Á la misma Colección de Escritores castellanos pertenece el precioso libro de poesías de D. José Velarde rotulado Voces del alma. Honra de la hermosa tierra andaluza, siempre fecunda madre do claros ingenios, Velarde es hoy uno de los que má s ennoblecen ó ilustran ol parnaso castellano. Dotado de florida imaginación y de rica vena descriptiva, distingüese en todas sus composiciones por la corrección y pureza del lenguaje, por la elegancia del estilo (nunca hinchado ni pedantesco), y por la fluidez y armonía de la versificación. Pocos, muy pocos poetas españoles contemporáneos perciben y retratan como él los encantos de la naturaleza exterior, sin que por ello le falte aptitud para pintar bien el calor de los afectos del alma, ni para poner de bulto poéticamente los fenómenos del mundo espiritual. Hombre de complexión delicada y nerviosa, Velarde posee también virilidad y fuerza para ascender con vigoroso empujo á las encumbradas regiones donde florece la inspiración genuinamente lírica. Es, además, persona de muy buen gusto; circunstancia que bastaría por sí sola para hacerlo recomendable, en estos tiempos dados comúnmente á la depravada exageración de toda clase de barroquismo literario. Por el carácter de su ingenio, por la amenidad de su fantasía, por su manera de sentir y por la bella forma en que expresa lo que siente, Velarde tiene más de un punto do contacto con la índole poética de Selgas y con la de Núñez de Arce, altísima gloria uno y otro do las musas castellanas de nuestros tiempos. Como todo hombre de elevada inteligencia, de corazón recto y bien templado, Velarde ama y cree: dicha inefable que nos presta fuerzas para soportar el rigor de las amarguras, y energía para no dejarnos abatir por la
adversidad en el áspero camino de la existencia. La vocación poética de Velarde es tan activa y eficaz, que por seguirla, consagrándose á ella por completo, abandonó el ejercicio de su profesión de médico, que le ofrecía desde luego ventajas positivas, dado que había terminado su carrera con aprovechamiento y no sin gloria. Esta circunstancia demuestra el profundo amor de Velarde á la poesía y su generosa abnegación, pues ha pospuesto el ejercicio de una facultad que podía proporcionarle grandes ganancias (cosa tentadora para todos, y más aún para el que no es rico) al cultivo de las musas, que desgraciadamente no le enriquecerán, y que, al brindarle con las flores del aplauso público, le presentarán más de una vez entre ellas las espinas de la envidia. Los nobles sentimientos de Velarde se revelan, sin afectación ni monotonía, en todas sus composiciones. Para darlos á conocer en su genuina pureza basta recordar y reproducir algo de lo mucho bueno que dice en la hermosa epístola en tercetos dirigida á su padre. En ella se encuentran los siguientes versos:“Tu pura ciencia y tu virtud más pura.Arrullando mi infancia seductora
Con el eco que presta la ternura.
Despertaron mi mente sonadora.
Como despierta al pájaro on el nido
El rumor do la brisa do la aurora:
Y en mi tierno cerebro adormecido
Fue brotando confuso el pensamiento
Como el recuerdo brota del olvido.
Disipando las nube s con tu aliento.
Horizontes abriste sin medida
Al afán de mi espíritu violento;
Y con ternura, que mi amor no olvida,
Me enseñaste á pensar, á ser honrado,
Á amar á Dios y á soportar la vida,"
"A l ronco son de guerra ó de venganza.
Suspiros seguirán consoladores.
Que el corazón enamorado lanza;
Y del loco placer á los clamores.
Los gemidos del alma que se anega
En desatada lluvia de dolores,
El adiós del que parte, el del que llega,
El llanto, la sonora carcajada,
El tembloroso acento del que ruega.
La réplica por la ira entrecortada.
El brindis del festín; cuantos sonidos
Lanza la muchedumbre alborotada.
Hallará s en mis cantos esparcidos.
En revuelta y monstruosa algarabía.
Cual vienen á azotar nuestros oídos.
Mas si en ta l confusión y gritería
Percibes una voz dulce, inefable,
Esa es la voz de la esperanza mía.
Si otra escuchas serena, inalterable.
De mi fe brota, de mi fe potente.
Como el destino mismo incontrastable."
Ni es menos expresivo y sincero en otra epístola también escrita en tercetos endecasílabos, y dedicada á su madre, á la cual dice entre otras cosas:
"A tu vista disipase la bruma
Y puéblase de flores la enramada;
Bebe el aire tu aliento, y se perfuma.
Te escucha el ave, y canta alborozada;
Te mira el sol, y de esplendor se viste,
Y la estrella palpita á t u mirada.
Y es que hallo hermoso y grande cuanto existe
Si lo miro en tus ojos, y en t u ausencia
El mundo es para mí desierto triste,
¡Si vieras con qué dulce complacencia
Entretengo en la mente la memoria
De mis pasados años de inocencia.
Cuando sólo mirarte era mi gloria,
Cobijarme en tu seno mi ventura,
Y conseguir tus besos mi victoria!
A veces me parece que aún murmura
Tu boca una oración junto á mi oído.
Llena de fe, de encanto y de ternura,
Y que en tu seno santo recogido,
Y por sonoros besos arrullado.
Soñando con tu amor me hallo dormido.
¿Te acuerdas? Tú feliz y yo á tu lado,
Sin miedo al porvenir que hoy me da miedo,
Libre do la memoria del pasado.
Que de la mente desterrar no puedo,
Y de este ciego ambicionar vehemente
Al que quisiera resistir y cedo.
Mi vida, entonces, plácida y riente
Se deslizaba cual gallarda nave
Por un dormido lago trasparente".
He fijado la consideración en estas dos composiciones, porque ambas reflejan, más tal vez que ninguna otra, la delicada manera de pensar y sentir del esclarecido poeta Aunque escritas hace algunos años, cuando el autor no había llegado aún á la madurez de su ingenio, muestran en la forma expresiva que las distingue, no ya las vacilaciones ó inexperiencias del principiante, sino la sobriedad y buen gusto de quien conoce y domina los secretos del bien decir y de la más esmerada elocución poética. La claridad, distintivo hermoso de cuantos piensan atinadamente, es una de las dotes características del estilo de Velarde. Podría corroborar la exactitud de esta indicación con repetidos ejemplos. Baste el que sigue tomado al azar de una composición dividida en varios cuadros y rotulada Apuntes de Nochebuena.
"Para ser feliz—decíaA sus nietos una anciana,—
Es preciso que el invierno
Jamás penetre en la casa;
Que el verano esté en los trajes.
El otoño en las tinajas,
Y la alegre primavera
En el interior del alma".
Esta concisa manera de expresar lo que se piensa es tanto más recomendable y digna de aplauso, cuanto mayor es actualmente la propensión de la juventud á extraviarse y perderse en un encrespado gongorismo de nuevo cuño, delicia dé los ignorantes y afrenta y escándalo del buen sentido. El que Velarde muestra en sus obras está en armonía con la sencillez, espontaneidad y belleza de su inspiración. De maridaje tan feliz proviene muy principalmente el mérito que avalora sus composiciones y el aprecio que de ellas hacen las personas de buen gusto. Con la venida del otoño han vuelto á reanudar sus tareas las Reales Academias, y se disponen á seguir el mismo camino las diversas sociedades científicas, artística s ó literarias de esta corte, entre las cuales ocupa lugar preferente el Ateneo, por la importancia de su tradición y de su historia. También ha dado principio en la Universidad Central el curso de 1884 á 1885, estando encargado de leer el discurso de apertura el Dr. D. Miguel Morayta, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras. Así mismo se inauguró anteayer en el palacio del Parque de Madrid, bajo la presidencia del Ilustrísimo Sr. D, Mariano Catalina, Director general de Agricultura, Industria y Comercio, la Exposición fabril y manufacturera, ideada y realizada por la sociedad que se titula Fomento de las Artes, y dentro de muy breves días abrirá sus puertas el nuevo y precioso edificio construido entre la carretera de Aragón y la entrada de carruajes del Retiro, para otra Exposición no menos interesante, organizada por la activa ó inteligente Sociedad de Escritores y Artistas.
Fuente: Biblioteca Virtual de Prensa históricaFoto: Juan Bermúdez
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