Por el Dr. A. Orozco Acuaviva 1979
Del poeta conileño José Velarde tenía conocimiento por la
“Biblioteca de Autores Andaluces” de Francisco Cuenca, de que había abandonado
la carrera de Medicina para dedicarse al cultivo de las letras. Pero un colega
y amigo, descendiente de la familia del ilustre poeta, y gran aficionado a la
literatura, me señala que Velarde terminó la carrera y ejerció la profesión
durante algunos años.
Es obligatorio, por tanto, que el inspirado vate que alcanzó
la amistad y admiración de Zorrilla, Echegaray, Núñez de Alce, etc., ocupe el
lugar que corresponde entre los literatos que surgieron de las aulas de las
Facultades de Medicina, como los Baroja, como Campoamor, como Gimeno, Como
Francos Rodríguez, como tantos otros. Y que también entre los poetas gaditanos
se rememore el recuerdo de este médico-poeta que el día 10 de diciembre de 1848, hace por lo tanto
ciento treinta años, vio la luz en la antigua Cymbilis, y que por la proximidad
con Patría algunos llamaron Mergablo. Por eso canta así Velarde a su pueblo:
En el
declive de un monte,
A la
orilla del Atlántico
Y entre cármenes floridos
Se
halla la bella Mergablo.
José Velarde Yusti, hijo de don Agustín, médico de Conil, obtuvo
el título de Bachiller en el Instituto de Jerez de la Frontera en 1864, e
ingresó en la Facultad de Medicina de Cádiz, donde acabó la carrera en 1869 y
en cuyo expediente se aprecia como iría llamándole más la atención las Musas
que las historias clínicas, porque los sobresalientes de los primeros cursos se
fueron trocando en notables en los siguientes y aprobados en los últimos. No obstante,
realizó los cursos del doctorado y obtuvo el grado de doctor en octubre de
1870.perece ser que se trasladó a Sevilla ingresando en el cuerpo de
Beneficencia Municipal, en donde obtuvo
plaza, por oposición en 1875, pero para entonces ya estaba casi totalmente
ilusionado por la literatura.
Efectivamente, en esos años se ha dado a conocer en Sevilla
por sus ideas radicales, escribiendo en El Demócrata Andaluz, y después del
advenimiento de Alfonso XII, se afilia al partido liberal, siendo redactor de La
Tribuna. Su poema ¿Pasión o locura? De diciembre de 1874 le hace muy popular,
lo cual le estimula a una gran producción: Consejos, De cómo nació el “Quijote”,
A mi padre, a mi madre, La fe, El otoño, Epístola moral, etc, hasta que en 1877
conoce a un niño prodigio, Juan Antonio Cavestany, que sólo cuenta 15 años de
edad y ha estrenado un drama El esclavo de su culpa, que ha dejado boquiabierto
a media España. Acompaña a Madrid a Cavestany al estreno de una comedia y
establece relación con Núñez de Arce, Cañete, Campoamor, etc., decidiendo dejar
su profesión y dedicarse a la literatura, gracias al apoyo que recibe de don Ramón
de Campoamor, entonces director general de Beneficencia. Como de la poesía no
se puede vivir Cánovas del Castillo le facilita un destino en Hacienda. Su producción literaria es ya muy extensa,
pues de Sevilla ha llevado un libro, Poesías (1878) y al año siguiente Nuevas
poesías, y mientras tanto su leyenda El trovador, Teodomiro o la cueva del
Cristo, etc. En Madrid estrena con Cavestany el drama en tres actos Pedro el bastardo,
que es muy aplaudido en el teatro Español, con presencia de Cánovas del
Castillo, Silvela, Echegaray, Conde de Toreno, etc.
Pero Velarde es un versificador romántico, cuando el romanticismo
está en declive, y un poeta modernista cuando el modernismo aún no se
comprende. Por ello la crítica seba en Velarde, amargándole constantemente su
existencia. Entre ellos la acerada pluma del implacable Leopoldo Alas “Clarín”.
Más injusta aún la de Melchor de Palau que ante la mejor poesía de Velarde, Alegría,
sólo le parece ver mera servidumbre y copia de Núñez de Arce, de Zorrilla,
etc., cuando es evidente que si en toda la restante obra poética de Velarde se
aprecia de inmediato, efectivamente, la pervivencia de un romanticismo tardío,
que alcanza hasta el título de alguna obra, El trovador, quizá rememoración de
la primacía romántica de su vecino chiclanero Antonio García Gutiérrez, y
herencia inevitable de una provincia que ha dado los primeros románticos españoles,
desde Cadalso hasta Alcalá Galiano, pasando por la “invención” de la palabra “romanticismo”
en el alemán-gaditano Böhl de Faber, precisamente el poema Alegría, es un poema
sencillo, realista, puramente descriptivo de su Andalucía natal, y que por eso
desagradó también a su maestro Núñez de Arce. Es ya la transformación de su
poesía modernista sumándose con ello, tímidamente, pero sumándose al fin y al
cabo, a los precursores del modernismo poético español, como Salvador Rueda,
Ricardo Gil, o el gaditano Carlos Fernández Schaw. En su defensa saldrá años después
el gran Juan Varela.
Su vida estuvo entristecida por estas amargas críticas y por
su estrecha situación económica, que soportó casado y con 7 hijos y que mantuvo
dignamente rehusando las manos amigas como la del propio Rey Alfonso XII, que gustaba
de recitar sus poesías y le ofreció su ayuda, por eso a su muerte escribió Velarde.
Yo que
jamás te adulé
Ni a tu
favor acudí
Cuando halagado me vi
Por la amistad que en ti hallé
No este día mancharé
Lisonjero, tu memoria:
Para quien la limpia gloria
Que tú conquistaste alcanza,
Es la mejor alabanza
La justicia de la historia
El día que se enterró Velarde el conocido crítico don
Casiano Ruiz Martínez, publicó en La Correspondencia de España una poesía del
poeta conileño que era fama gustaba recitar Alfonso XII que confirma la estima
en que le tuvo el monarca.
La situación económica de Velarde en Madrid queda reflejada
en las noticias de la prensa de aquellos días, y aún más el dolor de la pobre
viuda, Doña Lucía de Castro y Hernández Pinzón que el mismo día que enterraban
a su marido veía morir a su último hijo, una niña de cuatro o cinco meses. En el
entierro el insigne don José Zorrilla, a quien la emoción le impidió
acompañarle al cementerio. Núñez de Arce, Manuel de Palacios, Fernández Grilo,
Cavestany, Iturzalde, Ruiz Martínez y Sánchez Moguel en representación del
Ateneo con cuatro ujieres con coronas… y una noticia como una cuchillada: “La
viuda e hijos quedan en el mayor desamparo”. Era el 22 de febrero de 1882.
Velarde había cumplido 44 años de edad.
El Ateneo de Madrid le organizó un homenaje póstumo en donde
don Federico Balart señala que “En la patria de Cervantes a nadie sorprenderá
que un poeta muera dejando a sus hijos por todo patrimonio la gloria y la
pobreza”. De las obras de Velarde don Juan Antonio Cavestany leyó una epístola,
que a él le dedicara, así como Ferrari el poema La venganza. Don José Echegaray
leyó Tempestades y don Manuel de Palacios, A orillas del mar, cerrando el
homenaje don José Zorrilla que leyó El otoño. La prensa del día siguiente
incorporaba un soneto de Rodríguez Correa aludiendo a la situación de sus
deudos. Como contestación al mismo el marqués de Comillas envió cinco mil
pesetas a la viuda, prometiendo además ocuparse del mayor de sus hijos…
En Cádiz también se le hicieron honras literarias en su
Ateneo. Fueron presididas por don Adolfo de Castro, con asistencia de la
marquesa de Angulo, señora de Lacave, viuda de Rocafull, doctor Marenco, Diaz
Rocafull, etc., interviniendo el señor Juliá y el señor Loma y Corradi que leyó
unas quintillas dedicadas a Velarde. El señor Rioseco leyó el poema velardiano
La Velada y don Alfonso Moreno Espinosa la magistral poesía de Velarde Ante un Crucifijo
que es fama que cuando se leyó por primera vez en el Ateneo de Madrid, hizo
exclamar a don José Zorrilla “¡Esto no lo ha dicho en castellano nadie más que
usted!”. Finalmente el señor Ortega Morejón leyó la leyenda del poeta conileño
El Capitán García y una poesía privada del poema a la duquesa de Almodovar del
Rio que entonces se recitó por primera vez.
En su pueblo natal, Conil, también hubo intentos a fines de siglo de erigirle
un monumento. Su nombre rotula una calle que nominada entre tantas otras que
los ayuntamientos dedican al sol político que calienta en cada momento, pierde
el significado distintivo que perpetúe
la memoria de un ciudadano ejemplar del lugar. Ignoro si en Madrid en la
casa de la calle Jorge Juan donde falleció se recordará su nombre, en su pueblo
natal creo que nada distingue la casa donde nació. En la entonces Plaza de
Alfonso XII (me figuro que habrá cambiado ya de nombre varias veces) y frente
al exconvento de la Victoria, donde se venera la imagen de Nuestra Señora de
las Virtudes, unos conileños amantes de sus propios valores pensaron en levantarle
un monumento con una inscripción que recogiese aquel verso de Velarde dedicado
a su pueblo y que cantando a su virgencita protectora de los bautizados “en la
pila verde” dice:
¡Que
alegre acento
El de aquella campana del
convento,
Que de mi pueblo se alza en la
alta loma,
Cuando repica por su Virgen
Bella!
¡Ni en San Pedro de Roma
Hay campana que suene como
aquella!
Claro que todo quedó en un pensamiento… que, al fin y al
cabo, es una bella imagen poética.
Dar las gracias a Virtudes Narvaez por hacerne llegar este documento del archivo Municipal de Cadiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario