Copyright foto: Colección Particular Pérez de la Cerda
ESPECTACULOS
Teatro Español.- Pedro el Bastardo drama en tres actos y
en verso, original de D. Juan A. Cabestany y de D. J. José Velarde.
El
drama estrenado en el teatro Español pertenece de lleno a la escuela romántica.
La acción se desarrolla en plena edad media, y por ella corre como savia
vivificante el espíritu caballeresco y poético con que, transcurridos los
tiempos, vemos aquel dilatado periodo de la Historia, del cual queda en la
atmósfera del arte una ficción bella, que dejando en las sombras los horrores y
calamidades por que hubo de pasar la humanidad, surge con rayos de luz, que
iluminan las torres de los castillos feudales, los palenques de los torneos y
las
estancias en que se celebran las Cortes del Amor, presididas por las hermosas castellanas, cantadas con dulces endechas por los trovadores.
estancias en que se celebran las Cortes del Amor, presididas por las hermosas castellanas, cantadas con dulces endechas por los trovadores.
Los
Sres. Cabestany y Velarde han derramado con mano pródiga los tesoros de su fantasía
en esta obra, que el público oyó con singular deleite desde el primer instante;
y fruto de su trabajo ha sido una acción interesante, esmaltada por primores de
forma que aquilatan la sólida reputación que han sabido conquistarse en la república
literaria.
Solo
elogios merece Pedro el Bastardo de la critica más exigente, y únicamente es de
lamentar que, autores dueños de las cualidades poéticas que adornan a los Sres.
Cabestany y Velarde, hayan empleado su tlento en presentar en la escena una creación,
basada en caracteres y situaciones que no son ya del gusto de nuestro público, ávido
de sentir las hondas palpitaciones que agitan a la sociedad moderna.
Léanse
algunos trozos de la obra, tomados al asar, que excusan todo encomio y pueden
servir para que conozcan nuestros lectores el alarde primoroso de poesía que
hacen en su drama los actores
Rodrigo. ¡Cuántos
duelos al marchar!
¡Cuánto horror al combatir!
Al volver, ¡cuánto sufrir!
¡Cuántas ansias al llegar¡
El corcel
que me traía,
sin ayuda de acicate,
del
huracán al embate
en su
carrera vencía.
Volaba
el potro, volaba
cual si mi afán conociera,
y
adelantarme quisiera
la dicha que me aguardaba.
Rodrigo.
-Mas yo creo
Que
por verme donde me hallo,
le
prestaba a mi caballo
las
alas de mi deseo.
Mientras
corría sin tino,
esta
tierra tan querida
a
darme la bienvenida
me
iba saliendo al camino.
Corrí
más, llegue, y os ví,
y
menos ardiente fue
la
aventura que soñé
que
la dicha que sentí.
Riqueza,
poder, loor
todo
es humo, todo escoria;
no
hay bien, fortuna ni gloria
que
valgan lo que el amor.
Anhelos
dejando atrás
en
vuestro amor mi bien fundo;
no
hay nada, nada en el mundo
que
para mi valga más.
…………………………………….
Bernardo. ¿Qué fue de ti?
la
grandeza singular
de
los portentos que vi.
Aunque
con duelo profundo
de
aquí partía, notaba
que
ha cada paso que daba
se
me iba agrandando el mundo.
Nuevos
pueblos y ciudades;
nuevas
lenguas y costumbres;
nevadas
e inmensas cumbres;
misteriosas
soledades.
El
entusiasmo sin par
de
los cruzados guerreros;
los
tumbos y golpes fieros
del
alborotado mar.
El
fuego en que se encendía
todo
mi ser, al oir
al
santo que ha combatir
por
nuestro Dios me inducía.
De
cielo y tierra el embate
contra
la cristiana hueste;
los
estragos de la peste;
los
horrores del combate;
todo
se viene a agolpar
de
tal suerte a mi razón,
que
me quita la expresión
con
que poderlo pintar.
…………………………………….
en
la ventana ojival,
y
de cuero cordobés
el
diván que une sus pies
en
la alcatifa oriental.
Allí
el perfumado hachón
dando
cuerpo a los resaltes
floridos
del artesón,
y
avivando los esmaltes
del
histórico blasón.
En
galerías y salas
como
trofeos y galas,
cabezas
de jabalíes
y
disecadas neblíes
al
aire abiertas las alas…
Resonando
en lo interior
de
aquella fuerte Babel,
el
ronco aullar del lebrel,
el
graznido del azor
y
el relincho del corcel.
………………………………..
Ven
a mi, noble bandera,
única
fiel compañera
que
la suerte me dejó.
Vénme,
piadosa, a servir
De
consuelo en el pesar;
De
estimulo al combatir,
De
estandarte al conquistar,
Y
de mortaja al morir.
La ejecución verdaderamente admirable.
Muy bien, y bellísima, la señorita Calderón. Vico ha sido el actor de siempre,
tan querido y admirado de nuestro público, realzando con los destellos de su
genio artístico la creación de los autores. Ricardo Calvo muy notable, advirtiéndose
el afán de concienzudo artista que sigue las huellas que le trazara el
inolvidable Rafael. Donato Jiménez perfectamente. Todos compartieron con los
Sres. Cabestany y Velarde los aplausos del público y las llamadas a la escena.
La Ilustración Nacional revista literaria, científica y artística Tomo VI Año IX Número 34 - 1888 diciembre 12
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