A Dávila
I
Barcelona, 19 febrero 1881
Mi querido Velarde: su carta de V. me ha hecho llorar, pero ¿qué menos podría yo hacer que dar a V. las gracias públicamente por la pública defensa que de mí hizo en su primer articulo?
Tengo el convencimiento, y lo creo en conciencia desde la primera poesía que de V. leí, de que es V. el primer poeta de la segunda mitad del siglo XIX.
Tiene V. la belleza de la forma, la corrección, de la palabra, la armonía de la versificación, y el lujo meridional de ideas de los mejores tiempos de su tierra.
Yo, que tengo sobre todos mis contemporáneos la ventaja de no tener envidia, ni soberbia, ni pesar del bien ajeno, tres vicios de nuestra época, le vi a V. surgir con el placer más sincero; y si hay alguno al que pueda llamarle regosijo de las musas es a V. que rebosa poesía por todos los poros. Sus versos de V. trascienden al azahar y las magnolias de las riberas del Wad-al-kebir: tiene la tendencia a cuajarse en forma clásica sin dejar de ondular y flotar vaporosos en el vago ambiente del indeterminado romanticismo; están llenos de pensamientos profundos y trascendentales, servidos en la salvilla de trasparente y valioso cristal de roca de una amenidad y franqueza de[dicción] que se bebe sin sentir como la ambrosía; no tiene V. aún género determinado, vacila V. aún entre el entusiasmo que se deja arrastrar libre, valiente y espontáneo por la propia inspiración y el vulgar instinto de seguir la corriente de lo que da dinero, bajo la forma en [que] el vulgo lo acepta. Hoy hace V. doloras, mañana dice V. «poemas»… Ni las doloras son dignas de V., que pica más alto, ni los poemas lo son, en la acepción clásica de la palabra. Poema es una voz griega que significa una composición que consta de todas las partes de que debe constar: un epigrama, un epitafio, un madrigal es un poema en este sentido; los que han introducido esta palabra como título de las modernas composiciones lo han hecho furtivamente, porque el vulgo crea que rayan en la altura del poema, que es el épico no más y que no es lo que hoy se hace; poema es toda composición, pero no se aplica más que al poema épico, a la gran narración de un hecho en cuya acción luchan los dos opuestos intereses de dos razas, de dos religiones, de dos banderas, de las cuales la vencedora crea una raza, una fe y una enseña nueva que tremola sobre la ruina, la gloria y la memoria de la raza vencida. Esto es un poema, es decir epopeya, y nosotros no tenemos más que Granada y Méjico: yo no supe hacer la primera, y García Gutiérrez no es ya hombre para la segunda.