Copyright foto: Colección Particular Pérez de la Cerda
En un abanico
El aire que tu abanico,
hermosa niña, levanta,
no es aquel que el cielo nubla,
estremece las montañas,
alborota el oleaje,
cimbra y abate la palma,
las mieses fecundas troncha
y al roble del suelo arranca:
sino el dulce que palpita
de la alondra en la garganta,
templado las flores mece,
susurra en las enramadas,
en las fuentes burbujea,
vibre en la cuerdas del arpa,
languidece en los suspiros
y en los ósculos estalla.
1902/08/12 Las provincias, diario de Valencia
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