martes, 29 de octubre de 2024

Velada en honra y prez de José Moreno Nieto


… Lo cual, -esto es, tanta conciencia y tanto entusiasmo,- no fue parte a impedir que estuviese en la misma noche entusiasta y concurridísima la Velada que el Ateneo Científico y Literario, celebró en honra y prez de D. José Moreno Nieto.

Había en el salón de sesiones, repleto y henchido de auditorio, gasas fúnebres, coronas, el retrato del señor Moreno Nieto, en lugar preferente, y un sillón vacío y de respeto, a la manera, si vale el símil, del caballo encubertado de negro y sin jinete, que los pages llevaban antiguamente tras del féretro del guerrero esclarecido.

El Sr. Cánovas del Castillo, que ha sucedido en la presidencia de aquella docta corporación al Sr. Moreno Nieto, leyó el discurso necrológico.

Baste decir, para ponderar su valía, -demostrada además de allí mismo con frecuentes, unánimes y ruidosos aplausos- que los más sañudos adversarios del insigne hombre de Estado, se han olvidado para elogiarle, del mayor de los crímenes del señor Cánovas, de haber hecho, y bien, política contraria a la suya.

José Velarde leyó unas décimas y Manuel de Palacios unas quintillas; pero con ser buenas unas y otras, aventajaron a todas en éxito las magnificas estrofas de Manuel Fernández y González, leídas con singular acierto por un joven ateneísta, el Sr. Fernández Shaw.

El homenaje en suma a la memoria del sabido profesor, fue digno de él, digno del Ateneo y digno de España.

Fuente: Biblioteca Virtual, Prensa Histórica, Biblioteca Pública del Estado en Cádiz

jueves, 17 de octubre de 2024

Velada para honrar la memoria de José Velarde

En otra sección de este número nos ocupamos de la brillante velada celebrada anoche en el Ateneo para honrar la memoria del insigne y y malogrado poeta don José Velarde, y con tal motivo, hacemos referencia el espléndido donativo que el ilustre marqués de Comillas ha hecho a la familia del inolvidable vate.

El acto realizado por el dignísimo heredero de D. Antonio López, ha merecido los más unánimes elogios, y es una prueba más del interés con que el noble marqués de Comillas atiende a reparar muchos infortunios, siguiendo siempre los nobilísimos impulsos de su corazón.

 La Correspondencia de España : diario universal de noticias: Año XLIII Número 12401 - 1892 marzo 20

viernes, 11 de octubre de 2024

sábado, 5 de octubre de 2024

A Teodoro Guerrero

A Teodoro Guerrero

¿La cuestión del divorcio no te hastía?
Ven a mi hogar, verás como despierta
Tu espíritu apenado a la alegría.

El ángel de la paz guarda la puerta:
No llames a ella, no, que ya la tiene
La vigilancia del amor abierta.

Ella, al abrir, el paso me detiene,
Y de ella en pos, gritando y sonriendo,
La alegre turba de mis hijos viene.

Uno, amigo de escándalo y estruendo
Con una cuerda mi bastón embrida
Y en tan bravo corcel sale corriendo.

Otro emprende a mi cuello la subida
Y me besa con ansia, y palmotea
Después de la victoria conseguida.

Aquél, que ni mi nombre balbucea,
Ni en pie se tiene, de su madre en brazos
Por venirse a los míos forcejea,

Y ella, nudo común de tantos lazos,
Entre todos, benéfica, reparte
Dulces sonrisas, ósculos y abrazos.

Confabulada en silencioso aparte,
¡Ah, no te rías! Me declara guerra
La turba, ardiendo en el furor de Marte,

Y a mis ropas, belígera, se aferra,
Y tal lucha, que al cabo da conmigo
Y con mi grave autoridad en tierra.

¿Cómo, di, de sus brazos me desligo
Si son cadenas para mis flores,
¿Y cómo, recobrándome, les digo

Que cesen en sus risas y clamores,
Si al oírlos, de júbilo desmayo,
Creyéndome que cantan ruiseñores?

Parece que viveza les dio el rayo;
El brote tierno la salud y el brío;
Color la adelfa, que florece en mayo,

Y que su aliento refresco el rocío,
Y endulzaron sus labios los panales,
Y encendió sus miradas el estío.

Cuando, rendidos en batallas tales,
Sus párpados de rosa cierra el sueño,
Y los sume en arrobos celestiales,

Y el ángel de la paz va con empeño
Luces y ecos dejando adormecidos
Con sus alas cargadas de beleño,

Sonámbulo de dicha mis sentidos,
Embriagados quizá, por doquier hallan
Orgías de colores y sonidos,

Aromas vivos que entre sí batallan,
Chispas que incendian rayos que iluminan
Ondas que bullen, pájaros que trinan,
Alas que zumban, ósculos que estallan.

José Velarde

Esta carta, es la parte IV, del poema: Mis Amores, con algunos pequeños cambios.
Fuente; Biblioteca Nacional de España.
Gracias a Rafael Coca, por conseguirme la copia de este magnifico manuscrito.

viernes, 4 de octubre de 2024

jueves, 3 de octubre de 2024

Johannes Fastenrath y Velarde


"Que Velarde (...) es también un poeta enteramente romántico, que sabe crear una trama acorde con el gusto moderno, un idilio andaluz, en versos bellos y originales, lo ha demostrado en el poema Alegría, cuyo tercer canto acaba de publicarse
Un adelanto al texto que sobre Fastenrath y Velarde hará Irene
Fuente: Irene y «Spanische Litteratur». En: Die Gesellschaft; Münchener Halbmonatsschrift für Kunst und Kultur 5 (1889), p. 607f."

martes, 1 de octubre de 2024

Feria de Conil 1984 y Velarde

CARTA A CONIL

Ilusión, escepticismo y realidad

En el declive de un monte
a la orilla del Atlántico
y entre cármenes floridos
se halla la bella Mergablo.

          Cuando allá por el año 1870, el conileño José Velarde, poeta incomprendido compuso estos versos en un despacho del Ministerio de Fomento, en la Villa y Corte, tal vez evocando con nostalgia su Conil natal, no podía imaginar la influencia que podría producir en el alma.

          El impulso de un subconsciente noble y agradecido hace necesario esta realidad de contacto. Ortega y Gasset dijo: “Yo  soy yo, y mis circunstancias”. A ti, puedo llamarte circunstancias. Y voy a darte el por qué.

          El desánimo no está nunca totalmente logrado. Brotan en determinados momentos, situaciones decisivas que tienden a cambiar bruscamente el rumbo de los acontecimientos.

          Soñar es una ilusión. Vivir, una consecuencia. Idealizar una necesidad del alma.

          Heme aquí que me hallaba sumido en un profundo pozo de pesimismo, y llegó hasta mis manos ese verso de tu vate incomprendido, amigo de Campoamor y protegido de Cánovas, y decidí desplazarme, acercarme hacia ti, para desterrar de mi ánimo, el sin sabor que me habían producido en mi ya largo peregrinar, otras playas sureñas.

          Y sin más bagaje que estas tres consignas filosóficas, puse rumbo hacia ti, trasponiendo la puerta de la villa, me constituí en veraneante.

          Esa agria sustancia que cada humano lleva consigo, cual ignorada hiel, y que se llama escepticismo, hizo suponer a mi razón, que estas bellas palabras que te dedicó tu hijo, fueran tan solo reflejo o espejismo.

          No obstante nada más llegar y adentrarme en la complicada topografía de tus calles  te consideré y comparé,- valga la hiperbólica comparación -, como a un buen libro, pues cada  vez me fuiste interesando más y más.

          Admiré la belleza de tu paisaje y la bondad de tu clima. Me sumergí en las fluctuantes olas del Gran Océano, desde los Bateles hasta Roche.

          Supe y comprobé de la hidalguía de sus y hospitalidad de sus habitantes. Año tras año continué mi éxodo estival hacia ti. Mis hijos aprendieron a conocerte, a tratarte, hasta llegar a quererte. Porque tú eres así. Como una buena madre. Te metes dentro del alma.

          Viví tus Fiestas Patronales. Me postré y oré infinidad de veces ante esa milagrosa virgencita de tez morena de la Virgen de las Virtudes.

          Mi identificación contigo fue tal que hasta me endosaste ese peculiar apelativo patronímico con que designas a cada familia. Y así a travez del contacto con tus gentes, mis hijos en perfecta simbiosis con los de los tuyos, fueron llamados “los tablillas” cariñoso apodo, tal vez debido a la cotidiana tarea que se auto impusieron gustosamente, de baldear la cubierta y cuadernas de las embarcaciones varadas sobre las doradas arenas una vez terminada la jornada de pesca.

          Y aquí estoy de nuevo y estaré hasta que tú, como poderoso alquimista, me sigas proporcionando, esa felicidad y sosiego, que casi en dos décadas me vienes produciendo.

Ricardo Mora

Conil, Septiembre 1984