Atravesamos el más fecundo periodo editorial. Corren en
prensa, ahora, los trabajos a que durante el estío se dio feliz término; trasúdense
las novelas mejor recibidas en Francia; imprímense las obras que nuestros
autores dramáticos dieron a la escena, y va, en suma, de día en día aumentando
el movimiento bibliográfico, aunque siempre en los cortos límites que nuestra
pereza y el poco amor a la lectura nos imponen.
Lo primero de que nos creemos obligados a tratar es de La Fuga, canto 3º del poema alegría, original de D. José Velarde.
Supuesto que nuestros lectores habrán leído los cantos que
antecedieron , no hay para entrar en examen general de la obra, debiendo
limitarnos al juicio que La Fuga nos
merezca.
En este canto, como en los dos anteriores, la musa del Sr.
Velarde, abandona aquel tono legendario de La
Velada, Fray Juan y La Venganza, y amoldando sus pensamientos al gusto
moderno, los expresa con una encantadora sencillez, por cierto muy propia del
asunto que desarrolla. La fluidez de sus versos, la facilidad de las estrofas,
lo delicado de los pensamientos, y más que nada, la elegancia, buen gusto y corrección
del lenguaje, son de tal mérito, que a nuestro entender, son expresión de un
indiscutible adelanto del Sr. Velarde.
El idilio que narra y describe en su poema
Alegría tiene tanta vida, tanta
alegría y tanta naturalidad, que lo que
describe se ve, lo que narra se siente.
¿A quién no le complacerán las cartas que entre el soldado
Perico y su novia se cruzan? Empieza él su carta así:
Sabrás cómo he logrado, vida mía
por mi conducta y mi saber, la ganga
de poderme plantar desde este día
dos cintas coloradas en la manga.
Cabo soy; mas no tengas sentimiento
por verme a tal altura remontado,
que a mí no me infla de la gloria el viento.
Quien te quiso soldado,
cabo te quiere, y te querrá sargento.
Esta carta, tierna llena de
naturalidad y de gracejo; la que Alegría
le responde; la descripción de las faenas del Señó Jeromo, que
Á pesar de cumplidos los setenta,
y trabajar con frio ó con bochorno,
aun el viejo le acusa las cuarenta
á todos los zagales del contorno:
la impresión del mismo al saber el
amor de Manuel hacia Alegría, y ver
una lagrima en los ojos de aquel, cuyo pecho creía endurecido, y, por último,
la fuga de Alegría en busca de su
amado Perico, son bellísimos trozos de poesía.
El Sr. Velarde, como poeta lirico,
ha dado un gran paso desde la publicación del primer canto de Alegría; ya no insiste en el relato de
añejas leyendas, en cuyo empeño se suele tropezar con la monotonía; ya no
diluye el asunto en facilísimas, correctas y sonoras quintillas, sino que elige
asuntos más propios del gusto actual y los viste de una estrofa que se adapta
perfectamente a la idea; y en esta labor, y en esta evolución, resulta cada día
más correcto, más original y más brillante.
El poema
Alegría, especie de novela en verso, cuadro campestre, cuyas
escenas se versifican en Andalucía, será seguramente una producción de las que
más influyan en el renombre del poeta
sevillano conileño
Fuente: Hemeroteca digital BNE
Revista de España. 11/1888, n.º 124
Foto. Antonio Leal