martes, 1 de octubre de 2024

Feria de Conil 1984 y Velarde

CARTA A CONIL

Ilusión, escepticismo y realidad

En el declive de un monte
a la orilla del Atlántico
y entre cármenes floridos
se halla la bella Mergablo.

          Cuando allá por el año 1870, el conileño José Velarde, poeta incomprendido compuso estos versos en un despacho del Ministerio de Fomento, en la Villa y Corte, tal vez evocando con nostalgia su Conil natal, no podía imaginar la influencia que podría producir en el alma.

          El impulso de un subconsciente noble y agradecido hace necesario esta realidad de contacto. Ortega y Gasset dijo: “Yo  soy yo, y mis circunstancias”. A ti, puedo llamarte circunstancias. Y voy a darte el por qué.

          El desánimo no está nunca totalmente logrado. Brotan en determinados momentos, situaciones decisivas que tienden a cambiar bruscamente el rumbo de los acontecimientos.

          Soñar es una ilusión. Vivir, una consecuencia. Idealizar una necesidad del alma.

          Heme aquí que me hallaba sumido en un profundo pozo de pesimismo, y llegó hasta mis manos ese verso de tu vate incomprendido, amigo de Campoamor y protegido de Cánovas, y decidí desplazarme, acercarme hacia ti, para desterrar de mi ánimo, el sin sabor que me habían producido en mi ya largo peregrinar, otras playas sureñas.

          Y sin más bagaje que estas tres consignas filosóficas, puse rumbo hacia ti, trasponiendo la puerta de la villa, me constituí en veraneante.

          Esa agria sustancia que cada humano lleva consigo, cual ignorada hiel, y que se llama escepticismo, hizo suponer a mi razón, que estas bellas palabras que te dedicó tu hijo, fueran tan solo reflejo o espejismo.

          No obstante nada más llegar y adentrarme en la complicada topografía de tus calles  te consideré y comparé,- valga la hiperbólica comparación -, como a un buen libro, pues cada  vez me fuiste interesando más y más.

          Admiré la belleza de tu paisaje y la bondad de tu clima. Me sumergí en las fluctuantes olas del Gran Océano, desde los Bateles hasta Roche.

          Supe y comprobé de la hidalguía de sus y hospitalidad de sus habitantes. Año tras año continué mi éxodo estival hacia ti. Mis hijos aprendieron a conocerte, a tratarte, hasta llegar a quererte. Porque tú eres así. Como una buena madre. Te metes dentro del alma.

          Viví tus Fiestas Patronales. Me postré y oré infinidad de veces ante esa milagrosa virgencita de tez morena de la Virgen de las Virtudes.

          Mi identificación contigo fue tal que hasta me endosaste ese peculiar apelativo patronímico con que designas a cada familia. Y así a travez del contacto con tus gentes, mis hijos en perfecta simbiosis con los de los tuyos, fueron llamados “los tablillas” cariñoso apodo, tal vez debido a la cotidiana tarea que se auto impusieron gustosamente, de baldear la cubierta y cuadernas de las embarcaciones varadas sobre las doradas arenas una vez terminada la jornada de pesca.

          Y aquí estoy de nuevo y estaré hasta que tú, como poderoso alquimista, me sigas proporcionando, esa felicidad y sosiego, que casi en dos décadas me vienes produciendo.

Ricardo Mora

Conil, Septiembre 1984

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