miércoles, 1 de enero de 2020

El Rey y el gusano


Blanco y Negro 
Revista Ilustrada nº 1, año 1891
  
Hubo un rey (se ignora donde)
De tal fortuna y valor,
Que del mundo se hizo dueño
Y le aclamaron por Dios.
   Orgulloso, en su bandera
Hizo bordar un león,
Espejo  de la bravura,
Poderío y esplendor.
   Una tarde de verano
En que al sueño se rindió
Bajo la bóveda espesa
De unos rosales en flor,
   -¿Quién – soñando se decía –
Alcanza mi elevación?
¿Quién tan fuerte, tan amado,
Tan dichoso como yo?-
  
Del ramo que sombreaba
La frente del soñador,
Por una hebrilla de seda
Un gusano descendió,
   Y columpiándose encima
Del magnífico señor
Al  oído estas palabras
Muy quedo le murmuró:
   -Iluso ¿qué de tu fuerza,
Soberanía y valor,
Si un insecto en ti clavase
Su envenenado aguijón?
   Vives pegado a la tierra
Mirar no puedes al sol,
Ni satisfacer las ansias
Que agitan tu corazón.
   Los cuidados te desvelan
La envidia te da amargor,
La lisonja te ensordece,
Y te ciega la ambición.
   Al juzgarte amado, tomas
Por simpatía el temor,
El interés por cariño
Por verdad la adulación.
   La peregrina belleza,
Que de tu vida es el sol,
No se rinde en ti al amante,
Se vende al emperador,
   Te enriquece lo que robas
A quien por ti trabajó,
Y lagrimas sangre y muerte
Tus glorias dejan en pos.
   Te tiene por sabio, y fías
Del consejo del traidor;
Te crees libre y eres sólo
Juguete de tu pasión;
   Y mientras sueñas en triunfos
Eternos cual los de Dios,
Te está cavando la fosa
De la muerte el azadón.
   Poder que en la tumba acaba,
Dichas que mata el dolor,
Glorias que borra el olvido,
Miseria y mentira son.-
  
Embargado por el sueño
El movimiento y la voz,
En vano el rey pretendía
Confundir al orador
   La sierpe de la congoja
Al cuello se le enroscó,
Y turbó el silencio el duro
Latir de su corazón
   -¡Calle el gusano ante el hombre!-
Con eco desgarrador
Exclamar al cabo pudo,
Y otra vez se aletargó.
   Estremecido el gusano
Del eco a la vibración,
En su columpio de seda,
Como un péndulo osciló;
   Más, recobrando, al oído
Se detuvo del señor,
Y su cortada fraterna,
De esta suerte reanudó:
   -Mira dentro de ti mismo
Y mira a tu alrededor,
Y verás como es el hombre
Más desdichado que yo.
   Al nacer desnudo, inerme,
En llanto rompe su voz;
Para vivir necesita
De la ajena protección;
   Nada en el mundo consigue
Sin trabajo y sin dolor,
Y su primer enemigo
Es su propio corazón.
   En la muerte, que es comienzo
De otra existencia mejor,
Se empeña en ver de la vida
El fin y la negación;
   Y en la vida, que es tan breve
Que al comenzar ya pasó,
De lo infinito y lo eterno
Quiere hallar la posesión.
   Al cabo se rinde y muere
Gimiendo como nació,
De haber ¡ay! Hombre nacido
Quejoso quizás de Dios.
   En cambio el gusano sale
Del huevo que lo encerró
Para encontrarse alojado
De un fruto en el corazón.
   Goza en el de la abundancia,
Y de la luz yendo en pos,
El fruto deja por hojas
De abrillantado verdor,
   En las que el aire le halaga
Con su dulce ondulación,
Con su frescura el rocío,
Y con sus rayos el sol.
   Así vive, y cuando crece,
Se labra rica mansión
Con un hilillo de seda
Que saca de su interior.
   Se duerme en ella, y por gracia
Que nunca otro ser logró,
Sin transitar por la muerte,
Renace a vida mejor.
   Ya el gusanillo, trocado
En mariposa veloz
Que el iris con sus colores
Y luces abrillantó,
   Libando néctares dulce,
Ebrio va de flor en flor,
Sacudiendo el polvo de oro
Que sus alas matizó.
   Busca a su amante, y cumplido
El misterio del amor,
Pliega sus alas, y muere
Junto al ser a quien amó;
   Sin agonía, sin penas
Que turben su corazón
De haber nacido gusano
Dando mil gracias a Dios.
   Ahora, di, ¿Quien en la tierra
Goza de dicha mayor,
El hombre, como tú, grande,
O el gusano como yo?-
    Dijo, y a la altura ganando
Por el hilo temblador,
En el cáliz de una rosa,
Enroscado, se ocultó.
   Y es fama que tanto pudo
En el rey aquella voz,
Que, en humilde convertida
Su arrogante condición,
   Tuvo por vanas las glorias
Que hasta entonces alcanzó,
Y en su bandera un gusano
Puso en lugar de un león

José Velarde

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