miércoles, 5 de diciembre de 2018

Una Feria Andaluza

Feria de El Colorado 2008
Cómo pintar la gracia, la alegría,
la hermosura, el bullicio de la feria
de aquel bello lugar de Andalucía?
Todo es ventura allí, gloria y encanto;
en lujo convertida la miseria,
en placer el dolor, en risa el llanto,
Alborota la infancia enloquecida;
la vejez achacosa
enciéndese en el fuego de la vida;
la arrebatada juventud hermosa
va vertiendo á raudales el tesoro
del ardiente placer en que rebosa;
llevando en el semblante por divisa
del pueblo entero el discordante coro,
la dulce contracción de la sonrisa,
y no oyéndose en torno más clamores
que los gratos del habla enamorada,
de la alegre canción del chiste alado
y de la abierta y loca carcajada.

Feria de Conil
Por el Egido extiéndese el ganado;
la yegua aquí, que adelgazó la trilla,
con el potro cerril que aún no ha sentido
la tortura del freno y la silla.
A su lado con trémulo balido,
laméntase el cordero,
mientras roe la cabra retozona,
que nunca puso á su vagar lindero
las cuerdas de la red que la aprisiona,
y el cabritillo, alzándose de manos,
se da de testaradas
ó trisca, juguetón, con sus hermanos.
Allí el inquieto garañón se agita
y á sus prendas amadas
con estentóreos cánticos excita;
plantáse el terco mulo que contesta
con sendas coces ó bocado avieso
de igual suerte al castigo que á la fiesta;
gruñe ó ronca, tendiéndose á la larga,
el cebado lechón á quien el peso
de su gordura el movimiento embarga;
el buey robusto y manso,
emblema de la paz, rumia y babea
gozando las dulzuras del descanso;
y trenzadas las crines y la cola
y el jaez jerezano por presea,
de su raza purísima española
el caballo magnifico alardea,
y enarca la cerviz, piafa, relincha,
y tan airoso, al caminar, bracea,
que se da con las manos en la cincha.

Blandiendo la garrocha
contra la mansa res, su ciencia y brío
el vaqueril conocedor derrocha;
por lujo el pastor saca
su pellica de pieles sin adobo;
al picador que doma arisca jaca,
contemplan los curiosos en arrobo;
el marchante se atasca,
mientras el trato del ganado apura,
el cinto de oro que enroscado lleva
cual pesada serpiente a la cintura.
Accionando el gitano se disloca,
de metáforas echa un avispero
y de absurdas hipérboles su boca,
logrando hacer pasar entre los labios
por prodigio hechicero
la bestia de mas tachas y resabios
que el hocico metió en abrevadero.
De ricos labradores rodeado
el marcial remontista
(mezcla de campesino y de soldado
que con la guerra la labor bienquista)
compra para el ejército ganado;
y contratando con los gritos miles
y el rebullir del pueblo alborotado,
al hombro los fusiles
y en silencio profundo,
mantienen con su aspecto los civiles
la paz de aquel enloquecido mundo.

Halla en las baratijas del buhonero
la moza coquetuela su ventura;
los toscos utensilios del apero
el labrador procura;
de chicos el enjambre vocinglero,
á lo que bulle ó lo que suena acude;
éste agita incesante la matraca,
aquél el parche con furor sacude,
uno hombrea comprando una petaca,
otro una espada coruscante merca,
y en éxtasis contemplan los golosos,
formando humana cerca,
la almendra confitada de Gijona
el alajú y el acitrón gustosos
y el duro turrón piedra de Alicante
que bajo palio de rasgada lona
ronco vocea el confitero andante.

Al son de la guitarra y los cantores
tratan el ganadero y el marchante
en el puesto de vinos y licores,
y tan agrio el contrato se celebra,
que de una riña horrible á cada instante
se lía y se deslía la culebra.
Quien partiendo el piñón y la avellana
ó rechupando dulces caramelos
las muelas se caria y se desgrana;
quien se aceita la boca con buñuelos,
en tanto que una picara gitana,
suelto el moño y terciado á la cintura
el bordado mantón de espuma grana,
le dice la genial buenaventura;
y quien huye (creyéndole un impío)
del tuno del Perchel ó del Boquete
que, vestido de moro ó de judío,
en árabe que no hay quien interprete,
los dátiles pregona y la babuchas
de Damasco Estambul y Tafilete.

Aquí la muchedumbre se recrea
en torno del Tio vivo
que á la salida del lugar voltea,
ó admirar se consagra
al payaso festivo
que, embadurnado el rostro con almagra,
humo de rubia pez y blanca harina,
los miembros se disloca,
en chapurrada lengua desatina
y apaga un hierro ardiendo con la boca.
Allí cáusale asombro la presencia
de un enano gentil ó de un gigante
que vence en corpulencia
y en gordura al mas bárbaro elefante;
entra á ver mas allá, por cuatro ochavos
un famoso pollino
que tiene dos cabezas y tres rabos
ó á contemplar el rostro peregrino
de una tierna doncella
con mas barbas que un padre capuchino.

Y todo en aquel suelo, engalanado
sin tregua alguna por hermosas flores,
en que juntos se crían el espino,
la pita hostil, la palma cimbradora
y la vid cuyo néctar ambarino
con dulces sueños las tristezas dora.
Donde nacen rosas, lirios, madreselvas,
encantados vergeles
de las ariscas selvas,
donde es la adelfa del arroyo franja,
destila el higo de la Arabia mieles,
colorea la hespérica naranja,
florece el limonero cada luna,
el plátano de América sazona
y la pala punzante de la tuna
de enrojecidos frutos se corona.

Todo, sí, bajo un cielo sin segundo,
cuyos vivos fulgores,
al par que fertilizan lo infecundo
vierten sobre las almas á porfía
las sales chispeantes de la gracia,
el bálsamo sutil de la alegría,
el fuego abrasador de los amores
y la luz inmortal de la poesía.

José Velarde.

Los lunes del imparcial
Madrid 20 de abril de 1891

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