miércoles, 9 de noviembre de 2022

Al Excmo. Sr D. Antonio Canovas del Castillo

Punto de cruz Nina Gil
Carta jocosa en la que el autor, como regalo de boda, le dedica su poema -Alegría-

Dice, amigo Don Antonio,
Un axioma callejero,
Que allí donde esta el dinero
Se encuentra siempre el demonio.
No puedo dar testimonio
De apotegma tan fatal;
Pero si se, por mi mal,
Que al triste que no lo tiene,
A su casa se le viene
Toda la corte infernal,

Aunque negros cual la noche
Los males del rico sean,
Por lo menos los pasean
Con alivio grande en coche.
Mas el pobre a trochemoche
Lleva a rastras, sin parar,
Un pesar y otro pesar
Que le ponen en mil potros,
Al seguirse unos a otros
Como las olas del mar.


Sé muy bien que la riqueza
Suele parecerse al pavo
En echarse el lujo al rabo
Y apenas tener cabeza;
Mas detestar la pobreza
Hácenme los ignorantes
Que, injertos en Rocinantes
Toman, en manos del pobre,
El oro puro por cobre
Y por vidrios los diamantes.

Mucho más infeliz hallo
Que al misero pordiosero,
A quien nace caballero
Sin tener para caballo.
¡Quien a pobre le alza el gallo!
¡Ay! La persona menguada
Que sufre desesperada
De la muerte los rigores,
Teniendo mil protectores
Que no le dan nunca nada.

Hidalgo, pobre, poeta
Y de todos protegido,
Es y será como ha sido,
Mi desventura completa.
Resignado, en paz discreta
Sufro el mal que me acibara,
Pues querer huir de la vara
Que me hunde a palos el lomo
Fuera tan inútil como
Lavar aun negro la cara.

Las leyes del sino fiero
Son tan forzosas y duras,
Que al que ha de morir a oscuras
No le vale ser cerero
El destino me hizo harnero,
Y estoy trabaja…. trabaja…
Sin sacar nunca ventaja,
Pues como el harnero vano,
Voy dejando caer el grano
Y me quedo con la paja.

Herido por el dolor,
Exclamó un vate profundo:
-¡Del hombre nacer al mundo
Es el delito mayor!-
No habló mal; pero mejor
Hablar pudo, que a mi ver,
Crimen no debe de ser
Del hombre el haber nacido,
Sino el haber venido
Sin dinero al nacer.

-¡Espera y tendrás pitanza!-
El harto, moralizando,
Le dice al que está ayunando;
-¡No hay virtud cual la esperanza!-
Y más vacía la panza
Que de una caña el canuto,
Ve el pobre que ha sido un bruto,
Cuando ya la vida pierde;
Que es la esperanza árbol verde
Que jamás ha echado fruto.

-¡Qué filosofía es esta-
Dirá usted acaso,- fiambre,
Bostezada como el hambre,
Como pepino indigesta!
¿Si querrá aguarme la fiesta
Con un zumbido abejuno
Este poeta importuno?
¡Váyase al dómine Cabra
A llorarle de palabra
Los rigores del ayuno!-

Pero no dirá usted así,
Alegre se sonreirá,
Y leyendo seguirá
Las zumbas que estampo aquí.
Por cosa tan baladí,
Quien, como usted, Don Antonio,
Aguanta a tanto bolonio
Y a tantos follones sufre,
No se pone hecho un azufre
Ni, airado, se da al demonio.

Hace un mes que este estribillo
Me repito diariamente:
-Tengo que hacer un presente
A Canovas del Castillo-
Y viendo que mi bolsillo
No me saca del atraco,
De rabia el pelo me arranco,
Maldiciendo de las Musas,
Que en vez de ciencias infusas
No dan billetes de Banco.

¡Ay, Señor! Tanto pesar
No aflige a mi corazón
Al pedir un triste don,
Como al no poder donar.
¡Si me viera usted implorar
Al cielo, y hacer conjuros
A los demonios impuros,
Para que lluevan sin tasa
En el jardín de mi casa
Monedas de cinco duros!

Mas como Dios no me escucha,
Ni mucho menos los diablos,
Arrojo, echando venablos,
Al suelo mi inútil hucha,
Diciendo, al dejar la lucha
Con el estomago en huelga,
Lo que, con cara de acelga,
Al ver frustrado su intento,
Dijo la zorra del cuento
Ante las uvas de cuelga,

-¿Qué haré?- me digo a mí mismo-
¡Un meloso epitalamio!
Mejor me subo a un andamio
Para romperme el bautismo.
-¡Jesús, de tal sinapismo-
Dirá usted- libera nos!
De acuerdo estamos los dos.
No es grato el pobre jamás,
Pero si es cursi además,
No tiene perdón de Dios.

Con el nombre de “Alegría”
Un poema estoy haciendo,
En el que pintar pretendo
A mi amada Andalucía,
Es de muy poca valía;
Pero recordando al Cid,
-Tal don- os digo-admitid,
Que a mí me basta saber
Que no le debo ofrecer
A otra persona en Madrid.

Sin duda en mi triste don.
Por ser en todo mezquino,
No luce el fuego divino
De la ardiente inspiración;
Mas tengo la convicción
De que, a falta de esplendores,
En el hallará usted flores
Con que poder alfombrar
La tierra que ha de pisar
El ángel de sus amores.

Si de todas la más bella
Ofreciese usté a su amor.
Y, compasiva, en la flor
Fijara sus ojos Ella,
De lo negro de su estrella,
Que tan poco y tan mal arde,
No volviera ha hacer alarde,
Aquí ni en el otro mundo,
Su admirador más profundo
Y amigo

José Velarde

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