Estrofas

A SELLES, CON MOTIVO DEL ESTRENO DE EL NUDO GORDIANO

I

Yo, Eugenio amigo, adiviné en tu frente
la gestación penosa de una idea,
y esperé ansioso su explosión fulgente,
como bajo la nieve que blanquea
las cimas de graníticas montañas
se adivina el volcán, que al fin flamea
arrojando la luz de sus estrellas.

II

¿Qué has hecho? Di. Crear como Dios mismo
al ser que sufre, al que delinque, al que ama
al que duda entre el cielo y el abismo;
de un problema envolverlos en la trama,
dar fuego á la pasión, y ésta encendida,
choque, lucha, conflicto, muerte….. drama…
es decir, el retrato de la vida.

III

Erigir cada frase en un axioma,
haciendo resaltar el pensamiento
con el vigor del castellano idioma
yá éste prestar grandeza y movimiento
con el ritmo, que vibra, que aletea,
que es la palpitación del sentimiento,
el sonoro latido de la idea.

IV

Congregar la versátil muchedumbre;
al resonar la voz en el proscenio,
hacer que sienta gozo ó pesadumbre,
en inconsciente, unánime convenio,
y amordazar la envidia envenenada,
que ahoga sus protesta ante el genio
que encadena, deslumbra y anonada.

V

¿Y que harás? Como el genio, más que dote,
en misión con la gloria por ganancia,
ser del arte divino sacerdote
y desbastar del vulgo la ignorancia
con el cincel del pensamiento escrito,
como á golpes y á fuerza de constancia
el hierro saca dioses del granito.

VI

Huye de los aplausos y loores
de los que anhelan ver tu inteligencia
amoldada al troquel de los errores;
sea el progreso tu fe, tu luz la ciencia;
la duda se hace error, más tarde crimen,
y hallan, en cambio, un cielo en su conciencia
los que por medio de la fe redimen.

VII
Irá amenguado del aplauso el ruido,
otros vendrán que logren tu ventura;
mas ni envidies ni temas al olvido.
En el cielo del arte no fulgura
un sol más que otro sol; igual tributo
de amor reciben en igual altura,
porque el nivel del arte es lo absoluto.

VIII

No corre el tiempo allí y hay paz completa:
junto á Epicuro está Zenón severo,
y la Sibila al lado del Profeta;
formando coro al cántico guerrero,
tiernos idilios, súplicas amantes,
y á las estrofas de Moisés y Homero
la inmortal carcajada de Cervantes.

IX

No busques esa paz en esta vida.
Ya la envidia enrojece su cauterio
y tiene la cicuta apercibida;
ya el aplauso se trueca en vituperio
y el amigo querido en adversario;
ya el mismo vulgo que te alzó al imperio
te empuja por la senda del calvario.

Madrid, Diciembre del 78
José Velarde