Copyright foto: Colección Particular Pérez de la Cerda
SOBRE
LAS CORRIDAS DE TOROS
En
El Imparcial se lee un artículo de un
escritor distinguido, D. José Valarde. Defiende las corridas de toros en oposición
al elegante escritor también de nuestra provincia, don José Navarrete.
Recuerda
a este cuando en su juventud era parcial de las corridas de toros, y con toda
galanura dice con recuerdos de carácter de nuestras costumbres locales:
¿Cómo
ha podido usted olvidar aquellos tiempos, en que alegrada la sangre por el néctar
sanluqueño, abandonada la casaca con bombas por la chaquetilla de dril,
sustituida la gola por encendida corbata, y cambiado el espadín por nudoso garrote,
se encaminaba usted a la plaza acompañado de la gente neta del casino de la Plaza
San Antonio, o de los célebres pollos del Solano: y sentado en un cajón, donde
se atracaba de langostinos y almendrados de canela, tiraba usted el hongo a
cada triquitraque, bien a Bocanegra cuando coleaba a un barbero de Córdoba,
bien al Cuco cuando Banderilleaba un Saavedra de Utrera, bien a Domínguez
cuando recibía con todas la reglas del arte a un Lessca de Sevilla?
Vanos
amigo Navarrete, la verdad ¿no le alegra usted, como a mi, las pajaritas al
recordar aquellos tiempos?
Aún
me parece ver a usted rodeado de la gente de más Caliá de aquella bendita
tierra, almorzando menudo en La Parra. La privadilla o el Candil; ayudando a
partir ostiones a un desenfadado coquinero del Puerto de Santa María, sorbiéndose
las cañaillas por docenas, acompañando con palmas y olés, la copla de jaleo, o
la gorgoriteada jabera que con voz trémula y desgarrada entonaba aquella
resalada moza de ojos,
Negros como mis faitigas
Grandes como mis Jachares.
¿Se
acuerda usted de su tez moreno mate como palma tostada con unos lunarillos de
huevos de perdiz: de su moño colgante y peineta de a tercia: del circulo de
nenes que sien a sien ornaba su frente, semejando una greca pompeyana; de sus
labios de cereza llenos de mieles y risa; de la viva ondulación de su alto seno
oprimido por amar lo y flores de pañolón de espuma anudado a su talle de
avispa, de su pié menudo, mejor calzado que el de todas las diosas del Olimpo y
más ligero que el de una corza, de su crujiente falda de de percal celeste, con
mas rizos, trenzados y moños que lujosa palma de día de Ramos, de su alegría,
capaz de volver al sentido común al filosofo más condenado de su gracia, en
fin, mas picante que aguijones todos de todas las abejas del Ática?
¿Cómo
ha de haberla Vd. Olvidado? Imposible. Es aquella misma que comparaba a un
amigo nuestro chiquitín y gordinflón con una cajetilla de pitillos del Mahonés,
y la nariz arremangada de otro con la rabadilla de un pato; la misma que
pregunto a un señor flaco y alto de dos varas y pico, si era de una pieza o
estaba empalmado como taco de billar: la misma, por último, que advertida por
un estudiante timorato de que no le mirase siquiera cuando le encontrase con su
señor padre, militar de humor atrabiliario y bigotes de a cuarta, como les
hallase juntos en la plaza de San Antonio, paróse ante ellos, cogió por las
guías del mostacho al irascible caballero y le dijo cumpliendo con la advertencia
recibida:¡ Ay el bigote santo del padre de mi niño!
El
Sr. Velar le quiere impugnar a Navarrete luego por sus censuras de las
fiestas de toros. En vano aquel escritor
quiere ridiculizar a los que opinaba de otra manera.
El
arte del toreo es indefendible ante la filosofía. Más aun; hasta dentro del
toreo mismo hay que convenir que es la degeneración grosera del verdadero y
elegante toreo antiguo. Se acabó el esplendor y la gala de estas fiestas. Hoy no
es mas que un informe y monótono espectáculo, donde el primor y la gallardía ha
desaparecido ante picadores que no hacen más que entregar caballos y toreros
que dan diez pinchazos malos para ver si aciertan con una buena estocada.
La Palma : Diario de avisos, mercantil, industrial, agrícola y literario: - 1886 junio 23
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