El puente de madera (Narvaez)
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Miércoles 24 [Madrid, ¿1885?]
Mi querido Velarde: desde el día que estuvo V. en el hotel no tuve mejoría alguna. Como el lunes llovía, no me atreví a ir por la noche a casa de la Duquesa; ayer martes salí, por los enojados negocios que traigo, a ver al abogado y al médico y tuve que acostarme a las seis de la tarde. Son las10 y media y me siento para escribirle a V. porque mi pobre mujer dice, y dice bien, que, no pudiendo hacerme aquí ninguna operación en la boca por la inflamación y la neuralgia, mejor cuidado estaré en mi casa que en un hotel, y esto me lo dice en carta que me trae el inspector de los caminos de hierro, tío de la demoiselle de compagnie de mi mujer, con billete y orden de acompañarme en el tren primero que salga.
Por la letra comprenderá V. mi estado febril: no puedo sujetar la mano, creo que llega la caducidad en tren exprés.
Diga V. pues a la primorosa Duquesa que no me he atrevido a presentarme en sus salones con la cara entrapada y la barba mal echa; su servidumbre me hubiera tal vez tomado por un escapado del hospital, y sus amigos comensales por la estatua del comendador que había pasado por una carbonería en vez de atravesar la [marco] de la casa de Don Juan. Dígale a V. pues a mi gentil amparadora que, con la faz presentable y los versos legibles, ya no la asustaré y haré un poco mejor figura en el mes de noviembre cuando vuelva a ponerme a sus pies, y que, entretanto, a uso de nuestros abuelos, que
la beso las manos,
más que en su palma
no oso yo besar nada
más que su alma.
Y con cariño y besos a los niños y mis recuerdos a la Señora, le envía un abrazo su viejo
J. Zorrilla.
Boletín de la Real Academia Española Tomo LXXXVIII Cuaderno CCXVIII Julio-Diciembre de 2008
Cartas de José Zorrilla al poeta José Velarde (1881-1891).
Marta Palenque