Fragmento de un poema inédito

Fragmento de un poema inédito

III

Por donde quiera que voy
Me parece que la veo,
Y es la sombra del querer
Que me viene persiguiendo.

Con esta copla en los labios
Bajaba Inés por un cerro
El cántaro en la cabeza
Y en jarra los brazos puestos,
Desnudos los pies, al aire
La negra mata de pelo,
E hinchado como alondra
Por los cantares el cuello.

Era Inés una serrana
Curtida del sol y el viento,
El rostro alegre sembrado
De lunares y de hoyuelos;
Siempre abierta a la sonrisa
Su boca los labios gruesos,
Como el rocío de fresca
Y encendida como el fuego;


Sin aliño alguno el talle;
El alto y robusto pecho,
Si no de amantes suspiros,
De salud y vida lleno.
Y de ojos tan habladores
Y de rayos tan intensos,
Que a ser una mariposa
Volara a quemarse en ellos.
No había moza en la sierra
De rostro más picaresco,
De sonrisa más amable,
De carácter más chancero,
Juntando a ser tan hermosa
La gracia de no saberlo;
Pues nunca quiso ni tuvo
Por confidente otro espejo
Que el arroyo cristalino,
Que al retratarla en su seno
Se agitaba tembloroso
Susurrando de contento.

Al bajar, pues, entonando
Coplas de amores y celos,
Tan amargas y tan tristes
Como era alegre su acento,
De hoz en hoz y monte en monte,
Las iba llevando el eco,
Y en la selva enmudecían
Los mirlos y los jilgueros.

Gil, que había confiado
La guarda del hato al perro,
Y a la sombra dormitaba
De un álamo ribereño,
Al escuchar los cantares
Se alzó turbado del suelo,
Semejante al avecilla
Que, al oír de otra el gorjeo,
En el nido se incorpora,
Alarga el redondo cuello
Y tiembla, y pía y la busca
Con la vista por el cielo.

José Velarde

Este poema se publicó en La Ilustración Española y Americana el 8 de Abril de 1896