En hermosura y grandeza,
Y es tan gloriosa en las armas
Como inmortal en las letras.
Un dios echa sus cimientos,
La hace fuerte Julio César,
La gana el moro y la adorna,
Un santo la recupera,
Y Don Pedro de Castilla,
Con sus justicias acerbas
Y sus dulces amoríos,
De tradiciones la siembra.
De mármoles y azulejos
Ricos palacios ostenta
Y gallardos alminares,
Donde la Cruz señorea.
Allí las columnas de hércules,
Allí la giralda esbelta,
Y el alcázar primoroso,
Y la catedral inmensa.
Rica, noble y muy cristiana,
No hay calle sin lonja abierta,
Ni casa sin un escudo,
Ni barrio sin una iglesia.
Los naranjos la embalsaman
A la par que la hermosean,
Y el Guadalquivir la arrulla,
Y la retrata y la besa.
Brotan flores en sus fuentes,
Y sus fuentes donde quiera,
Y de las flores en torno
Mariposillas y abejas.
Los campos que la circundan
De frutos sus trojes llenan,
Y entonan á la sultana
Dulcísimas cantinelas
La codorniz en las mieses,
El jilguero en la alameda,
La tórtola en los olivos
Y el ruiseñor en la selva.
Allí no hay nube en el cielo,
Ni crece abrojo en la tierra,
Ni el huracán troncha el árbol,
Ni la nieve el fruto seca.
Blandos céfiros susurran
En constante primavera,
Y el suelo es plantel de flores,
Y el firmamento de estrellas.
MADRID, Julio, 79
José Velarde
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