jueves, 21 de febrero de 2013

De tinta y oro

Juan Pedro Narvaez
CULTURA


La voz digital 10 agosto 2008
De tinta y oro

Desde la Edad Media hasta nuestros días, los toros han sido motivo de inspiración para un buen número de escritores españoles y extranjeros

PABLO MTZ. ZARRACINA

Tres toques de clarín. Se abre el antro / y el silencio domina a la apiñada / multitud, que esperaba. Salta al centro / de la arena el animal soberbio, / que, con ojos furiosos, mira en torno / hiere con la pezuña el resonante / suelo, mas aún no ataca a su enemigo. / Gira, amenazadora, su cabeza / de un lado a otro y mide el primer tiento. / Su flanco azota con la cola, y rojo / rueda el ojo espantado por su órbita».

El autor de estos versos nació en la taurinísima Londres en 1788. Su nombre era George Gordon y se anunciaba en los carteles como Lord Byron. Se tiene noticia de que el poeta romántico asistió a una corrida de toros en el Puerto de Santa María en 1809, durante un viaje a España que también lo llevó a ciudades como Sevilla, Jerez y Cádiz.

A lo largo de la Historia han sido muchos los escritores y los artistas que de un modo u otro se han ocupado del mundo de la tauromaquia. Es una evidencia y también uno de los argumentos que suelen volar sobre el tapete cuando surge la recurrente discusión sobre la permanencia de las corridas de toros. Visto fríamente, se trata de un razonamiento un tanto extraño, ya que no suele detallarse si las obras de esos artistas son buenas o malas, cuestión que sin duda sería de alguna importancia. Tampoco se aclara si en todas esas obras el autor se muestra decididamente a favor de todo lo que ocurre en la plaza. A Byron, por ejemplo, la suerte de matar no le hizo mucha gracia y así lo reflejó en un pasaje de Las peregrinaciones de Childe Harold, un poema por otra parte lleno de interés.

sábado, 9 de febrero de 2013

Sevilla


No tiene rival Sevilla
En hermosura y grandeza,
Y es tan gloriosa en las armas
Como inmortal en las letras.

Un dios echa sus cimientos,
La hace fuerte Julio César,
La gana el moro y la adorna,
Un santo la recupera,

Y Don Pedro de Castilla,
Con sus justicias acerbas
Y sus dulces amoríos,
De tradiciones la siembra.