jueves, 21 de septiembre de 2023

El Otoño

Playa de los Bateles
A mi querido amigo Manuel Benjumeda

I

El otoño es tristeza y agonía;
Todo en él languidece;
El luminar del día
Oblicuos rayos sin calor envía,
Se aparta del zenit y palidece.
En olvidado surco cae la hoja
Que sirvió de pomposa vestidura
Al árbol que de galas se despoja,
Siendo mudo esqueleto en la llanura;
La locuaz golondrina
Aterida de frío,
A más benigno suelo se encamina;
El agua del torrente enturbia el río,
La brisa se hace cierzo, silba y ruge,
El ave calla, se marchita el fruto,
El mar enronquecido sordo muge
Y amenazante aterra;
La nube tiene por el cielo el luto
Y un sudario de nieve por la tierra,
Y en el monte desierto
Oye el pastor temblando la campana
De la ermita lejana
Con fúnebre clamor tocando a muerto.
II

En esta triste edad, la poesía
Como el ave nocturna huye del día,
Busca lo incierto, lo flotante y vago,
Se envuelve de la sombra en el misterio,
Y ejerce sobre el alma el mismo imperio
Que el dolor, la ruina y el estrago.
La que fuera otro tiempo poderosa,
No anima, no entusiasma,
Y al espíritu abate, enerva o pasma;
Que se ha trocado la celeste diosa
En pueril y ridículo fantasma.
¿Qué mucho que le aturda la armonía,
Que le cieguen las luces del estío
Y ensalce del otoño la atonía
Si éste corre parejas con su hastío?

III

Ya el árbol está seco, el monte cano;
El vapor de la tierra humedecida,
Cual si fuese de tumba removida,
Habla a los hombres de su fin cercano;
La luz que el sol en el ocaso vierte,
Por la nube parduzca reflejada,
La tierra tiñe de color de muerte...
...........................................................
Dí, ¿cómo quieres encontrar belleza,
Generación menguada,
Donde todo es dolor, sombra y tristeza?

IV

¡Oh dulce primavera,
Renacimiento, luz, amor y vida,
A cuyo soplo alfombran la pradera,
Por el cierzo invernal entumecida,
Lirios violados y purpúreas rosas;
Estación de las aves y las flores
En que hasta los gusanos roedores
Toman alas y se hacen mariposas!
¡Resplandeciente estío
En que la sangre como hinchado río
Con pletórico empuje se derrama
Por las venas azules,
Y no oscurecen blanquecinos tules
De la hoguera solar la ardiente llama;
El de auroras cuajadas de rocío,
El que llena las trojes hasta el colmo
Del fruto sazonado,
Y nos muestra la vid teniendo al olmo
Con retorcido pámpano abrazado!
Vosotros sois mi encanto y alegría,
Y al entibiarse vuestro santo fuego,
Cayendo en la atonía,
Como planta sin riego,
Languidece y desmaya el alma mía

V

Quiero, en un cielo azul, un sol radioso,
Y que la sombra huyendo de sus llamas
Se ampare al pie del álamo frondoso,
En cuyo grueso tronco carcomido
La abeja haga su miel, y en cuyas ramas
El pardo ruiseñor fabrique el nido;
Que den vida al paisaje
El átomo en la atmósfera encendido,
La espuma que levanta el oleaje,
Los lúcidos colores
De múltiples insectos zumbadores
Y de las bellas aves el plumaje;
Escuchar de la alondra alegres trinos,
De los arroyos plácidos murmullos,
Amorosos arrullos
De tórtolas errantes por los pinos,
Y contemplar la rauda catarata
Por vertiente escabrosa despeñarse,
Romperse en hilos de bruñida plata
Y en lluvia de diamantes desatarse.
Que sólo alienta y vive la poesía
Donde la luz da formas y colores,
Y hay perfumes, y pájaros y flores;
Concertándose, en mágica armonía,
Nidos y besos, cánticos y amores.

José Velarde
Noviembre 1877

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