
en los ojos de mi Aurora

Aurora.-- ¡Al cabo!...

Bernardo.-- ¿Qué fue de ti?

Rodrigo.-- Imposible me es pintar
la grandeza singular
de los portentos que vi.
Aunque con duelo profundo
de aquí partía, notaba
que a cada paso que daba
se me iba agrandando el mundo.
Nuevos pueblos y ciudades,
nuevas lenguas y costumbres
nevadas é inmensas cumbres,
misteriosas soledades...
El entusiasmo sin par
de los cruzados guerreros,
los tumbos y golpes fieros
del alborotado mar;
el fuego en que se encendía
todo mi ser al oír
al santo que á combatir
por nuestro Dios me inducía;
del cielo y tierra el embate
contra la cristiana hueste;
los estragos de la peste,
los horrores del combate,
la señalada victoria
que libertó el santo templo,
triunfo que no tiene ejemplo
en los fastos de la historia;
todo se viene a agolpar
de tal modo á mi razón,
que me quita la expresión
con que poderlo pintar.

Bernardo.-- ¿Y pensabas en nosotros?

Rodrigo.-- ¡Antes entonces, después!
¿Lo dudas, cuando me ves
para siempre entre vosotros?
¡Aurora!

Aurora.-- ¡Hermano!

Bernardo.-- ¡Hijo mío!
¿Estarás cansado? Aurora,
corre á preparar...

Rodrigo.-- ¿Ahora?...

Bernardo.-- Tendrás hambre, sueño, frío...

Aurora.-- Voy al punto.

Rodrigo.-- Vuelve luego.

Aurora.-- (¡Como me mira, Dios santo; (Aparte)
su cariño me da espanto!)

Rodrigo.-- Vuelve pronto: te lo ruego. (Vase Aurora)


ESCENA XII

RODRIGO, BERNARDO

Bernardo.-- ¡Cuántas venturas, rodrigo,
hoy el cielo nos promete!

Rodrigo.-- Las estoy mirando, y sueños
lisonjeros me parecen
que, cual brumas de la aurora,
van pronto á desvanecerse.

Bernardo.-- No así el gozo te acibares.

Rodrigo.-- ¡Fui tan desgraciado siempre!
Quizá nacido en la altura,
(lo presumiste mil veces)
á no haber, padre, en ti hallado
alma de tan fino temple,
la miseria del mendigo
hubiera sido mi suerte.

Bernardo.-- Hijo, te engañas; el hombre
que honrado nace y valiente,
y en la bendita esperanza
el ánimo fortalece,
de cada sima en que cae
más puro sale y más fuerte,
y como el águila al cabo
en las alturas se cierne.

Rodrigo.-- Para despeñarse luego.

Bernardo.-- Para levantarse siempre.
No hay fuerza alguna que impida
al ser alado que vuelve;
y el ánimo tiene alas
y es fuego que á subir tiende.
Coge una antorcha, doquiera
que la inclines ó la lleves,
al cielo su llama pura
se alzara constantemente.

Rodrigo.-- ¡Padre!

Bernardo.-- No así, mi Rodrigo,
de la fortuna te quejes.
Viendo en ti cuando llegaste
á mis manos casualmente
un don que á la Providencia
le placía concederme,
procuré que honrado fueras
y generoso y valiente;
que dominaras las armas
y los potros más rebeldes;
te enseñé del buen cristiano
y del noble los deberes,
y á haber sido el mundo mío
te hiciera rey de los reyes.

Rodrigo.-- Padre, padre, no merezco
el cariño que me tienes;
deja que echado a tus plantas
la tierra que pisas, bese.

Bernardo.-- De aventurero carácter,
de imaginación ardiente,
quisiste con los cruzados
ir á recoger laureles
en las quemadas arenas
de los desiertos de Oriente.
Llevando la cruz al pecho
luchaste con los infieles,
y esa banda has conquistado
que ante el mundo te ennoblece;
¿qué más ambicionas?

Rodrigo.-- Nada,
padre mío, de oropeles,
sino tu amor y el de Aurora.

Bernardo.-- ¿Por ventura no los tienes?

Rodrigo.-- El tuyo, si.

Bernardo.-- Y el de ella,
que con el alma te quiere,

Rodrigo.-- ¿Será verdad? ¡Yo la amo, (Con arrebato)
padre mío, locamente!

Bernardo.-- ¿La amas tanto? (Con alegría)

Rodrigo.-- Sí; la adoro,
la idolatro de tal suerte,
que de su amor mi ventura
ó mi perdición depende.
Comencé á amarla de niño,
mas sufriendo ansias crueles,
callé porque no podía
un nombre limpio ofrecerle.

Bernardo.-- ¡Hijo mío!

Rodrigo.-- A conquistarlo
á tierra partí de infieles,
donde enrojeció mi sangre
los arenales ardientes.
Ella me prestaba alientos
en victorias y reveses,
y por su amor arrastrado,
- mira tú si será fuerte,-
porvenir, fortuna, gloria
allí dejé indiferente;
y por un laúd trocando
los militares arneses,
de castillo en abadía,
pidiendo cena y albergue,
heme venido trovando
para tocar en los fieles
lugares, en donde el alma
le di al partir para siempre.

Bernardo.-- Tus ansias reprime un tanto.

Rodrigo.-- Si reprimirlas pudiese,
callado te las hubiera,
temeroso de ofenderte.

Bernardo.-- ¡Si lo que anhelas, Rodrigo,
es lo que tu padre quiere!

Rodrigo.-- ¿No me engañas? ¿Tú?...

Bernardo.-- Refrena ese arrebato impaciente
que te empuja...

Rodrigo.-- ¿Refrenarlo?
Dile al fuego que no queme,
á los astros que no alumbren
y á los mares que se aquieten.
¡Mi amor, raudal comprimido,
ha roto como torrente:
déjalo que libre salte,
aunque en las peñas se estrelle.


Bernardo.-- (Mirando hacia la cabaña.)
¡Basta Rodrigo! ¡Silencio,
que Aurora á nosotros viene!

Rodrigo.-- ¿Qué debo hacer?

Bernardo.-- Declararle
tu amor, y si ella consiente,
como espero...

Rodrigo.-- Dudo y tiemblo.

Bernardo.-- Te juzgaba de más temple.

Rodrigo.-- ¡Va en ello más que la vida!

Bernardo.-- Oye, Aurora ( A Aurora que aparece)

Aurora.-- ¿Qué me quieres?

Bernardo.-- Rodrigo hablarte desea;
piensa bien lo que resuelves,
que la suya y mi ventura
de tu respuesta dependen.
A sola os dejo.

Aurora.-- Padre... (Con inquietud)

Bernardo.-- ¡Hija que Dios te aconseje ( Vase Bernardo)


ESCENA XIII


AURORA, RODRIGO

Aurora.-- (Aparte) (La hora llegó temida.)

Rodrigo.-- ¡Cuán gallarda, cuán hermosa!

Aurora.-- (Aparte) (Si no me muestro animosa,
estoy perdida... perdida.)

Rodrigo.-- Aurora, ¿por qué afligida?

Aurora.-- ¿Yo?

Rodrigo.-- ¡Si; pareces turbada!
Alza al cielo la mirada,
porque en tus ojos me vea,
y en ellos la suerte lea
que me tienes reservada.

Aurora.-- Rodrigo...(Mirándolo)

Rodrigo.-- ¡Así, vida mía!
Desde que partí, en mal hora,
a ver no he vuelto hasta ahora
la luz radiante del día.

Aurora.-- (Aparte) (¡Virgen santa, qué agonía!)
(Alto) Cuánto exageras, Rodrigo.

Rodrigo.-- Pongo el cielo por testigo
de que á doquiera que fui,
en sombras todo lo vi
menos al soñar contigo.

Aurora.-- ¡Te hemos llorado por muerto!

Rodrigo.-- ¡Y si matara el pensar,
tumba debiéronme dar
las arenas del desierto!

Aurora.-- ¡Verte en tu hogar á cubierto
quisimos con tal vehemencia!..

Rodrigo.-- Era tanta mi impaciencia
por llegar, que me creía
que el tiempo se detenía
para eternizar mi ausencia

Aurora.-- ¿Por qué te fuiste de aquí
Tanto peligro a arrostrar?

Rodrigo.-- Tan sólo por conquistar
un nombre digno de ti

Aurora.-- ¿Qué dices?

Rodrigo.-- Con frenesí
te quise y quiero...

Aurora.-- (Asustada) ¡Rodrigo!

Rodrigo.-- ¿Serás clemente conmigo?
¿Me quieres?

Aurora.-- (Turbada) ¿Y como no
quererte, quién compartió
la vida entera contigo?

Rodrigo.-- ¿Lloras? ¿Por mi se derrama
el llanto por tu mejilla?
¡Con más pureza no brilla
la lluvia sobre la grama!

Aurora.-- Mi llanto el amor proclama...

Rodrigo.-- ¿Lágrimas por tal afán?
¡Ah! Pareciéndome están,
viéndote, Aurora, verterlas
dos hilos de blancas perlas
que desgranándose van
¿Me querrás?..

Aurora.-- (Sin saber qué decir) Yo...

Rodrigo.-- ¡Que mudez!

Aurora.-- Quizás...

Rodrigo.-- Me tienes en cruz.
¡Lléname el alma de luz
con tu acento de una vez!

Aurora.-- ¡Rodrigo!

Rodrigo.-- Por tu tibiez
la llama de tu lenguaje
llega á mi como ese encaje
de penumbra, luz y sombra,
con que el sol la tierra alfombra
cernido por el follaje.

Aurora.-- Hermano mío, deliras.
¿Qué de mí escuchar pretendes?

Rodrigo.-- Que me digas que te enciendes
en fuego cuando me miras;
que lejos de mí suspiras
por el vuelo del halcón
y la más honda aflicción
el sentido te enajena,
y que al verme se te llena
de alegría el corazón.
Quiero escuchar de tu boca
que es tu pecho virginal
para mí blando, leal,
para los demás de roca;
que al enojo te provoca
cuanto á mí me causa enojos,
y que por el llanto rojos,
al mirarme en amargura,
con la paz y la ventura
huye el sueño de tus ojos.
Que me jures además
que sobre todos los seres
hasme querido, me quieres,
y por siempre me querrás.
Y que sintiendo á compás
de mi corazón, así
como yo diera por ti
cuanto en la tierra alcancé
y de los cielos soñé,
¡todo lo dieras por mí!
( Al acabar Rodrigo la anterior relación, suena á lo
lejos el toque de oraciones. Aurora al oírlo lanza un
grito y retrocede horrorizada.)

Aurora.-- ¡¡La oración!! Alza.

Rodrigo.-- Bien mío,
no así á morir me provoques.

Aurora.-- (Huyendo de Rodrigo y apoyándose casi desvanecida
en una piedra)
¡No me toques! ¡No me toques!
(Viendo aparecer al Conde con Mendo y Beltrán.)

Rodrigo.-- ¿Qué tienes?¿Qué desvarío?
(Acercándose a ella y examinándola.)
¡Cielos! Su rostro está frío...
Háblame, por compasión...
No puede hablar... ¡Maldición!
¡Se muere...!

Aurora.-- (¡Pedro!)

Rodrigo.-- ¡Socorro!
¡Padre! ¡Padre! Ven. Yo corro
en su busca. (Sale corriendo.)


Aurora.-- (Cayendo desvanecida.) ¡La oración!




ESCENA XIV

MENDO, EL CONDE, corriendo hacia Aurora y cogiéndola
en brazos

Conde.-- Ya es mía.

Aurora.-- (Volviendo en sí.) ¡Pedro!

Conde.-- ¡Silencio!

Aurora.-- ¿Qué intentas? ¡Déjame! ¡No!

Conde.-- ¡Calla!

Aurora.-- ¡Por piedad!... ¡Mi padre!...

Conde.-- Aquí, fuertes. ( A los escuderos)

Mendo.-- Bien, señor.


ESCENA XV

BELTRÁN, MENDO, RODRIGO, BERNARDO, GARCÉS desde dentro


Bernardo.-- ¡Aurora!

Rodrigo.-- ¿Dónde está Aurora?

Beltrán.-- ¡Atrás! (Cerrándoles el paso.)

Rodrigo.-- ¡Paso! ¡Qué traición!
(Desnudando la espada y lanzándose á ellos.)
¡Me lo abriré!

Bernardo.-- (Desnudando su puñal) Voy contigo.

Rodrigo.-- Me basto para los dos.
(Luchan los cuatro)

Beltrán.-- (Fijándose en Bernardo mientras luchan y retrocediendo
espantado)
¿Qué miro?.. ¡Bernardo! ¡Cielos!

Mendo.-- No cejes, Beltrán.

Garcés.-- (Desde dentro.) ¡Favor!
¡Me han herido! ¡Se la llevan!

Bernardo.-- Es de Garcés esa voz...

Garcés.-- ¡Que se llevan á tu hija, (Desde dentro.)
Bernardo!

Bernardo.-- ¿Qué oigo?

Rodrigo.-- ¡Gran Dios!

Mendo.-- (Dando una estocada a Bernardo.)
Toma.

Bernardo.-- ¡Me han muerto! (Sintiéndose herido.)

Rodrigo.-- (Dejando de luchar y yendo al socorro de Bernardo.)
¡Villanos!

Beltrán.-- ¡Huyamos! (Vase con Mendo)

Rodrigo.-- ¡Padre!.. ¡Qué horror!

Bernardo.-- No es nada: corre tras ella.

Rodrigo.-- Pero ¿Y tú?

Bernardo.-- ¿Qué importo yo?

Rodrigo.-- Pues bien, si; corro á salvarla

Bernardo.-- Pronto... ¡y ayúdete Dios!
(Rodrigo sale corriendo.)


TELÓN

FIN DEL ACTO PRIMERO


ACTO SEGUNDO
_______

Gran salón del castillo del Conde. Á la derecha, bajo un dosel, dos sitiales. Armas y panoplias.


ESCENA PRIMERA

BELTRÁN, MENDO, NUÑO, hombres de armas y servidores del Conde.

Nuño.-- ¡Brava justa!

Mendo.-- ¡Buen torneo!

Beltrán.-- ¡Á fe que ha sido gran fiesta!

Nuño.-- No la hay mejor, pues al noble
ejercicio de la guerra
así el brazo se acostumbra.

Mendo.-- Y los ánimos se templan.

Nuño.-- Bien nuestro Conde ha probado
su esfuerzo y bravura en ella.

Mendo.-- También Don Alvar, el viejo,
mantuvo el palenque en regla

Beltrán.-- Entre los dos paladines
tal se igualó la contienda,
que otorgar a uno la palma
solemne injusticia fuera.

Nuño.-- Aún verles se me figuran
en sus bridones de guerra,
en cuyos limpios arneses
la luz del sol centellea,
armados de todas armas
la lanza firme en la diestra
y por el aire movidas
las plumas de la cimeras,
como cándidas palomas
que aleteasen en ellas;
afirmarse en los estribos,
requerir las flojas riendas,
colocarse frente a frente,
embestirse con violencia,
y del choque formidable
en que las lanzas se quiebran,
y los escudos se abollan
y el suelo mismo retiembla,
salir caracoleando
á dar al palenque vuelta
sin haber perdido un tilde
del arzón ni la estribera.

Mendo.-- Fui siempre y soy tan amigo
como tú de tales fiestas,
más hoy en vez de alegría
cáusame enojo y tristeza.

Nuño.-- ¿Cómo así?

Mendo.-- ¿Ganamos algo,
me quieres decir, con ellas?

Nuño.-- Nos divertimos.

Mendo.-- ¡Ay, Nuño,
divirértese quien no piensa
en el derroche que hace
el Conde de las riquezas
de que á todos nos despoja,
labriegos y hombres de guerra.!

Uno.-- Tiene razón.

Beltrán.-- (Bajo a Mendo) Sigue, Mendo.

Mendo.-- Harto me mordí la lengua;
para soportar al Conde
fáltanos ya la paciencia.
No hay en su feudo un vasallo
que odio á muerte no le tenga.

Uno.-- Bien dice Mendo, señores.

Nuño.-- Su matrimonio celebra
como magnate... ¿otra cosa
por ventura hacer pudiera?

Mendo.-- Si, por Dios. ¿Acaso es justo
que despilfarre sin rienda
y se olvide de las muchas
soldadas que nos adeuda?
¿Hasta cuándo, vive el cielo,
la vida, el honor, la hacienda
de todos, serán juguete
de la ambición de esa fiera?

Varios.-- ¡Bravo! ¡Bravo!

Beltrán.-- (Bajo a Mendo) Sigue.

Nuño.-- (Reconviniéndole.) ¡Mendo!

Mendo.-- Me he quitado la careta
y quiero hablar.

Nuño.-- Los atrasos
se pagarán con largueza:
doña Irene lleva en dote
muchos dineros y tierras.

Mendo.-- Se los tragará el bastardo,
como al rocío la arena.

Uno.-- ¿Y á eso Beltrán qué nos dice?

Beltrán.-- ¿Yo? Nada.

Nuño.-- (Separándose del grupo y acercándose á al ventana
del fondo.)
¿Qué ocurre ahí fuera?


Mendo.-- ¿Qué Beltrán ha de deciros,
si le ahoga la vergüenza?

Uno.-- ¿Cómo?

Otro.-- ¿Beltrán?

Mendo.-- ¿No sabéis
que el Conde le hizo una afrenta?

Beltrán.-- ¡Calla, Mendo!

Mendo.-- He de contarla.

Varios.-- ¡Dila! ¡Dila!

Mendo.-- ¿Quién creyera
que hiciese tal con el hombre
que fue su apoyo y defensa
en la paz con el consejo
y con el brazo en la guerra?

Uno.-- ¿Qué ha pasado?

Mendo.-- Ayer el Conde
puso en su cara la diestra.

Nuño.-- ¿Y lo sufriste?

Varios.-- ¡Que infamia!

Nuño.-- ¿Y por qué tamaña ofensa?

Mendo.-- Porque se negó á dar muerte
á un pobre pechero.

Varios.-- ¡Muera!

Mendo.-- Él, miserable bastardo,
usurpador de estas tierras.

Uno.-- Librémonos de su yugo.

Otro.-- Rompamos nuestras cadenas.

Varios.-- Démosle muerte.

Beltrán.-- ¿Abrigáis
valor para tal empresa?

Todos.-- ¡Si! ¡Si!

Beltrán.-- ¿Vuestra confianza
ponéis en mí?

Varios.-- Toda entera.

Beltrán.-- Pues por la Virgen os juro
daros venganza completa.

Mendo.-- ¡Viva Beltrán!

Todos.-- ¡Viva! ¡Viva!

Beltrán.-- Pero silencio... cautela...

Mendo.-- (A Beltrán) Juraste.

Beltrán.-- De lo jurado
respondo con mi cabeza.

Nuño.-- (Mirando desde el balcón)
Mirad, mirad; los monteros
se dirigen a la selva:
sin duda la comitiva
de doña Irene se acerca.
(Vánse todos al fondo, dejando solos en primer término
á Beltrán y Mendo.)

Mendo.-- Están ganados

Beltrán.-- Son nuestros.

Mendo.-- ¿Y con los monteros cuentas?

Beltrán.-- Todos están de mi parte.

Mendo.-- ¿Daremos caza a la fiera?

Beltrán.-- Muy pronto.

Mendo.-- La vida suya,
no hay más remedio, ó la nuestra.

Beltrán.-- Está sobre aviso, Mendo;
desde ayer hay muchas nuevas.

Mendo.-- ¿Qué pasa?

Beltrán.-- Pues que esta noche
la velada se celebra.

Mendo.-- ¿Y qué?

Beltrán.-- Para darle brillo,
he traído á una doncella
y á un trovador he buscado
cuya historia es un poema.

Mendo.-- ¿Quién es el bardo?

Beltrán.-- (Señalando al interior.) Aquel mozo.

Mendo.-- ¡Rodrigo y el viejo!

Beltrán.-- ¿Sella
el labio!

Mendo.-- No te comprendo.

Beltrán.-- Ven aquí; que no nos vean.

Mendo.-- ¿Más quién es ese Rodrigo?

Beltrán.-- La venganza que se acerca.
(Vánse Mendo y Beltrán.)


ESCENA II

RODRIGO Y BERNARDO.- Nuño y los hombres de armas en el fondo


Rodrigo.-- ¿Y la herida?

Bernardo.-- Bien del todo.

Rodrigo.-- ¡Cuán amarga la existencia
que llevamos, padre mío!
Me harta esta vida andariega
y este laúd y mis cantos...
Bernardo.-- ¡Que un viejo como yo tenga

que dar consuelos a un mozo!

Rodrigo.-- ¡Si son de rabia mis quejas!
¡En vez de esgrimir la espada
andar pulsando estas cuerdas!..

Bernardo.-- ¿Halláramos de otra suerte
libre entrada donde quiera?

Rodrigo.-- ¿Y qué – dime- conseguimos
con visitar fortalezas,
caseríos, monasterios,
campos, ciudades y aldeas,
si en parte alguna logramos
que nos den noticias de ella?

Bernardo.-- No desesperes, Rodrigo.

Rodrigo.-- ¿Quién, padre, no desespera
esperando un imposible
y una dicha que no llega?

Bernardo.-- Ya llegará.

Rodrigo.-- ¡Dios te oiga!

Bernardo.-- Me presumo que está cerca.

Rodrigo.-- ¿Sabes algo?

Bernardo.-- Nada

Rodrigo.-- Entonces,
estás presumiendo á ciegas.

Bernardo.-- Escucha, Rodrigo; antes
que el pobre Garcés muriera
a manos del ignorado
raptor de Aurora en al selva
de alguno de este castillo
declaró tener sospechas

Rodrigo.-- ¿Y cómo no me dijiste?...

Bernardo.-- Temía por tu existencia.
Es el castillo en que estamos
una guarida de fieras.

Rodrigo.-- ¿Y qué importa?...

Bernardo.-- Hoy Dios permite
que se nos abran sus puertas,
¿quién sabe si porque hallemos
en él fin a nuestras penas?

Rodrigo.-- Gente viene.

Bernardo.-- Disimula.

Nuño.-- (Dejando el balcón y acercándose a ellos.)
Dios os guarde.

Rodrigo.-- Con él vengas.

Nuño.-- Si á la fama que os anuncia
corresponde vuestra ciencia,
la velada de esta noche
ha de ser la mejor fiesta
de cuantas prepara el Conde
en obsequio de su bella.

Rodrigo.-- Das un valor desmedido
á los cantos de un poeta.

Nuño.-- Sus méritos y dulzuras
con gusto mayor aprecian
que las gentes sosegadas
los rudos hombres de guerra.

Rodrigo.-- Siempre el hombre lo contrario
de lo que tiene desea.
Por dejar yo para siempre
las malditas cantinelas
y blandir de nuevo el hierro,
diez años de vida diera.

Bernardo.-- (Que te vendes) (Aparte á Rodrigo.)

Nuño.-- ¿Quién te impide
lanzarte al campo?

Rodrigo.-- Mis penas.

Bernardo.-- Di las nuestras, hijo mío.

Rodrigo.-- Dices bien, padre, las nuestras,
que contigo á no partirlas
a su peso me rindiera.

Nuño.-- Vive Dios, que no comprendo
qué desdichas son las vuestras.
¿Acaso las desventuras
se alivian cantando endechas?
¿No se curaran más pronto
peleando en la frontera?

Rodrigo.-- Mi padre está herido y viejo,
sin más apoyo en la tierra
ni más bienes que mis cantos.

Nuño.-- ¡Pues olvida tus tristezas!

Rodrigo.-- ¡Olvidar! Di.. ¿quién olvida,
si es bien nacido, una ofensa
sin haberla antes vengado?

Nuño.-- ¿Has recibido una afrenta?

Rodrigo.-- Afrenta no, ¡vive el cielo!
porque no la consintiera
A traición hanme agraviado;
traición que aun vive secreta...

Nuño.-- ¿Y la vengarás con trovas?...

Rodrigo.-- Trovando descubrierala,
y con hierro, como noble,
la vengaré descubierta.

Nuño.-- Hágalo Dios.

Rodrigo.-- ¡Ay de muchos,
si Dios mis votos oyera!

Bernardo.-- Tu ánimo calma, Rodrigo.

Nuño.-- Bien tu padre te aconseja:
hoy es día de festejos;
del laúd pulsa las cuerdas,
y con sus sones endulza
el acíbar de tus penas.

Rodrigo.-- Haz que del doble castillo
las mujeres aquí vengan,
y les cantaré una trova.

Nuño.-- Ni una sola aquí se alberga.

Rodrigo.-- (Ya lo ves; aquí tampoco) (Aparte á Rodrigo)

Nuño.-- Más cántanos una endecha
en tanto no viene el Conde.

Rodrigo.-- Cantaré.

Nuño.-- (A los hombres de armas que siguen en el fondo.)
Venid más cerca:
estos buenos trovadores
con un canto nos obsequian.

Varios.-- ¡Vamos! ¡Vamos!

Uno.-- ¡Es buen mozo!

Otro.-- ¡Y dicen que gran poeta!

Nuño.-- ¡Por Dios, que el joven y el viejo
no sé porqué me interesan!

Uno.-- Un romance.

Otro.-- No; una trova.

Nuño.-- Un cuento de amores sea.

Rodrigo.-- Venga el laúd ,

Varios.-- ¡Viva el Bardo!

Conde.-- (Apareciendo.) ¡Silencio! ¿Qué bulla es esta?


ESCENA III

DICHOS, EL CONDE

Todos.-- ¡El Conde!

Conde.-- Nuño; que todos
á recibir se prevengan,
á la que vendrá al castillo
para ser señora vuestra.

Nuño.-- Bien, señor

Conde.-- Que alce la torre
del homenaje mi enseña;
que armados de partesanas
los hombros todos de guerra
en el patio de honor formen,
y que un toque de trompetas
me avise de la llegada
del cortejo. Salid fuera. (Vanse todos.)


ESCENA IV

EL CONDE, después NUÑO

Conde.-- O señor ó esclavo... Este
es de la vida el problema...
¡Poder, esplendores, gloria!...
Estas son las dichas ciertas.
Seré grande. Centuplico
Con esta unión mis riquezas,
y al trono me acerco... Irene
es del Rey próxima deuda...
¿Otros mil sin mis alientos
no alcanzaron la diadema?
¡Si mis sueños realizase!...
¿Por qué no? Más arduo era
subir á donde he subido
de tan baja procedencia,
que lo es llegar de mi altura
al dominio de la tierra.
(Oyéndose fuera murmullos y voces.)
Más ¿Qué escándalo? ¿Quién osa?...

Aurora.-- (Dentro) ¡Dejadme!

Conde.-- ¿Y hay quién se atreva?...

Nuño.-- (Apareciendo en la puerta.)
Una mujer obstinada
en verte...

Conde.-- Arrojadla fuera.

Nuño.-- Es que lucha y grita y llora..

Conde.-- Que la azoten, si es tan terca.

Aurora.-- (Desde dentro, más cerca que antes.)
¡He de entrar!

Conde.-- ¿Qué acento es ese?..

Aurora.-- (Entrando perseguida por un escudero que la detiene.)
¡Quiero verle!

Conde.-- ¡Aurora!

Aurora.-- ¡Suelta!

Conde.-- (Aparte) (¡Maldición! ¡En este instante!...)

Aurora.-- (Deshaciéndose del escudero y corriendo hacia el Conde.)
¡Allí lo veo!

Conde.-- (Al escudero) Despeja.
(Vanse Nuño y el escudero.)


ESCENA V

EL CONDE, AURORA

Conde.-- ¿Cómo aquí? ¿Quién te ha traído?
¡A qué vienes?

Aurora.-- A saber
si es verdad que á otra mujer
cual me mentiste has mentido;
á desgarrar, fementido,
el velo que te enmascara,
y ante la dama preclara
con quién pretendes unirte,
como una sierpe escupirte
tus perjurios á la cara.

Conde.-- ¿Qué dices ¿ ¿Estás demente?

Aurora.-- Tú eres, Pedro, quién lo estás,
si juzgas que á lograr vas
tu deseo impunemente.
La que vio ayer, inocente,
casi un Dios en tu persona,
hoy, que ve claro y razona,
viene á arrancarte por vil
tu corazón de reptil
con sus garras de leona.
¡Sí! Que somos las que damos
del amor en los extremos,
palomas cuando caemos
y fieras si nos vengamos.

Conde.-- ¡Aurora!

Aurora.-- No oigo reclamos;
y aunque remontado estás
á gran altura vendrás
á caer bajo mi planta;
la ola que mas levanta
aquella desciende más.

Conde.-- ¿Más quién fue el revelador?...
¿Quién aquí te hizo venir?
¡Vive Dios que ha de morir
á puñal ese traidor!

Aurora.-- Ceba entonces tu furor
en mi corazón leal,
que tu intento criminal
adivinó en tu desvío.

Conde.-- ¿Quién fue? Di.

Aurora.-- ¡Yo que me río,
ya lo ves, de tu puñal!

Conde.-- A anonadarte, prefiero
escuchar tu acento vano
con el desdén que el alano
los ladridos del faldero.
¡Infeliz! Tu enojo vano
ni me exalta ni me abruma,
que cual las olas en suma
los celos que te enloquecen,
aunque montañas parecen
no son más que leve espuma.

Aurora.-- No desprecies, no, mis sañas,
cuando intrépida te arguyo;
habla por mí el hijo tuyo
que palpita en mis entrañas.

Conde.-- (Con sorpresa)
¿Qué estás diciendo?...¡Me engañas!

Aurora.-- ¿Qué es lo que llego á escuchar?
Dios mío.. ¿Puede dudar?
¿Por qué no niegas, ¡Señor!
al que es incapaz de amor
la ventura de engendrar?

Conde.-- (En tono más dulce)
¡Infeliz! Si comprendieras
á dónde van mis anhelos,
en vez de estorbar sus vuelos
nuevas alas les pusieras.

Aurora.-- ¿Qué de tus ansias esperas?

Conde.-- Gloria, riqueza, esplendor,
ser de los hombres señor,
quien todo lo pueda y mande..

Aurora.-- ¿Por qué en vez de ser tan grande
no procuras ser mejor?

Conde.-- Sacrifícate por mí,
como yo me sacrifico;
si anhelo ser grande, rico,
omnipotente... es por ti.
Te pondré como otras vi,
sobre un trono con dosel...
nadie estará a tu nivel...

Aurora.-- ¡Pero si yo no ambiciono
en este mundo más trono
que el de tus brazos... cruel!
He dado en mi corazón
al amor tanto lugar,
que en él no puede arraigar
el germen de la pasión;
mucho menos la ambición,
toda dureza y falacia,
hambre que nunca se sacia
torcedor del alma eterno,
hija impura del infierno
y madre de la desgracia.

Conde.-- Dime, insensata, el pesar
que causa el obedecer,
¿nunca te hizo apetecer
la aventura de mandar?
De mí te puedo jurar,
que cuando el poder ajeno
logra al mío poner freno,
hasta vengar tal mancilla,
es mi sueño pesadilla
y el pan se me hace veneno.

Aurora.-- Estaré, Pedro, en error;
humilde, poco entendida,
tan solo se de la vida
lo que son penas de amor.
Hazte del mundo señor,
pues tienes mérito y brío,
corre á hallar el poderío
que anhelas con frenesí,
pero queriéndome á mí
y siendo del todo mío.

Conde.-- (¡Infeliz!)

Aurora.-- Familia, honor,
paz , inocencia, alegría,
cuanto en el mundo tenía
lo di á cambio de tu amor.

Conde.-- ¡Aurora!

Aurora.-- ¿Juzgas, señor
que me arrepiento quizás?
¿Arrepentirme? ¡Jamás!
¡Si mi amor es tan violento
tan grande, que lo que siento
es no poderte dar más!

Conde.-- ¡Oh! ¿Tanto me quieres?...

Aurora.--- mucho;
de tal suerte que estar creo
ciega cuando no te veo
y sorda si no te escucho.
(Por vencerme en vano lucho...) (Aparte)
¡Y tus caricias me tasas!
Ven... que el alma me traspasas
cuando de mi faz retiras
los ojos con que me miras
ó el labio con que me abrasas.

Conde.-- (Me rinde. (Aparte)

Aurora.-- Ven á mi lado;
eres demasiado bueno
para que esquives el seno
que tu amor ha fecundado.
Ya siento haberte ultrajado...
¡Perdón!... Fui loca...¡Perdón!
La callada inculpación
es la que el cariño amengua;
lo que se va por la lengua
no arraiga en el corazón

Conde.-- (¡Qué hermosa!)

Aurora.-- En mis brazos preso. (Le abraza.)

Conde.-- (¡Dulce Paz!)

Aurora.-- ¡Oh! ¡Quién la calma
pudiera, Pedro, en tu alma
infundir con este beso!

Conde.-- (¡Su voz tiene un embeleso!)

Aurora.-- Acércate más a mi.
¿Quién te arrancará de aquí?
(Suena á lo lejos un toque de trompeta. El Conde al oirlo
se levanta sobresaltado.)

Conde.-- ¿Eh?

Aurora.-- ¡Pedro!

Conde.-- ¡Déjame!

Aurora.-- ¡Ah!

Conde.-- ¡Quita!

Aurora.-- ¡Pedro!

Conde.-- (Desprendiéndose de Aurora, que intenta detenerlo.)
¡Quita allá!

Aurora.-- ¡Para siempre lo perdí!

Conde.-- (Cogiéndola por un brazo.)
¡Vive el cielo! ¡Ven por Cristo!

Aurora.-- Me haces mal... ¿Qué te hice yo?

Conde.-- Ahí dentro penetra.

Aurora.-- (Resistiendo.) No;
á dejarte me resisto.

Conde.-- ¿Qué te obligue, por lo visto (Luchando)
pretendes?

Aurora.-- (Asustada) ¿Qué vas á hacer?

Conde.-- Tú lo quieres.

Aurora.-- (Echándose al suelo.) ¡No ha de ser!

Conde.-- (Arrastrándola hacia una de las puertas, donde la hace entrar.)
¡Por Dios que á saberlo vas!
¡Ya ha sido! ¡No es Satanás
más terco que una mujer!


ESCENA VI

EL CONDE, BELTRÁN después NUÑO

Conde.-- ¡Beltrán! ¡Beltrán! (Llamando.)

Beltrán.-- (Desde dentro) ¿Señor?

Conde.-- ¡Pronto!

Beltrán.-- ¿Qué quieres? (Entrando.)

Conde.-- ¿Quiénes han sido
los que quedaron guardando
á Aurora en su oculto asilo?

Beltrán.-- Los tres soldados de siempre.

Conde.-- Levanta mañana mismo
tres horcas en las almenas
más alta de este castillo,
y allí los cuelga. Deseo
que mis bodas, ¡vive Cristo!
hasta los grajos del monte
celebren con regocijo.
¡Hola, Nuño! (Llamando.)

Nuño.-- ¿Señor?

Conde.-- Mira
si está mi caballo listo. (Vase Nuño)

Beltrán.-- Ten en cuenta...

Conde.-- Ni una sola
observación te permito:
quien perdona a los traidores
se hace traición á si mismo.
¿Sabes, Beltrán, que han dejado
venir á Aurora á este sitio,
y en mis planes la han impuesto?

Beltrán.-- ¿Cómo?

Conde.-- Allí está. Con sigilo
sácala, ocúltala y luego
la vuelves á su retiro.
Tu cabeza me responde
de todo.

Beltrán.-- Vete tranquilo.

Nuño.-- El caballo está dispuesto. (Volviendo.)

Conde.-- (¿Quién lo duda? El triunfo es mío. (Al irse.)
¡Ay de aquel que loco o ciego
se me cruce en el camino!)
(Vase el Conde seguido por Nuño)


ESCENA VII

BELTRÁN, después BERNARDO


Beltrán.-- (Siguiendo al Conde con la vista.)
Conde, el momento ha llegado
de que pagues tus delitos...
Corre, sí; cuanto más corras
más te acercas al abismo.
Fascinado por tu audacia,
débil, pérfido, mezquino;
fui tu can, tu humilde esclavo;
pero al volver por mí mismo,
harto de ultrajes, de perro
en hiena me he convertido
Pero apremian los instantes;
ver al viejo necesito...
Aurora está aquí segura;
tenerla oculta es preciso
hasta el momento supremo.
Si como pienso, Rodrigo
es aquel rapaz.
(Mirando hacia el interior.)
El viejo
se encamina hacia este sitio
¡Dios me lo envía!...¡Bernardo!

Bernardo.-- ¿Quién me llama? (Entrando.)

Beltrán.-- Yo.

Bernardo.-- (Reconociéndolo.) ¿Qué miro?
¿Y mi hija? ¿Dónde está aurora?
¿En donde está?

Beltrán.-- Calla

Bernardo.-- ¡Dilo!

Beltrán.-- ¡Silencio, ó la pierdes! Oye...

Bernardo.-- ¿Qué he de oír, ladrón maldito?
¡O me la entregas ó mueres!

Beltrán.-- ¡Insensato, la has perdido
si no callas!

Bernardo.-- ¿Yo perderla?
Si no amenazo, suplico...
ya lo ves, dame á mi Aurora.
¡De rodillas te lo pido!

Beltrán.-- Te juro que vas á verla,
pero escúchame tranquilo.

Bernardo.-- ¿Tranquilo? Sin que lo digas
ya lo sé, no tienes hijos.

Beltrán.-- Te vuelvo á jurar...

Bernardo.-- Infame,
¿qué fe merece un bandido?
¿Pero, perdona... perdona...
yo no sé lo que me digo...
Estoy loco... ¡Voy á verla!
¿No es verdad que me lo has dicho?

Beltrán.-- Hoy la verás en tus brazos,
si á mis planes das auxilio.

Bernardo.-- Habla...¿Qué quiéres?

Beltrán.-- Que evoques
de las sombras del olvido,
aquel tiempo en que vivías
en las riveras del Miño...

Bernardo.-- ¿Y para qué? No comprendo...

Beltrán.-- ¿Recuerdas haberme visto?...

Bernardo.-- En el rapto de mi Aurora

Beltrán.-- Antes, antes...

Bernardo.-- ¿Cuándo ha sido?

Beltrán.-- ¿Recuerdas que há veinte años,
una noche de ventisco,
á tu choza de Galicia
llegó un hombre con un niño?

Bernardo.-- ¿Cómo? ¿Qué dices?

Beltrán.-- ¿Recuerdas
que al entregártelo dijo:
<>

Bernardo.-- (Interrumpiéndole.)
¿Cómo sabes?... No adivino...
¿Tú acaso?...

Beltrán.-- Yo.

Bernardo.-- ¿También fuiste?...

Beltrán.-- ¡Mírame atento!
¡Dios mío!
¿Quién es, quién es este hombre
que has atado á mi destino?

Beltrán.-- ¿Guardas la media medalla?

Bernardo.-- Siempre la llevo conmigo.

Beltrán.-- La otra media es esta, mira.

Bernardo.-- ¿Estoy soñando ó deliro?

Beltrán.-- ¿Qué fue de aquel niño, vive?

Bernardo.-- ¿Pues no ha de vivir mi hijo?

Beltrán.-- ¿Luego es él?

Bernardo.-- Míralo ahí fuera. (señalando.)

Beltrán.-- Llámalo al punto.

Bernardo.-- (Llamando.) ¡Rodrigo!


ESCENA VIII

DICHOS, RODRIGO

Beltrán.-- Prudencia ten.

Bernardo.-- Me sofoco.
¡Rodrigo!

Rodrigo.-- Padre, ¿qué pasa? (Entrando.)

Bernardo.-- ¡El corazón se me abrasa!

Rodrigo.-- ¿Qué tienes?

Bernardo.-- ¡Me vuelvo loco!

Rodrigo.-- ¿Lloras? ¿Qué nuevo pesar?...

Bernardo.-- ¡Rodrigo, si es de alegria!...

Rodrigo.-- ¿Acaso Aurora?...

Bernardo.-- ¡Hija mía!...
La vamos á rescatar.

Rodrigo.-- ¿Qué dices?

Bernardo.-- Que lograremos
verla hoy mismo á nuestro lado.

Rodrigo.-- ¿Pero quién te ha revelado?...

Bernardo.-- (Señalando á Beltrán.)
A ese hombre se lo debemos.

Rodrigo.-- ¿Eh? ¿Qué es esto?... ¡El forajido
que á robárnosla ayudó!...
¡Infame!

Bernardo.-- Contente.

Beltrán.-- Yo,
que á tus plantas perdón pido.

Rodrigo.-- ¿No es un sueño lisonjero
Lo que miro?..Mas responde,
¿en dónde está Aurora, en dónde?

Beltrán.-- Rodrigo, escucha primero.

Rodrigo.-- ¿Qué insensato me dirás
que en mi espíritu haga mella?
Saber en dónde está ella...
eso quiero ...¡nada más!
¿Quién es el raptor de Aurora?

Beltrán.-- ¡Grande y noble es quien te hiere!

Rodrigo.-- ¡Grande, noble!¡Así lo quiere
mi cólera vengadora!

Beltrán.-- Señorea en un castillo
en guerreros abundante.

Rodrigo.-- Dame gente y al instante
lo entraré a sangre y cuchillo.

Beltrán.-- ¿Aliento y fuerzas tendrás?
¿Cómo no si ella me hostiga?
¡Dame gente que me siga,
y no me preguntes más!
¡Pronto caerá á mi furor
la fortaleza deshecha!

Beltrán.-- ¿A qué ha de entrar por la brecha
quien del castillo es señor?

Rodrigo.-- ¿De mí te burlas, menguado?

Beltrán.-- Rodrigo, ten en mí fe,
y posesión te daré
de un gran nombre y de un Condado.

Rodrigo.-- ¿Padre, qué dice este hombre? (Con sorpresa.)

Bernardo.-- No lo sé, Rodrigo mío (Idem.)

Rodrigo.-- ¿Yo grande?¿Yo un señorío?
¡Mi nombre!¿Cuál es mi nombre?
¡Pero ni lo digas, no;
pues aunque no tenga par,
otro no quiero llevar
que el que este anciano me dio!

Bernardo.-- ¡Hijo del alma!

Rodrigo.-- Ni ahora
ser noble, ni caballero,
ni grande, ni nada quiero...
¡sino salvar á mi Aurora!

Beltrán.-- ¿Pero no podrá mejor
amparar a su adorada
el jefe de una mesnada
que el mísero trovador?

Rodrigo.-- Habla entonces.

Beltrán.-- Un impío,
bastardo de nacimiento,
apoderóse violento
de tu nombre y señorío.

Rodrigo.-- ¿Cómo?

Beltrán.-- Tu padre, al morir,
en sus manos te dejó,
y el infame pretendió
que dejaras de existir.

Rodrigo.-- ¡Padre esta historia es aquella
que Garcés nos refería;

Bernardo.-- Pero allí el niño moría.

Beltrán.-- Salvólo su buena estrella.

Rodrigo.-- ¿Y cómo fue?

Beltrán.-- Aquel tirano
que te privó de tu suerte
para que te diera muerte
te puso en mi dura mano;
y movido a compasión
por tu inocencia Rodrigo,
te puse bajo el abrigo
de ese noble corazón.
En Galicia te dejé
despojado, miserable...
Soy del despojo culpable,
mas la vida te salvé.
Muerto aquel vil te creyó...

Rodrigo.-- ¡Sé la historia; hablar es vano!...
¿Quién es, quién es mi tirano?

Beltrán.-- El que á tu aurora robó

Rodrigo.-- ¿Cómo?...¿También ese infiel?...
¡Corramos!

Beltrán.-- ¿A dónde vas?

Rodrigo.-- ¡Al castillo!

Beltrán.-- En él estás.

Rodrigo.-- ¿Qué dices? (Asombrado.)

Beltrán.-- Que estás en él.

Rodrigo.-- Torna á hablar...No comprendí.
¿Qué has dicho?

Beltrán.-- Lo que has oído
que estás en donde has nacido,
y que eres dueño de aquí.

Bernardo.-- ¡Rodrigo del corazón!

Rodrigo.-- No es verdad, padre... detente...
¡Dios mío, luz a mi mente,
que se me va la razón!

Bernardo.-- ¡Valor, audacia, Rodrigo!

Beltrán.-- Te juro a fe de Beltrán
que todos, todos están
contra el bastardo y conmigo.

Rodrigo.-- ¿Estoy soñando ó despierto?

Bernardo.-- Despierto , despierto estás.

Beltrán.-- ¡El señorío obtendrás!

Rodrigo.-- ¡Dad a ese infame por muerto!

Bernardo.-- ¡Rodrigo!

Rodrigo.-- Dejadme hacer.

Beltrán.-- Antes á decirte voy...

Rodrigo.-- Sabido, necio, quién soy,
¿qué más tengo que saber?
¿Tienes gente de valor? (A Beltrán.)

Beltrán.-- Con todos, con todos cuento
¿Quieres ver cómo al momento
te proclaman por señor?

Rodrigo.-- Ahora no. ¿Vas á espantar
de su cubil al leopardo?
Ahora no soy sino el bardo
que se dispone a cantar.

Bernardo.-- No te comprendo Rodrigo.

Rodrigo.-- Dejad correr la velada (A Beltrán.)
y cuando saque la espada
proclamadme y sed conmigo
Y pues que pudiendo están
los crímenes del tirano,
no el débil castigo humano,
sino el furor de Satán,
quiero, antes de hundir en él
el hierro que ha de matarle,
el alma despedazarle
con las garras de Luzbel.
En medio de su esplendor,
cuando embriagado de orgullo
juzgue lisonjero arrullo
hasta del odio el rumor;
cuando crea en su victoria
y en tal júbilo se inflame
que sobre el mundo derrame
una mirada de gloria;
entonces, entonces yo,
ante un intrépido bando,
le iré uno á uno arrancando
cuantos bienes me robó,
y si aún no se acobarda
y por sí quiere volver,
le haré á torrentes verter
toda su sangre bastarda.

Bernardo.-- Proyectos tan inhumanos...

Rodrigo... ¡Padre, encendiste mis iras,
y ahora que ardiendo las miras
quieres atarme las manos!
Habla á todos; la hora avanza. (A Beltrán.)

Beltrán.-- Todo lo voy a ordenar (Vase.)

Rodrigo.-- ¡Juro á Dios que ha de quedar
memoria de mi venganza!


ESCENA IX

RODRIGO, BERNARDO

Bernardo.-- Rodrigo.

Rodrigo.-- ¿Qué quieres, padre?

Bernardo.-- Tiemblo por ti: si ese hombre
nos engañase...

Rodrigo.-- No temas;
cual nosotros odia al Conde.

Bernardo.-- ¿Y si fuera una añagaza?...

Rodrigo.-- Desecha vanos temores
y el alma no me amilanes;
la necesito de bronce.

Bernardo.-- ¡Y tu vida?

Rodrigo.-- ¿A qué la quiero
con vergüenzas y dolores?
¡Moriré matando, padre!

Bernardo.-- ¿Qué será de Aurora entonces?

Rodrigo.-- ¡Aurora! No me la mientes,
que desfallezco á su nombre,
y sólo de la venganza
escuchar quiero las voces.
¡Humo vuélvanse las glorias,
las grandezas, los honores
de ese mundo del que acaban
de abrirme los horizontes,
con tal que mi agravio vengue
y á ver á mi Aurora torne. (Ruido dentro)

Bernardo.-- ¿Qué es eso?

Rodrigo.-- Llegó la hora.

Bernardo.-- Se acercan
(Señalando dentro.)

Rodrigo.-- Míralo

Bernardo.-- ¡El Conde!

Rodrigo.-- ¡Al fin, al fin, Dios del cielo
á mis alcances lo pones!


ESCENA X

DICHOS, EL CONDE trayendo de la mano á IRENE. Síguenlos DON ALVAR
y algunas DAMAS Y CABALLEROS. Precédenlos algunos ALABARDEROS

Irene.-- Paréceme tu castillo
tan fiero como tus hombres.

Conde.-- Para guardar, vida mía,
en estos tiempos que corren
lo que amamos y tenemos
de rapiñas y traiciones,
altos muros son precisos
y valientes servidores.

Irene.-- ¡Es tan agria, tan salvaje
la subida de este monte!

Conde.-- Cual congujada, el plebeyo
entre los surcos se esconde;
los grandes nos levantamos
á anidar con los halcones.

D. Alvar..-- Educada en un palacio
entre palomas y flores...

Conde.-- Flor ella y paloma á un tiempo
será, que alegre estas torres

D: Alvar.-- El amor lo alegra todo...

Conde.-- Irene mía...

Rodrigo.-- (A Bernardo en voz baja, desde el fondo del salón
donde se han retirado.)
(¿Tú oyes?
No sé cómo me contengo.)

Bernardo.-- (¡Prudencia!)

D. Alvar.-- El Rey entregóme
una preciosa diadema
para que la sien corone
de su deuda y mi pupila
al unirse con el Conde
que tanto en la última guerra
con sus huestes ayudóle.

Conde.-- Que le agradezco el presente,
don Alvar, díle en mi nombre,
y que con vida y hacienda
le ayudaré, como noble.

Irene.-- En tanto las ceremonias
de nuestra unión se disponen,
que bailen las juglaresas
ó canten los trovadores.

Conde.-- (Conduciendo á Irene á uno de los sitiales colocados
bajo el dosel, á cuyo lado se sienta él más tarde.)
En este sitial descansa
á mi lado, Irene, en donde
pueda beber en tus ojos
el fuego de los amores.


ESCENA XI

DICHOS, BELTRÁN, MENDO, NUÑO, ESCUDEROS, hombres de armas
y la servidumbre toda


Conde.-- (Llamando.) ¡Hola! Aquí mis escuderos
y servidores leales;
vengan todos como iguales,
vasallos, pajes, monteros...
Acudan también aquí
los hombres de mi mesnada;
quiero que en esta velada
estén todos junto a mí.
(Van entrando todos y distribuyéndose convenientemente
por la escena hasta llenarla por completo.)

Rodrigo.-- (Ahogándome está el furor.) (A Bernardo.)

Bernardo.-- (Te vendes de esa manera.) (A Rodrigo.)

Rodrigo.-- (¡Espera, coraje, espera,
para vengarte mejor!)

Beltrán.-- (Tus orden está ejecutada: (A Rodrigo.)
todos vienen prevenidos.)
Conde.-- Pues nos hallamos reunidos,
dé comienzo la velada.

Irene.-- ¿Hay algún bardo famoso
que sepa trovar de amores?

Beltrán.-- Rodrigo...

Conde.-- Salga.

Rodrigo.-- (Adelantándose.) Señores...

Uno.-- Es arrogante.

Otro.-- ¡Brioso!

Bernardo.-- ¿Qué irá a decir?

Mendo.-- Esperemos.

Bernardo.-- Por Dios, que impaciente aguardo...

Uno.-- (A Beltrán.)
(¿Gritamos ya <>

Beltrán.-- Mira á su espada: callemos.)

Conde.-- ¿A qué esperas, trovador?
¿Qué miras? ¿No oyes? Empieza.

Bernardo.-- (¡Dios de mi vida!)

Rodrigo.-- Señor,
fascinóme tu grandeza,
tu arrogancia y tu esplendor.
Como en misterios abunda
la trova que he de cantar,
porque nadie se confunda,
voy primero á relatar
la leyenda en que se funda. (Pausa.)
No muy lejos de esta marca
se alza un castillo roquero,
desde el cual la vista abarca
toda la extensa comarca
que vive bajo su fuero.
No conoce el sobresalto
de que el contrario lo afronte,
por ser tan fuerte , tan alto,
que sólo admite el asalto
de las águilas del monte.
De tajo en rambla y vertiente,
saltando mil fuerzas suma,
para embestirle, un torrente
que á sus plantas impotente
se deshace en blanca espuma.
La enredadera salvaje
tiende y columpia su encaje
en muro, foso y rastrillo,
y corona su almenaje
el jaramago amarillo,
y con fuerza y gloria tanta
hunde en las rocas su planta
y eleva la frente al sol,
que otro igual no se levanta
en todo el suelo español. (Pausa.)
Emporio de las riqueza,
de poder y lujo centro,
si no es esta fortaleza,
ninguna en el mundo encuentro
que la aventaje en grandeza.
Allí el pintado cristal
en la ventana ojival,
y de cueros cordobés
el diván que hunde sus pies
en la alcatifa oriental.
Allí el perfumado hanchón,
dando cuerpo á los resaltes
floridos del artesón,
y avivando los esmaltes
del histórico blasón.
En galerías y salas
como trofeos y galas,
cabezas de jabalíes
y disecados nublíes
al aire abierta las alas...
Resonando en lo interior
de aquella fuerte Babel
el ronco aullar del lebrel,
el graznido del azor
y el relincho del corcel.
Pero nada de más brillo
puede admirarse en la tierra
que, por el férreo portillo,
ver salir de caza ó guerra
al gran señor del castillo;
pues finge, al ponerse en juego
la gente que le acompaña,
si la luz del sol la baña,
una serpiente de fuego
que se enrosca en la montaña,
viniendo en el llano a dar
con el brillo refulgente
y el profundo resonar
con que dan en la rompiente
las roncas olas del mar.

Irene.-- En recitar es muy diestro.

Conde.-- ¿Te gusta su cuento oir?

Uno.-- (A los que rodean, aparte.)
(Ese castillo es el nuestro)

Mendo.-- (El principio es de maestro)
(Murmullos de admiración.)

Conde.-- Dejad al bardo seguir.

Rodrigo.-- Era, aunque muy perspicaz,
el dueño de tal mansión,
tan noble de corazón,
que, siendo de elle incapaz,
no temía la traición.
De los reveses y daños
con que el mundo le amargaba
el amor le consolaba
á un hijo de pocos años
en quién la vida cifraba;
amor que llegó a mermar,
con artificio sin par,
un joven aventurero
que quiso y logró pasar
por deudo del caballero.
Muy mal la gente veía
de aquel mozo la fortuna,
pues sólo de él se sabía
que era de bastarda cuna
y de condición impía.
Mas de tal suerte ganó
á su protector ó deudo
que este al morir le fió...

Conde.-- (Estremeciéndose á su pesar, aparte)
(¿Qué dice este hombre?...)

Rodrigo.-- Su feudo,
y al niño que lo heredó.

Conde.-- (Levantándose irritado.)
¡Eh, basta! ¿Quieres callar?
¡Miserable, deja el cuento!

Irene.-- ¿Y por qué lo ha de dejar, (Con extrañeza.)
en el preciso momento
en que empieza a interesar?
No comprendo tu arrebato,
ni sé por qué te fatiga
del trovador el relato.

Conde.-- ¿No te aburre?

Irene.-- ¡Si me es grato
escucharle!...

Conde.-- ¡Siga! ¡Siga!
El Conde vuelve á su sitial, cada vez más intranquilo
y dando muestras de mayor agitación.)

Rodrigo.-- El infame, por lograr
el señorío usurpar,
mató al niño...

Irene.-- ¿Lo mató?

Rodrigo.-- Señora, lo hizo matar
y el señorío usurpó.
Mejor sufriera el estado
el yugo de Belcebú,
que el poder desenfrenado
del Conde...

Conde.-- ¿Conde?

Rodrigo.-- ¡El malvado
se hizo Conde como tú!

Conde.-- ¡Mientes villano!

Irene.-- Señor...
¿a qué viene ese furor?

Conde.-- (Fingiendo tranquilidad.)
Irene... si estoy en calma...
(Aparte.) (¡Pedazos haré tu alma,
miserable trovador!)

Mendo.-- (A Nuño.) (Es la historia del bastardo.)

Nuño.-- (¡Qué valor!)

Mendo.-- (¡Qué sangre fría!)

Beltrán.-- (¡Bien al Conde desafía!)

Uno.-- (A Beltrán.) (¿Gritamos ya <>)

Beltrán.-- (No es ocasión todavía.)

Rodrigo.-- Terror, piedad, ó despecho
he logrado levantar
con mi historia en todo pecho;
nunca vi tan satisfecho
mi orgullo de buen juglar.

Conde.-- (Aparte.) (¿Quién es ese trovador?)

Rodrigo.-- Doquier, para hacerse fuerte,
el maldito usurpador
iba sembrando el terror
y la miseria y la muerte.
Teniendo por fe el engaño,
por justo derecho el robo,
y gozándose en el daño,
fue entre los suyos el lobo
que se ceba en el rebaño;
pues juntar al cielo plugo
en aquel vil corazón
la arrogancia del matón
la inclemencia del verdugo
y el instinto del ladrón.

Conde.-- (Cada vez más exaltado aparte.)
(¡Por Dios, que lo he de matar!)

Rodrigo.-- ¿Quién diría que tal fiera
que acababa de robar
á una joven de su hogar...

Conde.-- (Levantándose furioso.)
¡Beltrán arrójale fuera! (Nadie se mueve.)

Rodrigo.-- (Continuando la frase)
Se atreviese á pretender...

Conde.-- ¡No me obedece!

Rodrigo.-- (Como antes) A una hermosa...

Conde.-- ¿Qué pasa aquí?

Rodrigo.-- (Idem.) Del valer
y la pureza...

Conde.-- ¿Y aun osa?...

Rodrigo.-- (Señalando a Irene)
De esa inocente mujer?

Irene.-- ¿Qué dices?

Conde.-- (Loco de rabia) ¡Basta, menguado!
¡A él Beltrán!

Rodrigo.-- Mas Dios salvó,
por castigar al malvado,
al niño desventurado

Conde.-- ¿Qué oigo?

Rodrigo.-- Mírame. ¡Soy yo!

Conde.-- ¡Mendo!¡Nuño! ¡Voto va!...
¡Matadle! ¡Matadle! Infame,
¿no os movéis?¡Venid acá!

Rodrigo.-- Es inútil que los llames;
ninguno te acorrerá.

Conde.-- ¡A mí, villanos, traidores!...

Irene.-- (Bajando del sitial y amparándose en don Alvar.)
Don Alvar, morir me siento.

D: Alvar.-- ¡Mis valientes servidores,
á mi lado!
(Los hombres de don Alvar rodean á este y á Irene.)

Conde.-- ¡Sufro y cuento
de la muerte los horrores!

Beltrán.-- ¡Viva el Conde don Rodrigo!
(Rodrigo saca la espada.)

Todos.-- (Con explosión) ¡Viva!

Otros.-- ¡Viva el trovador!

Conde.-- ¡Ballesteros, sed conmigo!

Rodrigo.-- ¿Cómo, villano, contigo
cuando están con su señor?

Conde.-- (Furioso en medio de la escena.)
Cobardes, traidores, viles,
que con furia vengadora
me aulláis cual perros serviles,
y estabais hace una hora
á mis pies como reptiles
¿queréis mi vida? ¡Os aguardo!
Por ella venid aquí...
Tú también mísero bardo...
¡Todos, todos al bastardo!
¡Todos juntos contra mí!

Varios.-- (Arrojándose sobre él, sujetándole y desrmándole.)
¡Muera el asesino!

Todos.-- ¡Muera!

Rodrigo.-- Que ninguno le maltrate.

Conde.-- (Luchando con los que le sujetan.)
¡Traidora jauría, fuera!

Rodrigo.-- ¡Soltad, soltad á esa fiera,
que quiero ser quien la mate!

Conde.-- ¿Tú, tú matarme? ¡A traición
Pareces zorra asustada
á la vista del león

Rodrigo.-- (Dándole su espalda y haciendo que le dejen libre.)
Libre estás; toma tu espada,
y busca mi corazón

Conde.-- A mi empuje cederás .

Rodrigo.-- (Desarma al Conde y se tira á él.)
Asesino , Muere.

Aurora.-- (Que ha salido momentos antes, al oír á Rodrigo se
interpone entre él y el Conde.) ¡Atrás!

Rodrigo.-- ¡¡Aurora!!

Bernardo.-- ¡Mi hija!

Conde.-- ¿Tú aquí?

Rodrigo.-- (Queriendo separar á aurora para tirarse sobre el

Conde.--) ¡Quita!

Aurora.-- (Cubriendo al Conde con su cuerpo.)
¿Matarle?¡Jamás!
¡Mil veces antes á mí!

TELÓN RAPIDO

FIN DEL ACTO SEGUNDO


ACTO TERCERO
_____________

El mismo salón del castillo. Al abrirse la gran puerta del fondo se verá la capilla.

ESCENA PRIMERA

MENDO, NUÑO


Mendo.-- ¡Qué escena, qué atroz escena!

Nuño.-- Casi una hora ha pasado
del suceso, Mendo amigo,
y aún me sobrecoje el pasmo.

Mendo.-- Vivo el Conde, nos aguardan
todavía sobresaltos.

Nuño.-- ¿Aún le temes?

Mendo.-- Mientras viva,
no dormiré sosegado.
La muerte debimos darle
y a Rodrigo no hacer caso.

Nuño.-- El Conde se revolvía
cual jabalí acorralado.

Mendo.-- ¿Y Rodrigo?¡Cuán valiente!...

Nuño.-- En verdad que estuvo bravo.

Mendo.-- Como que en vez de batirse
con el maldito tirano
debió, á mi ver, al verdugo
mandar que le hiciese cuartos.

Nuño.-- ¡Con qué brío le acusaba!

Mendo.-- ¡Y con qué pujante brazo
le desarmó! ¡Si no viene
aquella moza á estorbarlo,
á estas horas está el Conde
en los infiernos danzando.

Nuño.-- ¿Y qué hará con él Rodrigo?

Mendo.-- Miren qué pregunta: Ahorcarlo.

Nuño.-- ¿Y con ella?

Mendo.-- ¿Con quién dices?

Nuño.-- Con la que libró al bastardo.

Mendo.-- ¡Infeliz!

Nuño.-- ¿La conocías?

Mendo.-- Como que ayudé a su rapto.

Nuño.-- Y es buena moza.

Mendo.-- ¿Tú has visto
al Conde después del caso?
Porque yo no me he atrevido...

Nuño.-- A la sala le llevaron
que precede a la capilla,
atado de pies y manos.
Así lo ordenó Rodrigo:
por cierto que se ha ocultado...

Mendo.-- De aquí salió con su padre

Nuño.-- ¿Con su padre?

Mendo.-- Con Bernardo.

Nuño.-- ¿Y quién es Bernardo?

Mendo.-- El viejo
que le viene acompañando.

Nuño.-- ¿El padre de la muchacha?

Mendo.-- ¡Si es ese quien le ha criado!

Nuño.-- ¡Oh, que historia!

Mendo.-- Mira; ahí viene
quien de ella tiene los cabos.


ESCENA II

DICHOS, BELTRÁN

Beltrán.-- ¡Qué desorden! (Desde la puerta, llamando.)
¡Furtún! ¡Dieguez!
De seguro que esos zánganos
andan con la soldadesca
los toneles asaltando:
á esto siempre redujeron
sus victorias los bellacos
¿Y Rodrigo? (A Mendo.)

Mendo.-- No sabemos.

Nuño.-- Estás, Beltrán, preocupado.

Mendo.-- Más alegre te creyera
al dejar de ser esclavo.

Beltrán.-- Era justo su escarmiento,
mas quédame un dejo amargo
de este triunfo.

Mendo.-- ¿Pues no fuiste
quien levanto nuestros ánimos?

Beltrán.-- Es cierto.

Mendo.-- Bah, ¿desconfías
de que ahorquen al bastardo?

Beltrán.-- Lo aborrecí, lo aborrezco,
morir debe y sin embargo...

Mendo.-- Y morirá, vive Cristo.

Beltrán.-- Pero no, Mendo, á mis manos.
(Aparte.) (¿Ser su verdugo?...¡Imposible!
¡Imposible!

Mendo.-- ¿Mas si en alto
le viera de nuevo?...

Beltrán.-- Entonces
volvería á derribarlo.
¿Y doña Irene?

Nuño.-- Marchóse
al volver de su desmayo
con don Alvar, que furioso
salió de aquí perjurando
que si no matan al Conde
él mismo vendrá á matarlo.

Mendo.-- Y tiene razón.

Nuño.-- (Escuchando.) ¿Qué gritos?..

Mendo.-- (Idem.) ¡Que tumulto!

Voces.-- (desde lejos.) ¡Viva el bardo!


ESCENA III

DICHOS, RODRIGO, gente del castillo


Voces.-- (Desde fuera.) ¡Muera el asesino!

Otros.-- ¡Muera!

Nuño.-- (Viendo entrar a Rodrigo.)
¡Rodrigo!

Voces.-- (Más cerca) ¡Muera el tirano!

Rodrigo.-- Beltrán...

Beltrán.-- ¿Señor?

Rodrigo.-- ¿Por qué gritan
de tal suerte los soldados?

Beltrán.-- No sé...

Uno.-- ¡Que viva Rodrigo! (Entrando.)

Todos.-- ¡Muera el infame bastardo!

Rodrigo.-- ¿Qué queréis?

Varios.-- ¡Pronto justicia!

Otros.-- ¡Justicia contra el malvado!

Rodrigo.-- ¡Se hará!

Uno.-- ¡De muerte!

Rodrigo.-- ¡De muerte!
Mas dejadme.

Unos.-- ¡Viva el bardo!

Rodrigo.-- Confiad en mi palabra;
partid y callad.

Uno.-- Partamos.
(Vanse todos menos Beltrán.)

Beltrán.-- (Aparte.) (Es preciso que le diga...)
¿Señor?

Rodrigo.-- Morirá á tus manos.

Beltrán.-- ¿Cómo?

Rodrigo.-- Sí; te pertenece
el derecho de matarlo.

Beltrán.-- Pero si yo...

Rodrigo.-- ¡Vete! ¡Basta!
Tú lo ahorcarás; lo he jurado. (vase Beltrán)

Voces.-- (Lejanas.) ¡Viva el Conde don Rodrigo!
¡Muera el infame bastardo!


ESCENA IV

RODRIGO solo

¡Morirá el infame sí!...
¿mas qué gano con que muera?
¡Ay, la muerte verdadera
es esta que llevo aquí!
Para él la muerte es la calma..
¡No; yo quiero para él
este veneno, esta hiel
que me está abrasando el alma!
¿Yo, arrastrando con horror
por la tierra maldecida,
galeote de la vida,
la cadena del dolor;
y él, ave que llegó al nido
do acaba toda amargura,
bañándose en la dulzura
de las aguas del olvido?
No, no. ¡Venganza colmada!
¿Mas como me he de vengar
no pudiéndola robar
el corazón de su amada?
¡Ella, mi bien, mi tesoro,
mi ilusión, el hada mía,
que roba rayos al día
para sus cabellos de oro!
¡Ella, la de ojos tan bellos,
de mirada tan radiosa
que á modo de mariposa
iba yo á abrasarme en ellos!
¡Cuya boca de clavel,
si á la sonrisa despierta
finge granada entreabierta
que está rebosando miel!
¡Ella cuyo seno toma,
si lo agita el sentimiento,
el vivo estremecimiento
del ala de la paloma!
¿Ella tan buena, tan pura
como un ángel del edén,
iba á entregar tanto bien
á esa bastarda criatura?
¡Si no es posible que le ame!
¡Mintió, mintió mi sentido!
¡Yo por haberlo creído,
yo sólo soy el infame!
¡Si cierta su culpa fuera...
si indecorosa le amara!
¡Maldición!¡No lo pagara
con cien vidas que tuviera!
¿Pero aún dudo? ¡Vive Dios,
y en sus brazos la vi inerte,
y en su defensa!..¡La muerte,
la muerte para los dos!


ESCENA V

RODRIGO, AURORA


Aurora.-- ¡Allí está; le quiero hablar! (Desde la puerta.)
¡Rodrigo!

Rodrigo.-- (Al oír la voz de Aurora corre hacia ella, como cediendo
a un movimiento irresistible: antes de llegar retrocede.)
¿Qué es lo que oí?
¡Aurora!

Aurora.-- Vengo á implorar...

Rodrigo.-- No; no te acerques a mí,
porque te voy a matar.

Aurora.-- ¡Perdón!

Rodrigo.-- (¿Perdón?) ¿Luego es cierto?

Aurora.-- ¡Por piedad!

Rodrigo.-- (¡Piedad clamó!)

Aurora.-- ¡Hermano!

Rodrigo.-- ¿Tu hermano yo?
¡Infame, tu hermano ha muerto!
¡Tu impudicia lo mató!

Aurora.-- Rodrigo, atiende... sabrás..

Rodrigo.-- ¿Para qué? ¡Si lo sé todo!
Que eras pura...

Aurora.-- ¿No me oirás?

Rodrigo.-- ¡Y que te encuentro en el lodo!
¿Aún quieres que sepa más?

Aurora.-- ¡Débil yo, sin ti á mi lado...
cuando muerto te juzgué!...

Rodrigo.-- ¡Ah, si me hubieras amado,
jamás se hubiera ausentado
de tu corazón la fe!

Aurora.-- ¡No, no me trates así,
Rodrigo, ten compasión!

Rodrigo.-- ¿La has tenido tú de mí?
¿Qué has hecho, responde, di,
de mi pobre corazón?
¿Qué has hecho del triste viejo
que juzgando tu alma pura,
cifró toda su ventura
en mirarse en el espejo
de tu candor y hermosura?

Aurora.- ¡Calla! Si tu labio insiste
en prolongar mi suplicio,
vas á hacer que pierda el juicio.

Rodrigo.-- ¿Acaso no lo perdiste
al arrojarte en el vicio?

Aurora.-- (En tono de despecho.)
Quien generoso nació,
alma de fiera...

Rodrigo.-- ¿Yo?

Aurora.-- ¡Si!
Al caído levantó;
no en el cieno lo enterró
como tú, cobarde, a mí.

Rodrigo.-- ¿Cobarde? ¡Si que lo he sido!
Tienes, Aurora, razón;
pues al verte no he tenido
el valor de haber hundido
mi daga en tu corazón.

Aurora.-- ¡Húndela!

Rodrigo.-- Ni esa altivez
es virtud, sino doblez;
que solo la contumacia
presta al delincuente audacia
para increpar a su juez.

Aurora.-- ¿Rodrigo, fui tan malvada
que no merezca piedad?

Rodrigo.-- ¿Estás, di, tan rebajada,
que no te dice, menguada,
la conciencia tu maldad?
Te hice mi bien, mi ilusión,
mi esperanza, mi alegría,
¿y qué más?... mi religión,
pues por ti en la idolatría
vino a dar mi corazón.
¡Como reinabas en mí!
Tu bondad..¡que frenesí!
Tu desdén...¡qué horrible cruz!
A tu lado...¡cuanta luz1
¡Qué noche lejos de ti!
Cualquier bien al admirar
<> me decía,
y si de hinojos caía
ante la Virgen á orar,
con ella te confundía;
que al ver el llanto rodando
por sus mejillas de flores,
exclamaba suspirando:
<< así me estará llorando la Virgen de mis amores.>>
¡Si es posible que te arguya
la conciencia todavía
dime infame, dime impía,
si hay maldad como la tuya
ó pena como la mía!

Aurora.-- Era yo, falta de madre,
un guerrero sin escudo,
que una mujer nunca pudo
á los ojos de su padre
poner el alma al desnudo.
Estaba á solas conmigo,
y la soledad, Rodrigo,
con su misterio y su calma,
es al mayor enemigo
de la pureza del alma.
Vi á Pedro, le quise odiar,
pero á solas al buscar
los medios de aborrecer,
tanto en el vine á pensar
que le tuve que querer.

Rodrigo.-- ¡Calla!

Aurora.-- Desde aquel momento
mi vida es lucha, aflicción,
espanto, dolor, tormento,
pues llevo el remordimiento
clavado en el corazón.
Desde aquel día no arrostro
de la gente las miradas,
que en mí al sentirlas clavadas
sube á mi pálido rostro
la vergüenza á llamaradas.
Amando cual tú has amado
sufrí lo que tu has sufrido
que no hay amor sosegado,
y á tantas penas he unido
la de haberos deshonrado.
Mi padre, á quien tanto quiero,
dábame miedo y dolor,
y tus palabras de amor
eran puñales de acero
que me causaban terror.
Avergonzada del día,
por la noche suspirada,
y cuando esta me envolvia
la sombra me horrorizaba
y á voces la luz pedía.
Y me han hecho derramar
tanto llanto mis enojos,
mis culpas a mi pesar,
que ya no tienen mis ojos
más lágrimas que llorar.
¡Dime , dime por favor
si con verdad no te arguyo;
di, hermano, si mi dolor,
comparado con el tuyo,
no es mayor, mucho mayor!

Rodrigo.-- (¡Ah, me aflige su quebranto;
á mirarla no me atrevo!...

Aurora.-- ¡Rodrigo!

Rodrigo.-- (¡La quise tanto,
que al verla bañada en llanto
voy á quererla de nuevo!
Es preciso que la huya...)

Aurora.-- ¡Piedad! (Arrodillándose.)

Rodrigo.-- ¡Levanta!

Aurora.-- Su vida.

Rodrigo.-- ¿Qué vida dices?

Aurora.-- ¡La suya!

Rodrigo.-- ¿Tal le quieres, que atrevida
la antepones a la tuya?

Aurora.-- El enojo te arrebata:
sé noble, por compasión.
¡Su vida!

Rodrigo.-- ¡Calla, insensata!
¡Ya sus delitos no son,
sino tu amor, quien me mata!

Aurora.-- Eres compasivo...bueno...
No por él, hazlo por mí,
por el hijo que en mi seno...

Bernardo.-- (Que habrá entrado momentos antes y oye á Aurora)
¿Qué escucho?

Rodrigo.-- ¡Montón de cieno, (Rechazándola.)
aparta, aparta de aquí!


ESCENA IV

DICHOS, BERNARDO

Bernardo.-- ¿Con que es cierta tu doblez?

Aurora.-- ¡Padre! ¡Padre!...

Bernardo.-- ¡Calla impía!
¡Que ni eres ya la hija mía
ni yo soy sino tu juez!

Aurora.-- ¿También me rechazas?

Bernardo.-- Si.

Aurora.-- ¿Mis angustias no te oprimen?

Bernardo.-- ¡No es mi rencor, es tu crimen
el que te aleja de mí!

Aurora.-- ¡Piedad!

Bernardo.-- Si no la has tenido
de nadie, ¿por qué la imploras?
¡Sospecho al ver cómo lloras
que hasta ese llanto es fingido!

Aurora.-- Horror mi falta me inspira,
¿más quién al amor resiste?...

Bernardo.-- ¿Y porque amabas caiste?
¡Mentira, torpe mentira!
El amor es llama pura
que sobre el mal nos eleva,
aspiración que nos lleva
en sus alas a la altura.
Amar es, lo que hago yo...
Soñar, esperar, sufrir
engrandecerse y morir...
¡Pero degradarse, no!
¡Y fuera error sin segundo
cubrir con un mismo velo
lo más precioso del cielo
y lo más torpe del mundo!

Aurora.-- Mira mi llanto brotar
y tus enojos olvida.

Bernardo.-- Antes, antes, fementida,
fue la ocasión de llorar::
cuando, olvidando mi amor,
por tus flaquezas livianas,
echaste sobre estas canas
la mancha del deshonor.
Perdí, al perderte, mi bien,
cuanto mi vida alegraba...
sólo el honor me quedaba
¡y lo he perdido también!

Aurora.-- No más me rechaces, no.

Bernardo.-- ¡Aparta!

Aurora.-- ¡Perdón y olvido!

Bernardo.-- ¿Y mi honor, mi honor perdido,
quién me lo devuelve?

Rodrigo.-- (Saliendo de su silencio y acercándose á ellos.)
Yo

Aurora.-- ¿Cómo? (Con sorpresa.)

Bernardo.-- (Idem.) ¿Qué puedes hacer?

Rodrigo.-- Algo que acaso te asombre.

Bernardo.-- ¡Rodrigo!

Rodrigo.-- Salvar tu nombre
y cumplir con mi deber.
Deshonrada tu hija está:
tan sólo el torpe raptor
puede volverle el honor...

Bernardo.-- ¿Qué dices?

Rodrigo.-- ¡Que así será!
Al punto con ella ve:
un velo cubra su frente,
y está de mi voz pendiente,
que pronto la llamaré.

Bernardo.-- ¿Qué intentas?

Rodrigo.-- Que lave Dios
de su frente la mancilla;
ahora mismo, en la capilla,
se desposarán los dos.

Bernardo.-- ¡Rodrigo!

Aurora.-- ¡Dios de mi vida!
¡Oh! ¡Gracias!

Rodrigo.-- No me las des.
¡Silencio! ¡Calla! ¿No ves
que haces más grande mi herida?
Vé, padre.

Bernardo.-- El alma me das.

Rodrigo.-- Llévala al punto.

Bernardo.-- Eso ansío...

Rodrigo.-- Pronto, pronto, padre mío..
¡Antes que me vuelva atrás!
(Vase Bernardo, llevándose á aurora.)



ESCENA VII

RODRIGO, MENDO, NUÑO


Rodrigo.-- ¡Hola! (Llamando) La perdí...¡Yo muero!
¡De nuevo la eterna ausencia!

Nuño.-- ¿Qué mandas? (Saliendo con Mendo.)

Rodrigo.-- Que á mi presencia
conduzcan al prisionero.

Nuño.-- Bien. (Vase.)

Rodrigo.-- (A Mendo.) Tú, corre á preparar
a la servidumbre toda;
va á celebrarse una boda:
que dispongan el altar
con su mejor ornamento,
y al sacerdote prevén:
todos dispuestos estén
para dentro de un momento.

Mendo.-- Corro...

Rodrigo.-- Espera; lo esencial
aún no sabes; presta oído.
Cuando se haya concluido
la ceremonia nupcial,
amarrad al prisionero
y volverlo a su prisión

Mendo.-- Cumpliré la comisión
que me das.

Rodrigo.-- Así lo espero. (Vase Mendo.)



ESCENA VIII

RODRIGO, luego el CONDE y soldados

Rodrigo.-- Sí; la prisión más sombría
de esta torre secular,
donde nunca penetrar
consiga la luz del día;
donde pueda á mi despecho
dar venganza suficiente,
mirándole lentamente
morir sin aire y sin lecho.
(Mirando hacia el interior.)
Se acerca. ¡Cuánto rencor
en su mirada altanera!
Vencido viene, y cualquiera
le juzgara vencedor.
(Aparece el Conde rodeado de soldados, Rodrigo hace
señal á estos últimos para que se marchen, y vanse.)



ESCENA IX

EL CONDE, RODRIGO

Rodrigo.-- Acércate.

Conde.-- (Con altivez) Ven tú á mí,
si quieres algo conmigo:
yo nada de ti mendigo,
no tengo por qué ir a ti.

Rodrigo.-- ¿Tal orgullo cuando estás
de la muerte a un solo paso?

Conde.-- El alma noble en su ocaso
como el sol, se agranda más.

Rodrigo.-- ¿Tu conciencia, Belcebú,
no te dice que tu dolo,
tu crimen?...

Conde.-- Me dice sólo
que soy más grande que tú.
¿Por ventura, á ser tú fuerte,
me hicieras aquí venir,
tus sarcasmos á sufrir
en vez de darme la muerte?

Rodrigo.-- Si por el cielo maldito,
cual réprobo, no estuvieras,
ya que á mí no, te rindieras
al peso de tu delito.

Conde.-- ¿Delito mi aspiración
al poder y la victoria’
¿Delito abrir á la gloria
las alas del corazón?
¡Ah, si envidioso el destino
de mi arrebatado anhelo,
no hubiera puesto a mi vuelo
la traición en el camino,
esa corona condal,
por mi valor agrandada
se hubiera visto cerrada
por una cruz imperial.

Rodrigo.-- ¿Y tus yerros?

Conde.-- Son mis yerros,
no haber tenido á la gente
que á ti me entregó vilmente
atraillada como a perros:
no haber nunca imaginado
que pudiera ser vencido,
no haber la traición temido
y, en fin, no haberte matado.

Rodrigo.-- ¿Y eso te dejo decir?
¡Vive Dios, que me arrebatas!

Conde.-- Pues si pronto no me matas
aún te queda más que oír.
¿Qué harás, miserable enano,
del gigante con las prendas?
Del señorío las riendas
se te caerán de la mano;
perderá en ti mi tizona
de conquistar la costumbre;
no de honor, de pesadumbre
te servirá mi corona;
y abatida la cabeza,
desencajados los hombros,
darás bajo los escombros
de mi arruinada grandeza.

Rodrigo.-- Tengo al oírte, el poder
del mártir que se convence...

Conde.-- Sólo á ser mártir se vence
quien héroe no pudo ser.
El débil está maldito:
la paciente esclavitud
será en el perro virtud,
en el hombre es un delito.

Rodrigo.-- ¡Calla! ¿Vas á renegar?...

Conde.-- Si aún has de oír en tu mengua...

Rodrigo.-- ¡Te vas á encontrar sin lengua
con que poder insultar!

Conde.-- ¡Para confundir, oh, necio,
tu cólera vengativa
tengo una fuerza más viva
que la del odio: el desprecio

Rodrigo.-- Mira si soy noble y fuerte
que te estoy oyendo en calma,
en vez de arrancarte el alma.

Conde.-- ¿Por qué no me das la muerte?
¿Piensas que anhelo vivir?
A quien fue lo que yo he sido
y ve su sueño perdido
solo le resta morir.

Rodrigo.-- Antes has de reparar
el honor de una mujer.

Conde.-- ¿Qué me quieres proponer?

Rodrigo.-- Lo que tengo que lograr.
Quiero-¿lo oyes?-que devuelvas
á Aurora la honra perdida.

Conde.-- (Aparte con ternura.)
(¡Aurora!...¡Luz de mi vida!...)

Rodrigo.-- Y que pronto te resuelvas.
Al altar te arrastraré
donde ante Dios...

Conde.-- Será en vano;
antes de darle mi mano
á la tuya moriré.

Rodrigo.-- Pues morirás, morirás;
te juro...

Conde.-- No me intimidas.
Me basta con que lo pidas,
para no hacerlo jamás

Rodrigo.-- He de dar torturas tantas
á tu infame corazón,
que habrás de implorar perdón
de rodillas á mis plantas.

Conde.-- Cuando en el tormento esté
descoyuntado, deshecho,
abriendo al odio mi pecho,
<> te gritaré;
y aun del verdugo en la mano
mi ensangrentada cabeza,
ha de tener entereza
para gritarte <>

Rodrigo.-- Pues prepárate al tormento.

Conde.-- Mi ánimo en él probarás.

Rodrigo.-- Allí no te negarás.

Conde.-- ¡Con mucho más ardimiento!

Rodrigo.-- ¡Dios mío, dame poder
para oírle y no matarle!

Conde.-- Mucho, Señor, has de darle,
si me tiene que vencer.

Rodrigo.-- ¿Nada te produce mella?
(Llamando.) ¡Aurora!

Conde.-- ¿Qué haces?

Aurora.-- (Saliendo.) ¿Señor?...

Rodrigo.--(Arrojando á Aurora en brazos del Conde.)
¡A ver si tienes valor
para negárselo á ella (Vase Rodrigo.)


ESCENA X

EL CONDE y AURORA

Aurora.-- ¡Pedro!¡Pedro!

Conde.-- ¿Tú también
conspirando contra mí?

Aurora.-- ¿Y me recibes así,
cuando lucho por tu bien?

Conde.-- ¿No vienes de mí á lograr,
por ese necio hostigada,
que ceda?

Aurora.-- No anhelo nada,
sino tu vida salvar.
Los afanes en que muero
no son por mi honra perdida,
ni aun por tu amor...¡es tu vida,
es tu vida lo que quiero!

Conde.-- ¡Son ciegas estas mujeres!
¿Vivir puedo en la bajeza?

Aurora.-- ¿Aún tus sueños de grandeza
a la ventura prefieres?

Conde.-- ¿No son ellos la ventura?

Aurora.-- La dicha es la paz, la calma
del amor...

Conde.-- Para mi alma
no hay placer sino en altura.

Aurora.-- ¿Por qué entonces hasta mi
bajaste?

Conde.-- Si no bajé;
¡en mi vuelo te encontré
y a mi altura te subí!

Aurora.-- Aun podemos ser felices.
Mi padre y Rodrigo son
de tan noble corazón
que perdonarán...

Conde.-- ¿Qué dices?
¿Yo por ellos perdonado?
¡Antes mil veces morir!
¿Pudiera yo consentir?...
Quien lo piense es un menguado.
Su perdón...¡que horrible afrenta!
Les llamaré a la venganza

Aurora.-- ¡No me quites la esperanza
que mi corazón alienta!

Conde.-- ¿Cómo vivir una vida
otorgada de tal suerte?

Aurora.-- ¿Morirás?

Conde.-- Sólo en la muerte
puedo sanar de mi herida.

Aurora.-- Huye lejos, do testigo
ninguno de tu mal haya...

Conde.-- ¿Adónde iré que no vaya
mi vencimiento conmigo?

Aurora.-- Lejos, muy lejos de aquí,
oculto a la necia gente..

Conde.-- ¿Y dónde y cómo inocente,
podré ocultarme de mí?

Aurora.-- ¿Qué de mí entonces? ¿Qué harás
del hijo de nuestro amor?...
¡La infamia y el deshonor!...
la muerte!

Conde.-- (Resuelto.) (En luchas terribles ardo.)
Llevará tu hijo mi nombre.
(Con resolución, después de una pausa.)

Aurora.-- ¡Gracias!¡Gracias!

Conde.-- ¡Ningún hombre
podrá llamarle bastardo.
¿Bastardo? ¡No quiero, no,
que por tal mancha lavar,
tenga que hacer derramar
tanta sangre como yo!

Aurora.-- ¿Y accederás, Pedro mío?...

Conde.-- Nada más tu labio pida.

Aurora.-- Tu vida.

Conde.-- Bien...bien...(Aparte.) (¡Mi vida!...)

Aurora.-- ¿Quién dijo que eras impío?

Conde.-- ¡Rodrigo!¡Bernardo!¡Aquí! (Llamando.)
(Aparte.) (Tengo el infierno en el alma!)

Aurora.-- No te arrebates. Ten calma.
¡Mi padre! (Viéndolo.)

Bernardo.-- (Al Conde.) ¿Me llamas?

Conde.-- Sí.



ESCENA XI

DICHOS, BERNARDO y RODRIGO

Conde.-- Dispuesto estoy á lavar (A Rodrigo.)
de esta mujer la mancilla.

Rodrigo.-- También lo está la capilla
vuestra unión á celebrar.
Entrad, pues.
(Rodrigo abre la gran puerta del fondo, donde aparece
la capilla profundamente iluminada y llena de gente
del castillo.)

Conde.-- (Dando á aurora la mano)
Entremos, sí.

Bernardo.-- ¡Al fin cumples tu deber!

Conde.-- (Aparte, al entrar en la iglesia.)
(Ahora soy de esta mujer;
luego volveré por mí.)


ESCENA XII

RODRIGO solo


Rodrigo.-- (Después de haber cerrado la puerta de la capilla.)
¡Se van!...¿Y tengo valor?..
¿Y soy, cielos, quien olvida
que la infame y el traidor?
¡Ellos destrozan mi vida
y yo les vuelvo el honor!...
¡Oh! ¡Jamás! Corro ante el ara...
Pero, no...¡torpe flaqueza!
Lo juré...¡Si lo olvidara,
fuera tanta mi vileza
que con ellos me igualara!
Únanse.. dé la traidora
su mano al hombre que adora
del santo altar á los pies...
¡Cuánto más gocen ahora,
más han de sufrir después!
¡Acaso piensa el impío,
viendo que yo se lo di
guardar sólo para sí
el tesoro que fue mío
y que por siempre perdí!
¡Acaso, juzgamos vanos
mi dolor y odio vehementes,
en este instante, livianos
cambian miradas ardientes
al estrecharse las manos!
¡No ha de ser! ¿Quién tal pensó?...
¿Pudieran?.. Cierto que yo
con ese infame la uní,
pero sólo se la di
por un instante... más, no!
(Acercándose a la puerta de la capilla.)
Suena el órgano sonoro...
Oigo las voces del coro...
Quizá ya es suya la infiel...
¡Suya!¡Suya! (Con desesperación.) ¡No! ¡Cruel,
Detente, ven; yo te adoro!
Pero, ¿qué dije? ¡Mentía!
¡Yo amarla! ¿La amé quizás?
Si la amara, ¿viviría
sabiendo que ya no es mía
ni puede serlo jamás?
¿Qué venganza? La mayor
¡Aplaque mi sed ardiente
la sangre de ese traidor!...
(Lanzándose hacia la puerta.)
¡Muera al momento!
Beltrán (Que habrá salido un momento antes, deteniéndole.
¡Detente!
¡Es imposible, señor!



ESCENA XIII


RODRIGO, BELTRÁN


Rodrigo.-- ¿Qué dices? ¡Quita de ahí!

Beltrán.-- No harás tal; tu enojo olvida.

Rodrigo.-- ¿Tú lo defiendes? ¿Tú?

Beltrán.-- Sí

Rodrigo.-- ¿Y por qué?

Beltrán.-- Por que su vida
es sagrada para ti.

Rodrigo.-- ¿Sagrada?

Beltrán.-- Si orden has dado
de matarle, como creo,
corre á impedir lo mandado.

Rodrigo.-- ¿Pero te atreves menguado,
á oponerte á mi deseo?
¡Aparta!

Beltrán.-- Me atrevo, sí.
A tu padre prometí
lo que cumplir quiero fiel.

Rodrigo.-- ¿Qué estás diciendo?

Beltrán.-- ¡Que es él
quien te está hablando por mí!

Rodrigo.-- ¿Mi padre?

Beltrán.-- Su sombra fiera,
que á maldecir se dispone
el enojo que te altera,
y es invencible barrera
que á tus proyectos se opone.

Rodrigo.-- ¿Mi padre ampara al tirano?

Beltrán.-- Lo juro.

Rodrigo.-- ¡Mientes, villano!

Beltrán.-- Pues corre á lograr tu fin...

Rodrigo.-- Sí que iré.

Beltrán.-- ¡Mata á tu hermano,
y hazte rival de Caín!

Rodrigo.-- ¿Cómo? ¿Mi hermano?...(Con asombro.)

Beltrán.-- Sí tal;
yo sólo el secreto guardo.
Tu padre, en su hora final,
confió á mi pecho leal
que era hijo suyo el bastardo.

Rodrigo.-- ¡Oh!

Beltrán.-- Por su deudo pasaba,
pues tu padre conocía
su condición terca y brava,
y por tu suerte temía
si él su origen sospechaba.
¡Quizá presintió el anciano!...

Rodrigo.-- ¡Basta!¡Detente, inhumano!
No más.

Beltrán.-- Déjame acabar.

Rodrigo.-- ¿Y para qué? Si es mi hermano
y no me puedo vengar.

Beltrán.-- ¡Fuera venganza maldita!

Rodrigo.-- ¿Por qué cuanto prometí
la suerte aciaga me quita?

Conde.-- (Abriendo de repente la puerta de la capilla y entrando
desaforado con un puñal en la mano seguido de toda la gente.)
¡Atrás, villanos!

Rodrigo.-- ¿Quién grita? (Volviéndose)

Conde.-- ¡Cobardes, lejos de mí!



ESCENA ULTIMA

DICHOS, el CONDE, AURORA, BERNARDO, MENDO, NUÑO, Soldados
y gente del castillo


Todos.-- ¡Muera! (Lanzándose sobre el Conde)

Rodrigo.-- ¡Jamás! (Poniéndose delante)

Aurora.-- ¡Virgen mía!

Conde.-- ¿Tú me tienes compasión? (A Rodrigo.)
Si son pocos todavía...
Toda esa infame jauría
no basta para el león.

Rodrigo.-- ¡Nadie delante de mí
le toque!¡ Venid aquí!

Aurora.-- ¡Dejadle, dejadle, impíos!

Conde.-- (Ä Rodrigo y á los soldados.)
¡Para ellos y para ti
me sobran fuerzas y bríos!

Rodrigo.-- Oye...

Conde.-- Cuanto conseguí,
quitármelo al cielo plugo,
y pues todo lo perdí,
trabajo evito al verdugo,
siéndolo yo mismo aquí
(Se clava el puñal y cae)

Rodrigo.-- ¿Qué has hecho? (Corriendo hacia él.)

Aurora.-- ¡Dios mío!¡Oh! (Idem.)
(Aurora se abraza al Conde.)

Rodrigo.-- ¡Hermano!

Bernardo.-- ¡Mortal la herida!

Rodrigo.-- ¡Hermano!

Conde.-- ¿Tu hermano yo?
¿Qué dijiste?

Rodrigo.-- Que la vida
un mismo padre nos dio.

Conde.-- ¿Quién lo afirma?

Rodrigo.-- (Señalando á Beltrán) Ese escudero.

Aurora.-- ¡Se desangra!

Bernardo.-- ¡Horrible día!

Aurora.-- ¡Socorro!

Conde.-- Ya nada espero...(Moribundo.)
Todo es inútil... Yo muero...
¡Perdóname, Aurora mía!

Aurora.-- ¡Oh!

Conde.-- ¡Llanto dejan en pos
mis vanos sueños de glorias!...
(Con voz cada vez más débil)
Perdón os pido á los dos...
¡No...maldigáis ... mi... memoria!...

Aurora.-- ¡Pedro!

Rodrigo.-- ¡Hermano!

Conde.-- Adiós...¡adiós! (Muere.)

Aurora.-- ¡Muerto!¡Jesús! (Loca de dolor.)

Bernardo.-- ¡Dios sagrado!
(Pausa, después de la cual Rodrigo se levanta con aire resuelto.)

Rodrigo.-- ¡Adiós, padre!

Bernardo.-- Desdichado,
¿dónde vas? Oye...¡Detente!

Rodrigo.-- ¡A morir como soldado
á los desiertos de oriente!

Bernardo.-- ¿Pero así? ¿Y el señorío?...

Rodrigo.-- ¡A ella y á ti lo confío!

Bernardo.-- ¿Qué dices?

Rodrigo.-- ¡Nombre y poder,
yo dejo cuanto fue mío
al hijo de esa mujer!
¡Que me siga quien me quiera! (A los soldados.)
¡La gloria es el premio!

Beltrán.--
{ Yo

Mendo.--

Rodrigo.-- (Cogiendo á uno de los soldados el estandarte que lleva.)
¡Ven á mí noble bandera,
única fiel compañera
que la suerte me dejó!
¡Venme piadosa a servir
de consuelo en el pesar,
de estímulo al combatir,
de estandarte al conquistar
y de mortaja al morir!
(Vase Rodrigo seguido de Beltrán, Mendo, y cae el telón

FIN DEL DRAMA

No hay comentarios:

Publicar un comentario