Castilnovo (Gabriel de la Riva)
La Odalisca
El caudillo abencerraje,
del rey favorito y deudo,
a orillas del Darro tiene
un alcázar tan soberbio
que la misma
Alhambra envidia
sus mármoles y
arabescos,
esmaltes y
entalladura,
techumbres y
pavimentos.
Mas si en artesones
de oro,
atauriques
pintorescos
y resaltadas
cornisas
son ricos los
aposentos,
nada igual a los
jardines,
que hacen pensar en
el cielo
con sus fuentes de
mosaicos,
kioskos y baños
turquescos
albercas y
surtidores,
Arriates de
azulejos,
laberintos de
arrayanes
y bosques y
limoneros.
En una noche de
estío,
de esas de dulce
misterio,
en que al amor y al
reposo
convidan al mismo
tiempo
del ruiseñor las
querellas,
de las flores el
incienso,
las miradas de los
astros
y los suspiros del
viento,
la mora espera a su
amante,
perdida la mente en
sueño,
en un pabellón
morisco
de enredaderas
cubierto.
Echada está en
alcatifas
y almohadones
damascenos;
lleva brial y seda
jalde,
de perlas bordado el
velo,
ajorcas de
filigrana,
sandalias persas de
cuero,
y un abanico de
plumas
de pájaros del
desierto.
Ya a una blanca
margarita
pide nuevas de su
dueño;
ya las hojas de una
rosa
en su frente va
rompiendo;
rosa que, con ser su
hermana,
tiene amarguísimos
celos
del color de sus
mejillas
y el aroma de su
aliento.
Una red de sirgo y
perlas
aprisiona sus
cabellos,
que si fueran
desatados,
arastráran por el
suelo,
y, al mirar,
abrasarían
sus rasgados ojos
negros,
si las sedosas
pestañas
no templasen sus
destellos.
Rojos y húmedos
labios
y a la sonrisa
entreabiertos,
cuando los cierra,
parece
que van a estallar
en besos,
y si sueña con
amores,
toma su mórbido
seno
del ala de la paloma
el vivo
estremecimiento.
Tiene el candor de
la niña,
de la mujer el
despejo,
de una reina la
arrogancia,
y de la heroína el
denuedo.
Si la miran, se
sonroja
cual brasa que aviva
el viento;
si la ofenden, ruge
altiva
o abruma con su
desprecio;
y su corazón se
mueve
a todos los
sentimientos,
a los que surgen del
mundo
y a los que bajan
del cielo,
como junco de ribera
al que estremecen a
un tiempo
la brisa que va
volando
y el agua que va
corriendo.
José Velarde
Fragmento de una
leyenda inédita que, ilustrada por el Sr. Pellicer, publicará en
breve la casa editorial barcelonesa de los Sres. Espasa y Compañía
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