CUADRO DE FAMILIA
Al poner en tu hogar el pensamiento
Ó del mío aplacerme en la dulzura
El corazón regenerado siento,
Y en himnos mis clamores de amargura
Se truecan, y mis roncas carcajadas
En ahogados sollozos de ternura.
Las nubes en mi mente condensadas
Y los dolores en mi pecho fijos
Cual hiedras en los muros arraigadas,
¿Qué son ante los puros regocijos
Que me brinda el hogar, donde me espera
La santa madre de mis tiernos hijos?
¡Bien haya la bendita compañera
Que de mi vida, con su fé amorosa,
Perpetúa la alegre primavera,
La musa fiel, la estrella luminosa
Que me guía en mi vuelo á lo infinito.
Más que el sol pura, como el sol hermosa!
¡Bien haya la que llamas en tu escrito
Alegre turba de mis hijos bellos,
Aves y flores de mi hogar bendito!
¡Lucir miro en la madre los destellos
Que le prestan sus hijos, y el tesoro
De las belleza de su madre en ellos!
¿Que soy pobre? ¡Qué importa! ¿Acaso ignora
Que el dorado metal desconocía
La edad dichosa que llamamos de oro?
Si el social espectáculo te hastía,
Ven á mi hogar, verás cómo despierta
Tu espíritu apenado á la alegría.
El ángel de la paz guarda la puerta:
No llames á ella, no, que ya la tiene
La vigilancia del amor abierta.
Ella al abrir, el paso me detiene,
Y de ella en pos gritando y sonriendo
La alegre turba de mis hijos viene.
Uno, amigo de escándalo y estruendo,
Con una cuerda mi bastón embrida
Y en tan bravo corcel sale corriendo;
Otro emprende á mi cuello la subida
Y me besa con ansia, y palmetea
Después de la victoria conseguida;
Aquel, que ni mi nombre balbucea
Ni en pié se tiene, de su madre en brazos
Por venirse á los míos forcejea.
Y ella, nudo común de tantos lazos,
Entre todos, benéfica, reparte
Dulces sonrisas, ósculos y abrazos.
Confabulada en silencioso aparte,
¡Ah, no te rías! me declara guerra
La turba ardiendo en el furor de Marte,
Y á mis ropas, belígera se aferra,
Y tal lucha, que al cabo da conmigo
Y con mi grave autoridad en tierra.
¿Cómo, di, de sus brazos me desligo
Si son cadenas para mí de flores,
Y cómo, recobrándome, les digo
Que cesen en sus risas y clamores
Si al oírlos, de júbilo desmayo,
Creyéndome que cantan ruiseñores?
Parece que viveza les dio el rayo,
El brote tierno la salud y el brío,
Color la adelfa que florece en Mayo,
Y que su aliento refrescó el rocío,
Y endulzaron sus labios los panales
Y encendió sus miradas el estío.
Cuando, rendidos en batallas tales,
Sus párpados de rosa cierra el sueño
Y les sume en arrobos celestiales,
Y el ángel de la paz va con empeño
Luces y ecos dejando adormecidos
Con sus alas cargadas de beleño,
Sonámbulos de dicha mis sentidos.
Embriagados quizás, por doquier hallan
Orgías de colores y sonidos, v
Aromas vivos que entre sí batallan,
Ondas que bullen, pájaros que trinan,
Alas que zumban, ósculos que estallan.
Madrid, Julio, 1883.
(i) Fragmento de una carta titulada «Mis Amores,» dirigida al poeta Cavestany
Fuente: Internet Archive.