viernes, 26 de julio de 2013

Articulogía

Playa de la fontanilla

Sesenta mil satanases te lleven a ti y a tus refranes. Dime ¿dónde los hallas, ignorante, ó como los aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarle bien sudo y trabajo como si cavase?

Si no con estas razones del hidalgo manchego al socarrón de Sancho, con otras parecidas, aunque doradas como píldoras para quitarles todo amargor, increpaba yo hace algunos días á un condiscípulo mío que no pudiendo digerir el digesto, se ha dado á escribir artículos a troche y moche

- Tu eres el mentecato – me contestó – al tomar por de tanta monta asunto tan baladí. Si me escuchas con paciencia y yo acierto á explicarme, vendrá al cavo á convenir conmigo en que no hay oficio mas fácil que el de articulista, como no sea el de empleado, pues con aprender cierta rutinilla, allá van artículos á porrillo, sin tener que dar tortura al caletre con estudios y cavilaciones.


Lo difícil es escribir de aquello que se entiende. Todos son entonces tropiezos y reparos, que no hay rémora con la conciencia, red de escrúpulos que á sí propias se labran virtud y sabiduría. En cambio la ignorancia, que no conoce el apocamiento, atropella por todo gallardamente.

Yo no soy de aquellos que dejan lo cierto por lo dudoso, sacrificando lo presente a lo venidero, y se me da un ardite de laureles, gloria póstuma y otros embelecos de este jaez. Porque, dime quién es mas sandio, si este que se regala en vida con el producto de sus medianas obras, ó aquel que pasa las del infierno para hacerlas buenas, sin mas que la esperanza de que le erijan una estatua después de estar comido de gusanos en el hoyo grande. No, si no, date á esperar á que te hagan justicia en este mundo y te harán, si te la hacen, cuando ya Dios te tenga condenado por necio en el otro.

Además el hombre no es lo que es, sino lo que parece. Pasa por buena la moneda falsa, con tal de que no se la lleve a la piedra de toque. De igual suerte pasan por legítimas muchas reputaciones, sin más que porque nadie las pone a prueba.

Para ser sabio, pues, no hay como parecerlo, y para parecerlo basta con hacerse pasar por tal, y esto sin miedo, que la audacia de unos cuantos tiene su seguro en la prudencia de casi todos, y el poco saber de los menos, en la mucha ignorancia de los mas.

- En tierra de ciegos – le respondí – el tuerto es rey; pero ¿cómo me explicas, y esta es la cuestión, el haber tú pasado á tuerto de ciego que antes eras? De artes sobrenaturales te habrás valido, que por humanos medios no se alcanza la omnisciencia. Si te creyera en bien con Dios, lo achacara a milagro; mas antes creo que te haya cogido el demonio por el lado del espiritismo ó la brujería, dos cosas distintas, y para el buen cristiano una sola verdadera

- ¡Voto á tal! – repuso a esta sazón mi amigo montado en cólera - ¿hay mas para ello como tener una enciclopedia que le ponga á uno al tanto de cuanto Dios crió, haber á mano todo libro ó periódico que salga de prensa extranjera, y toma de aquí y saca de allá, traduce esto, desfigura aquello, ir llenando cuartillas de trabajo? ¿Qué otra cosa crees tú que hacen muchos sabios y profesores?¿Cuántos catedráticos no conoces que hablan toda su vida por boca de ganso á sus discípulos, haciéndoles perder una hora diaria en escuchar, malamente dicho, aquello que pudieran hallar escrito medianamente en los libros de textos?¿Y cómo, si no zurriendo y remendando, se suelen hacer los tales libros, que á no llevar algunos a la cabeza el nombre de la ciencia de que tratan, no lo adivinara por su contexto la madre que los parió?¿Y cuántos hombrees políticos…?

- Detente dije a mi amigo poniéndole la mano en la boca á guisa de mordaza, al ver que se iba de la lengua mas de lo conveniente, y que amenazaba con salirse de madre como un río .- Habla con el debido comedimiento, ya que tu natural no la es iracundia, ni te picas de lenguaraz….

- Ahorra conmigo de razones – me replicó – que me precio de discreto, y piensa que no hay mejor hablar que á buenas de Dios.

- El te tenga de su mano -me dijo- y advierte que si damos en divagar, se hará la plática enojosa.

- Has de saber – continuó ya sosegado- que en las obras literarias la forma es lo de menos. Así lo afirman muchos filósofos, y yo con ellos por la cuenta que me tiene. ¡Gramática retórica ¡ Antiguallas que para nada sirven, como no sea para entorpecer el vuelo de las inspiración.

- ¡Santa María! –exclamé- ¡y yo que me perezco por un habla sencilla, clara y castiza!

- Bobo eres y bobo has de ser -me contestó- El caso es decir cosas trascendentales, más que se digan en jerigonza.

- Pues de mí te sé decir –le repliqué- que me precio tanto de las que tú llamas antiguallas, que si me diesen á leer vidas de santos mal escritas, me tendrías á poco iconoclasta.

- Dejemos aparte esa cuestión –me dijo- que no acabáramos en un año. Me preguntabas, ¿dónde te inspiras para escribir tanto? Para articulista de nacimiento, todo cuanto le rodea se convierte en materia de artículos. ¿Lo dudas? ¿Pues tiene más que fijarse en una prenda de vestir, y hacer su historia tomando por punto de partida la tienda de donde sale flamante, y por punto de remate el muladar en donde queda hacha jirones?¿Y que mejor musa que un almanaque? El tiempo, las estaciones, los signos del Zodiaco, los eclipses, las vidas de los Santos, las fiestas; y si el almanaque trae efemérides; ¡cuántos preciosos artículos de oportunidad!

Y no vayas a creer por esto que hago ascos á los artículos serios. Para las revistas de alto copete, que yo llamo cuaresmales, las escribo de vigilia, sin migaja de sustancia y ayunos de todo deleite, procurando que quien los lea se figure que masca esparto. Y aquí de la numismática, de la literatura sánscrita, de la prehistoria, de la indumentaria, de la filosofía alemana y de otras reconditeces.

- Pero hombre de Dios -le dije- ¿es posible que des pié con bola en materias tan enrevesadas y nebulosas, si apenas, para conocer una de ellas, basta una inteligencia superior, consagrada de por vida al estudio?

- ¿Volvemos a las andadas? –me replicó- otra vez enfurecido.- ¿Tan cerrado eres de mollera y tan ignorante, que no ves en los mas de los artículos que hoy se publican retazos de las obras de Claudio Bernard, si tratan de filosofía; de las de Arango y Humboid, si de viajes; de las de Flanmarión, si de astronomía; de las de Thindal, si de física, y, por último , de las de Levy, si de sustancias alimenticias y otras menudencias higiénicas? ¿Crees tú que hay en España quien saque algo de aquellas y estas cosas de su cabeza?

- Calla, calla –exclamé- eso no puede ser cierto, y si lo es, no quiero creerlo.

Y continuó mi amigo sin cuidarse de sus palabras.

- ¡Y cuántos asuntos originales no acuden á mi mente! Ya es un cuentecillo fantástico todo lleno de brujas, endriagos, trasgos y vestiglos; ya una novelita sentimental que, en cuatro ó cinco párrafos, explano, anudo, desenvuelvo y remato; ahora se me ocurre hacer un paralelo entre los escritores, y echo el resto buscando analogías y desemejanzas en sus obras; luego, por último tomo un vocablo que forme parte de muchos refranes y modismos, pié, por ejemplo, y escribo de esta suerte:

-Voy á sacar los pies del plato y á escribir, que magüer mi escrito no tenga píes ni cabeza, he puesto pies en pared y no echo pies atrás en mi propósito. Iré con pies de plomo, que quiero caer de pié y no buscarle los pies al gato. Me han dado pié, aún á trueque de no dar pié con bola, he de andar en un pié hasta no cumplir al pié de la letra mi propósito de esperar, a pié firme, al pié del altar, á la lectora que venga con pié derecho a darme su mano, poniéndome en tanto a sus pies.

- dime: ¿no es de admirar esta pedestre literatura?

También escribo de estadística. Cojo y qué hago; como si fuese fiel de fechos del universo mundo, allá van millones de pipas de aguardiente, de cajas de azúcar, ó de sacos de patatas, exportados ó importados en tal y tal año; ó bien aseguro, como si llevase el registro civil universal, que mueren tantos hombres en la tierra cada segundo, y que nacen cuantos , y allá van millones otra vez, y si la suma es grande, afirmo que en el centro de África hay mas hombres que hormigas, y aquel que no lo crea, que haga la maleta y vaya a contarlos.

- ¿Pero no te remuerde la conciencia –le pregunté- de mentir tan descaradamente?

- Yo no me paro en nonadas – me contestó- El caso es escribir un par de artículos diarios. Y á la verdad, que nada hay para esto como las revistas de moda y salones. Tomo por pseudónimo un titulo nobiliario, mojo la pluma en arrope, en vez de tinta, y haciendo una ensalada, menjurje ó revoltillo de italiano, francés, inglés y castellano, ¡cuántos casamientos anuncio, cuantos polisones arreglo y cuántas picardigüelas digo!

¡Y cuánto la emprendo con chispeantes causeries; retuerzo la frase, estrujo el vocablo, busco retruécanos y quid pro quos y guardo para la mot de la fin, ó sea para el trueno gordo de estos fuegos de artificio, una anécdota en donde dejo burlado á un marido, aplastada á una suegra, ó puesto en berlina al mismísimo Padre Eterno.

- El te confunda, muerde-honras, piensa-sandeces, mete-ripios, chupa-ideas, sangra-libros, enemigo declarado del sentido común, verdugo de la lengua castellana –le dije- y me partí de su casa echando venablos, mientras él me gritaba muerto de risa:

- No te vayas, escucha, que aún no has penetrado en los mas hondos secretos de la moderna Articulogía.

Velarde

14-06-1880

Los Lunes del Imparcial

No hay comentarios:

Publicar un comentario